Bolsonaro, el «mito» de la ultraderecha brasileña que eligió el odio como eje de campaña – Por Bruno Bimbi

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

La campaña presidencial en Brasil, que ya pasaba por momentos de alta tensión por la decisión de la justicia electoral de proscribir la candidatura del expresidente Lula, que lidera todas las encuestas, pasó hoy por una conmoción inédita por el atentado sufrido por el candidato fascista Jair Bolsonaro. Mientras participaba de una caravana de campaña en Juiz de Fora, en el estado de Minas Gerais, el exmilitar fue herido por un hombre que lo apuñaló en el estómago con un cuchillo.

Bolsonaro fue llevado por la Policía Federal al hospital Santa Casa da Misericórdia. En un primer momento, la familia había informado a la prensa que la herida había sido superficial y el diputado estaba fuera de peligro, pero al llegar al establecimiento, los primeros estudios mostraron posibles lesiones en el hígado y el intestino, por lo que fue operado de urgencia y recibió una transfusión de sangre. A esta hora se encuentra estable.

El agresor, que está detenido, fue identificado como Adélio Bispo de Oliveira. En sus redes sociales publicaba comentarios delirantes con teorías de la conspiración sobre la masonería y opiniones políticas confusas y contradictorias. Familiares relataron al portal BuzzFeed que Adélio formaba parte de una iglesia evangélica, hablaba solo y perdió contacto con la familia hace tres o cuatro años. Luego de que su nombre fue divulgado, varios nuevos perfiles falsos con su nombre fueron creados para atribuirle diferentes simpatías partidarias. Las “fake news” son una de las principales herramientas de campaña de Bolsonaro.

Exmilitar y defensor de la última dictadura, Bolsonaro había dicho días atrás en un acto de campaña en Rio Branco, estado de Acre, que iba a “fusilar a toda la petralhada”, término despectivo usado para referirse a los simpatizantes del Partido de los Trabajadores. Irónicamente, el candidato acuchillado hoy basó toda su carrera política en el discurso de odio y la incitación a la violencia contra sus adversarios.

Racista, misógino, homofóbico, xenófobo, Bolsonaro es una caricatura de la ultraderecha fascista en Brasil. Reivindica la última dictadura y dice que los militares deberían haber matado más gente. Defiende la tortura y la pena de muerte y dice que los familiares de desaparecidos que buscan sus restos son como perros, porque “solo los perros buscan huesos”.

Años atrás, dijo que el expresidente Fernando Henrique Cardoso debería haber sido fusilado. En la sesión que aprobó el impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff, Bolsonaro le dedicó su voto positivo “a la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el terror de Dilma”, homenajeando a quien la torturó cuando fue presa política de los militares. Su principal promesa de campaña es liberar la venta y el derecho a portar armas.

Su actuación como diputado está marcada por todo tipo de escándalos. Trata a las periodistas y diputadas mujeres con desprecio y extrema violencia, y ha llegado a insultar a las cronistas en vivo por televisión. Fue filmado diciéndole a la diputada Maria do Rosário, del PT, que no la violaría porque “no te lo merecés, porque sos fea”, por lo que fue procesado por apología de la violación.

Tiene una obsesión patológica con los homosexuales, a los que culpa por todos los males del país con un discurso que recuerda la propaganda antisemita de Adolf Hitler, y dijo que su hijo nunca se pondría de novio con una mujer negra porque “recibió una buena educación”. Fue procesado por el crimen de injuria racial por decir que los negros de los quilombos “no sirven ni para procrear”. Ha dicho otras barbaridades semejantes sobre diferentes minorías y sobre sus adversarios ideológicos.

Segundo en las encuestas después de Lula, Bolsonaro es un extraño –y peligroso– fenómeno político en un país dividido desde el golpe parlamentario contra Dilma Rousseff y atravesado por el odio, que ha provocado otros atentados políticos en el último año, como el asesinato de la concejala Marielle Franco y el ataque a tiros contra una caravana del expresidente Lula, antes de ser preso.

En ese contexto, Bolsonaro creció electoralmente, antes del inicio formal de la campaña, como candidato “antisistema”, y mantiene una legión de seguidores fanatizados por el odio contra las minorías y contra la izquierda; un ejército de walking deads que se refieren a él como “el mito”. Cuando, en los debates o entrevistas, le preguntan sobre economía, relaciones internacionales, salud, educación, medio ambiente, empleo, impuestos, comercio exterior o cualquier otro tema central de cualquier programa de gobierno, rápidamente cambia de tema y comienza a hablar sobre los gays, el feminismo, la “amenaza del comunismo” o alguna teoría de la conspiración.

El atentado sufrido hoy por el candidato enrarece aún más un clima político que ya estaba en el límite, en un país cuya democracia fue golpeada con el derrocamiento de Dilma y se encuentra, desde entonces, bajo amenazas cada vez más serias. Y la víctima de este repudiable atentado ha sido, hasta hoy, uno de los políticos que más contribuyó para que la violencia y el odio dominasen el debate político y la campaña.

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