Venezuela: las lecciones de la #MarchaCampesinaAdmirable – Por Marco Teruggi

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Marco Teruggi*

La marcha campesina movilizó una gran solidaridad a su alrededor. Como si algo de muchos estuviera allí representado, como si ese caminar desde Portuguesa hasta Caracas hubiera excedido a quienes decidieron que esa era la acción correcta para este momento. La #MarchaCampesinaAdmirable, así nombrada con los días, operó como aglutinadora de demandas postergadas, atragantadas.

Se pueden pensar varias razones para explicarlo. En primer lugar, el tema en sí: desde comienzos de este año, y con episodios del año anterior, la cuestión campesina ha emergido en algunas agendas y medios de comunicación. Sucedió con casos públicos como la serie de desalojos en Barinas a inicio del 2017, la escuela rural quemada en Portuguesa, los 32 campesinos detenidos en la comisaría de El Vigía, las noticias periódicas de atropellos, el caso del sicariato de dos campesinos en Barinas en el mes de mayo, y las dificultades de la Comuna El Maizal para conseguir insumos para producir.

Las situaciones de injusticia, junto a la capacidad de articular respuestas comunicacionales, construyeron solidaridades alrededor de los campesinos, de una lucha histórica, contra el latifundio, por la democratización de la tierra y la producción. Se logró desandar en parte la matriz tendiente a sostener que los campesinos son roba-créditos, improductivos, y revendedores de tierras. Legitimidad entonces, central.

En segundo lugar, junto con este apoyo por una causa justa, la solidaridad se produjo como si la marcha campesina hubiera dicho algo que muchos piensan: que es necesario rectificar determinadas políticas, activar mecanismos de democracia protagónica, escuchar, movilizarse ante un escenario de retroceso que se expresa en lo urgente del cotidiano, así como en tendencias sobre puntos estratégicos. Una voz se hizo muchas voces, se vio en el recorrido, y, en particular, en Caracas.

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No existen recetas para las revoluciones, menos aún para los tiempos de asedio de guerra que amenazan con quemar lo conquistado. Puesto a arriesgar una hipótesis diría que es necesario presionar, movilizar, para frenar las tendencias conservadoras/restauradoras que trabajan desde el interior del proceso, y avanzar sobre nuevos puntos. Dentro de la unidad del chavismo, el apoyo a Nicolás Maduro -algo que los campesinos de la marcha repitieron hasta el cansancio.

Se trata de un ejercicio complejo, por la dificultad del escenario y los oportunistas que acechan. ¿Si no se realiza ese ejercicio democrático de movilización entonces qué? ¿Quedarse a la espera de respuestas que no llegan? ¿Dejarse desalojar y sicariar? En el caso campesino se consiguieron respuestas -parciales- gracias a las presiones por varias vías. De lo contrario seguramente no hubieran existido. Una movilización como la marcha campesina es un síntoma de vitalidad del proceso.

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Las respuestas a la marcha fueron varias. En el caso comunicacional, el apoyo/cobertura se expresó por parte de diferentes medios de comunicación que vienen trabajando sobre este tema, y de comunicadores que desde dentro de medios del Estado trataron el asunto. Ese trabajo fue clave. No existe posibilidad de victoria sin fuerza comunicacional -existen varias formas de medir las victorias, varias victorias posibles en una misma lucha.

Por otro lado, se observó un silencio en muchos medios de comunicación estatales, evidenciando la inamovilidad de la línea comunicacional oficial: nada que cuestione la matriz de un gobierno que enfrenta con todos sus esfuerzos la agresión imperial tiene espacio en pantallas. Era lo predecible.

En cuanto a las respuestas en las cercanías de Miraflores la jornada del miércoles dejó dos imágenes centrales y una en espera. Por un lado, Diosdado Cabello, como presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, con su peso como figura de la revolución, recibió a una delegación de la marcha. Por otro lado, fue puesto un cordón de policía sobre la avenida Urdaneta, cerrando el paso al Palacio de Miraflores, punto final de la movilización. Ese acto tuvo un impacto simbólico, y trajo preguntas/interpelaciones. Por ejemplo: si el gobierno, en particular el presidente, dialoga con banqueros, empresarios, opositores, lo hace ante cámaras, ¿por qué la resistencia para sentarse a escuchar a quienes son parte central del proceso revolucionario, a gente de a pie, campesina, que lo reconoce y apoya?

La imagen en espera es la de Maduro: ¿recibirá a los campesinos?

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Queda un tema, el central en este caso: la política agraria. La marcha campesina, y, en términos generales, el movimiento campesino, ha planteado varios cuestionamientos a la política agraria en curso.

Uno tiene que ver con las orientaciones centrales, donde se privilegia a la agroindustria, una decisión que se traduce en la falta de apoyos al campesinado que les permita desarrollar/ampliar la producción/distribución/comercialización en una situación económica tan compleja. Una orientación que se articula con las respuestas a medias que da la institución en muchos rescates, lo que se une a su vez a la continuidad de los atropellos: desalojos, persecuciones judiciales, complicidad de cuerpos de seguridad del Estado.

El debate alrededor de la política agraria está en el centro de la mesa. Este punto no se solucionará en un acto con la marcha campesina, ni la posible reunión con el presidente Maduro. Se trata de un punto neurálgico del debate económico en esta etapa de la revolución, de orientaciones tomadas, unidas a la situación de crisis de las empresas estatales como Agropatria, Pedro Camejo, o la poca capacidad de las instituciones dentro del Ministerio de Agricultura que deberían apoyar la producción campesina.

La pelea es peleando, y no habrá respuesta mágica ni inmediata. La marcha campesina ratificó que la inmovilidad ayuda a quienes buscan revertir lo que se alcanzó con tanta lucha. En el caso campesino costó más de 300 muertos. La solidaridad alrededor de la marcha, y sus posibles efectos desencadenantes, ya son una victoria. Queda mucho por delante.

(*) Licenciado en Sociología. Cronista y periodista.

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