Panamá: crisis pre-revolucionaria – Por Rubén D. Sousa B.

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Por Rubén D. Sousa B.*

La república de Panamá vive un fenómeno social no conocido antes a lo largo de su formación como país desde el siglo XVI. Primero fue colonia española; después, un Departamento colombiano, y a renglón seguido, una república bajo la tutela norteamericana, administrado por la oligarquía feudal y comerciantes emigrantes. Por último, se convirtió en un estado formalmente soberano al liberarse del colonialismo yanqui, pero aún con el grillete neo-liberal establecido en el Tratado de Neutralidad, a través de una cláusula que le da facultades interventoras al gobierno imperialista yanqui para garantizar, unilateralmente, la neutralidad del Canal a su favor.

A partir de la invasión yanqui en 1989 y la respectiva ocupación de nuestro territorio, se erigió un régimen social cuyo propósitos más sobresalientes fueron, por un lado enterrar las aspiraciones políticas anti-imperialistas y anti-oligárquicas, con el fin de establecer un orden sistémico en que se echaba al suelo el orden torrijistas, exponente del mandato del 9 de enero, y por el otro restaurar el poder oligárquico bajo la máscara de civilismo y cerrar el paso definitivamente a las aspiraciones nacional liberadoras del pueblo panameño. Así las cosas, después de 1989 se impuso una fórmula político administrativa, bipartidista que duró 20 años, hasta que en el 2009 se rompió, con el ascenso al poder del Cambio Democrático, lo cual nos ha conducido, para peor, al desastre que vive ahora nuestro país.

Todo el sistema histórico social panameño, fraguado en 500 años, está en decadencia sistémica. La crisis que afecta la esfera del poder y el orden o sea, la super estructura política de nuestra sociedad, se aviva por la confrontación de clases que se disputan el poder en una comunidad dividida en diversas clases sociales.

Este fenómeno multiclasista, que en nuestro medio social ha tomado niveles profundos, nos ha conducido a una situación en que cada día es más difícil la conciliación entre los intereses de clase diferentes. Actualmente, en la experiencia diaria de la vida social, se profundiza y se amplía la discordia interclasista y la intensidad del descontento. Es lo que se conoce como situación pre – revolucionaria, en la que los de abajo cada día son menos tolerantes y resignados, y los de arriba se ven cada día forzados a ser menos atrevidos y ultrajantes.

En el desarrollo de la confrontación social se puede crear una dinámica creciente que nos lleve a una crisis revolucionaria, en la que los de abajo organizan su poder político para antagonizar con el poder de los de arriba por un cambio radical del orden establecido. Ante el desequilibrio del sistema actual hay una maduración en su antagonismo que nos acerca gradualmente a una ruptura social.

La diversidad de los movimientos de protestas, exigencias, y denuncias de las diferentes sectores populares establecen el fin de la indiferencia y la mansedumbre popular. Este estado de confrontación de los diferentes frentes populares, relaja y debilita el poder y autoridad del Estado existente, derivado de la invasión del 89.

Esto es el verdadero significado de lo que tiende a convertirse en un clamor popular con respecto a una Asamblea Constituyente. Los obstáculos políticos que atajan a que se de satisfacción a las necesidades popular crecientes nos están llevando a desembocar en una situación revolucionaria, que consistiría en una dualidad de poderes: el poder formal cada día más arbitrario y absurdo, y el poder de hecho, desde abajo, cada día más desafiante y visible.

En la tendencia de esta atmósfera política hacia una crisis revolucionaria se realizarán las elecciones del 2019. El ingrediente que transporta el germen de la crisis revolucionaria es la intención de convocar una Asamblea Constituyente en el marco de esa cita electoral. Ésta Asamblea se plantea, desde la opinión pública, a partir de dos posibilidades: la paralela y la originaria, popularmente deliberativa.

Las elecciones del 2019 permitirán esclarecer el tránsito en que estamos de un estado pre-revolucionario y de protesta desde abajo contra el poder formal desde arriba, a formas de dualidad de poderes, es decir, poderes originados directamente desde abajo enfrentados a los poderes formales creados por las instituciones establecidas. Ese es el contenido fundamental de la situación que se vive en Panamá.

*Dirigente histórico del Partido del Pueblo de Panamá


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