Dictaduras latinoamericanas: Desaparecidas/os pero nunca olvidadxs – Por Gabby De Cicco

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Por Gabby De Cicco *

Ariel Dulitzky, presidente del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias de Naciones Unidas señaló, en una conferencia en Argentina, que el Grupo tiene en la actualidad 43000 casos de personas desaparecidas a nivel mundial. AWID conversó con la periodista Marta Dillon[1] y la educadora popular feminista Claudia Korol[2] para aprender sobre la historia de esta práctica y cómo afecta a las mujeres en particular.

Mientras el decreto de Adolf Hitler «Decreto Noche y Niebla» se considera el antecedente de la desaparición forzada de personas, esta práctica se intensificó y extendió como parte de la planificada represión durante las dictaduras en América latina, desde los años 60 a los 80. Hoy en día, en países donde existen gobiernos democráticos, esta forma de violencia es una de las formas más comunes de violación a los derechos humanos, y llega a afectar a personas que no realizan actividades de índole políticas.

Desapariciones forzadas durante las dictaduras en América Latina[3]

Las tensiones geopolíticas entre los Estado Unidos y la Unión Soviética pos Segunda Guerra mundial, lo que se conoció como “Guerra Fría”, permitió crear el contexto necesario para el surgimiento de muchas de las dictaduras en América Latina. 1947, los Estados Unidos habían creado el Consejo de Seguridad Nacional que fue el que desarrolló de la doctrina de “seguridad nacional”. Esta doctrina y cultura de la represión de disidentes ideológicos sirvió como adiestramiento[4] a oficiales de los ejércitos de varios países de América Latina, en la Escuela de las Américas en Panamá.

Muchos de esos países extremarían esa doctrina represora en sus países motivados por la lucha anticomunista. Una de las formas de violencia y represión practicadas por estas dictaduras fue la desaparición forzada. Cínicamente, en una conferencia de prensa, el genocida General Jorge Videla, Jefe de la Junta militar que asumió de facto el gobierno en Argentina en 1976, declaró que “Un desaparecido, no tiene entidad. No está ni muerto ni vivo, está desaparecido…Frente a eso no podemos hacer nada”.[5]

Claudia Korol explica a AWID que “la desaparición forzosa fue el mecanismo principal que asumió la política genocida. Era un crimen múltiple. Desaparecer a la persona viva, y convertirse así en dueños de su vida y de su muerte. Un poder gigantesco ejercido con crueldad sobre aquellos y aquellas que habían tenido la osadía de desafiar al poder, sobre sus familiares que sin duelo posible quedaron aferrados a una búsqueda que les ocupó el resto de sus vidas y las marcó hasta el final, y sobre una sociedad a la que pretendió disciplinar con el terror”.

En diciembre de 1992 el abogado paraguayo Martín Almada mientras investigaba para conocer cómo murió su esposa y cuáles eran los datos que sobre él tenía el régimen del dictador Stroessner, se encontró en una estación policial de Lambaré, afueras de Asunción, un archivo inesperado: documentos que registraron durante décadas la historia de la represión en ese país y otros países de América Latina. Esos documentos luego se conocieron como los “Archivos del horror” y ayudaron para comenzar a esbozar la historia de lo que se conoció como “Operación o Plan Cóndor”. Los archivos documentaban la cooperación de la inteligencia de Estados Unidos con las de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. Un plan de exterminio de militantes de izquierda y de movimiento sociales.

Madres reclamando, el comienzo de un movimiento

El 30 de abril de 1977 las Madres de Plaza de Mayo, comenzaron con sus marchas de los jueves en la histórica plaza para reclamar por sus hijas e hijos desaparecidos. “Los desaparecidos”, ese enunciado tan cínicamente utilizado por el dictador, aparece como un doblez de esa realidad para visibilizar a quienes ya no estaban y a quienes se los buscaba.

Explica Marta Dillon a AWID, “que debemos recordar que justamente la consigna durante la dictadura y hasta que empezó la democracia era «Aparición con vida». La palabra “desaparecido” era bien estratégica en el sentido de que no estaban muertos sino que estaban vivos. Esa utilización por parte de las Madres y de los familiares fue estratégica. Sobre todo que no estaban muertos, que estaban desaparecidos, faltaban de sus casas, y eso era lo que decían las Madres al principio: «me falta mi hijo», «falta de su casa». Este relato de existencia familiar y social se opuso a lo que Dillon señala como esa “anomia a la que los militares sometían a las y los militantes al llamarlos “subversivos o guerrilleros”.

En diciembre de 1980, mientras aún seguían en píe las sangrientas dictaduras de América Latina, se creo el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias de Naciones Unidas. El mismo fue creado con el mandato de asistir a las familias en la búsqueda de sus familiares desaparecidos. En la creación de dicho grupo las Madres de Plaza de mayo de Argentina jugaron un rol muy importante.[6]

Desde 1993 Ciudad Juárez en México empezó a experimentar los terribles crímenes y desapariciones de mujeres, los primeros casos de feminicidios allí. Las madres se empiezan a organizar para pedir justicia, y en 2001 por ejemplo, se crea “Nuestras hijas de regreso a casa”, cuya tarea incansable continúa día a día junto a otras organizaciones. Cuando desaparecieron los 43 estudiantes en Ayotzinapa, el 26 de septiembre del 2014, volvió a escena la figura de los desaparecidos, y la búsqueda más amplia que realizan sus familiares.

En el caso de los 43, las madres y padres están utilizando este dicho: “Vivos se los llevaron, Vivos los queremos”, pedido que funciona casi como espejo de aquel pedido de los años 70 de las Madres de Plaza de Mayo. También la desidia y la violencia estatal se ensaña con ellas/os como con la época de la dictadura argentina Como dicen los padres y madres desde su Facebook, “Pedimos saber el paradero de nuestros hijos y nos mandan policías. Esa es la terrible realidad que tenemos que cambiar”.

El reciente informe presentado por IM-Defensoras, señala que muchas otras madres y familiares en la región se están organizando para sus búsquedas, las “Nuevo León o Coahuila, en México, que buscan a sus hijos/as desaparecidas; las madres salvadoreñas y hondureñas que recorren toda la ruta migratoria buscando a sus hijas/os migrantes desaparecidos; las madres guatemaltecas que desde hace décadas siguen buscando a sus hijas e hijos desaparecidos durante la guerra; son ejemplos que se multiplican en todos los territorios de la región”.

Mujeres desaparecidas y violencia de género

Las mujeres detenidas-desaparecidas, y aquellas que sobrevivieron al cautiverio en los campos de detención, sólo por el hecho de ser mujeres sufrieron torturas específicas. Las militantes prisioneras “sufrieron la violencia sexual, el acoso, las violaciones, y embarazos no deseados” explica Korol y continúa, “las mujeres desaparecidas, fueron torturadas específicamente por medio de la violencia sexual. Algo que se volvió tabú, como es tabú la sexualidad en la sociedad, y que por ello costó casi treinta años denunciar, visibilizar, y juzgar”. No fue hasta los Juicios por la Verdad que los testimonios de las sobrevivientes pudieron superar ese tabú, le pusieron voz, cuerpo. Pudieron comenzaron a narrar los horrores por las que pasaron ellas o sus compañeras de celda. Korol resalta que las denuncias realizadas por ellas, sobre todo de la “violencia sexual como parte de los crímenes de lesa humanidad, se han vuelto fundamentales, no sólo para hacer justicia, sino también para poder pensar y actuar contra uno de los chantajes que se imponen sobre las mujeres, que consiste en re victimizarlas frente a la violencia sufrida, por el temor y vergüenza que provoca decir que han sido violadas o agredidas sexualmente”.

Recientemente, en el juicio al dictador Ríos Montt en Guatemala en 2013, donde se lo juzgó por genocidio y crímenes contra la humanidad, los testimonios de las mujeres indígenas Ixiles probaron los abusos y la violencia ejercida por los militares. Según el informe de la Federación Internacional de Derechos Humanos, lo que se probó va “desde la violación sistemática de mujeres, niñas y ancianas hasta la destrucción de fetos, pasando por la esclavitud sexual dentro del Ejército”. La presentación de la fiscalía fue de 1485 mujeres violadas por soldados. Ríos Montt fue encontrado culpable pero luego fue liberado por la Corte Suprema de su país. Esta liberación arbitraria, creada a partir de un artilugio legal, volvió a victimizar a las mujeres Ixiles.

Mujeres desaparecidas en democracia

Narcotráfico, trata de personas, esclavitud sexual, femicidios multiplican las formas en que las mujeres son violentadas y desaparecidas, lo mismo sucede cuando los Estados reprimen las protestas sociales, incluyendo las acciones llevadas a cabo por las Mujeres Defensoras de Derechos Humanos. Las políticas económicas neoliberales, los juegos de poder con guiños a las corporaciones (particularmente a las compañías mineras) en diferentes países, las complicidades entre los Estados y los empresarios o terratenientes impulsan algunas de estas formas de represión.

Los actores estatales muchas veces son los principales responsables de la violencia en contra de las defensoras, y muchos “gobiernos han reforzado la criminalización de las defensoras, aumentando la estigmatización y descrédito de su trabajo y utilizando de manera facciosa la ley para restringir sus derechos y libertad”. Los Estados muchas veces han funcionado para “encubrir, apoyar y alentar las agresiones cometidas por otros actores cada vez más implicados en la violencia contra las defensoras, como son las empresas nacionales y trasnacionales y otros poderes fácticos como las iglesias o el crimen organizado”.[7]

Según este informe, los pocos mecanismos de protección existentes no toman en cuenta la manera en que factores como el “contexto donde llevan a cabo su trabajo, el género, la orientación sexual e identidad de género o la pertenencia étnica, entre otros, afectan las formas en que las defensoras viven las violaciones a sus derechos humanos”.[8] Nuevas políticas deberán tener en cuenta estos contextos, y os Estados deben cumplir con sus obligaciones en materia de derechos humanos para así garantizar la protección de las vidas y el respecto de los derechos de las Defensoras cualquiera sea su área de trabajo..

Notas

[1] Marta Dillon es la directora del suplemento feminista “las 12” del diario argentino Página 12. Su último libro es “Aparecida”.

[2] Claudia Korol es también una periodista argentina también y pertenece al equipo de “Pañuelos en Rebeldía”, experiencia de educación popular.

[3] Hubo otras dictaduras en la región, las más tempranos en Centroamérica pero que no entraron en este plan al que estamos haciendo referencia, el Cóndor. https://www.amnesty.org/es/latest/news/2012/08/desapariciones-forzadas-a…

[4] En 1961 se realiza un “curso interamericano de guerra contrarrevolucionaria en la Escuela Superior de Guerra, con la participación de instructores franceses, experimentados en los conflictos de Vietnam, Indochina y Argelia.” (La última dictadura militar argentina (1976-1983): la ingeniería del terrorismo de Estado). Estos especialistas franceses fueron los que dieron las herramientas para los diferentes métodos de tortura.

[5] Tan sólo en Argentina hubieron 30000 personas desparecidas entre 1976 y 1983. Para consultar sobre el resto de los países de la región se puede consultar: https://www.amnesty.org/es/latest/news/2012/08/desapariciones-forzadas-a…

[6] Desde 1980, como ha señalado su presidente Ariel Dulitzky, “la región estuvo a la vanguardia de los debates que llevaron a la adopción en 1992 por parte de las Naciones Unidas de la Declaración sobre la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas, la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas de 1994 y la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas aprobada por las Naciones Unidas en 2006”.

[7] Informe de IM-Defensoras, Pág. 64.

[8] Informe de IM-Defensoras, Pág. 64.

* Lx autorx dedica este artículo a la memoria de Alicia De Cicco (1952-1975), aún desaparecida.

Awid


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