Las penas son de nosotros, los frigoríficos son ajenos

Frigorífico Carrasco, foto Guimaraens, Archivo El País, nd 20080215
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“Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”

 decía el cantautor argentino Atahualpa Yupanqui, en una concepción excelente de aquella ganadería de los años 1940. Más allá de lo que sucedía en ese momento, con el pasar del tiempo, el capital ha evolucionado tanto que el hecho de tener vaquitas ha dejado de ser importante en el gran negocio de la carne vacuna.

No podemos negar que la posesión en sí de animales vacunos da cierto status social en muchos de los países de nuestra América Latina, pero la realidad nos muestra que cierta atomicidad que encontrábamos en la cadena de producción de la carne bovina empieza a perder actores, concentrándose cada vez más en el último eslabón, poniendo a los frigoríficos como los grandes ganadores y formadores de precios de la cadena.

A pesar de que en la actualidad, la producción animal es un sector estratégico para la seguridad alimentaria regional, que aporta el 25% de las calorías y el 15% de las proteínas que consumen los habitantes de la región, esto no resulta de interés para algunos sectores, que lejos de verla como un elemento fundamental para la alimentación y seguridad alimentaria, cada uno de los bovinos de estas tierras sólo cumplen la función de mercancía.

Los países de mayor producción bovina de Latinoamérica sufren año tras año la concentración de la faena, quedando cada vez más atrapado a la hora de comercializar.

En el caso de Uruguay, el consorcio brasileño Minerva contaba con el frigorífico Canelones y, a partir de los conocidos hechos de corrupción de la trasnacional brasileña JBS, se quedó también con el negocio que esta empresa mantenía en territorio oriental: los frigoríficos Pul (Cerro Largo) y Carrasco.

Por su parte la empresa Marfrig tiene cuatro plantas (en los departamentos de Tacuarembó, Salto, Colonia y San José), que en conjunto faenan el 22% del total nacional. Entre Minerva, Marfrig y el frigorífico BreedersPackers Uruguay SA (grupo Nipponham japonés 100%) hoy matan aproximadamente el 48% de la faena total.

Paraguay cuenta con menor suerte que el caso anterior. Sólo dos grupos concentran el 70% de la faena. Aquí volvemos a encontrar a Minerva con sus sedes Frigomerc y Friasa, y las adquiridas a JBS (Ifpsa, San Antonio y Belén) y el alquiler de la planta Expacarne. El otro grupo de mayor poder del país es el Frigorífico Concepción, con capitales brasileños y paraguayos.

En Brasil, antes del escándalo de corrupción, JBS tenía a su cargo el 25% de la faena registrada, mientras que Marfrig participaba del 8% y Minerva del 7%. El conjunto de las tres empresas concentraba casi el 40% de la matanza. Este país representó en 2017 el 60% de las exportaciones cárnicas del Mercosur llegando a 1,21 millones de toneladas.

En Argentina, los frigoríficos brasileños participan sólo del 5,5% de la faena total del país: Minerva, con planta en Rosario; BRF en San Jorge, Santa Fe y Marfrig en Villa Mercedes, San Luis. En conjunto, y pese a que son conocidos como “frigoríficos exportadores”, estas empresas es más lo que destinan al consumo interno que al mercado externo.

La filial local del grupo frigorífico brasileño JBS encabezó el ranking de faena bovina 2017 en el mercado argentino con 377.872 animales, seguido por Mattievich (324.046), Frigorífico Rioplatense (267.433), Gorina (262.716), Arre Beef (228.310), Penta (193.303), Ecocarnes (188.413), COTO (188.153), Finlar (182.837) y Frigolar (176.518).

Los diez primeros operadores de la lista en el 2017 faenaron 2,38 millones de cabezas, una cifra equivalente al 19,5% del total de la faena registrada el año pasado.

Más allá de que en Argentina se observa una menor concentración de faena que en el resto de los países, su mercado exportador se encuentra concentrado en cinco empresas: Frigorífico Gorina, JBS Argentina (ahora Minerva, se quedó con el 15% de lo exportado en el segundo semestre de 2017), Arre Beef, Compañía Bernal y Compañía Central Pampeana, con aproximadamente el 60% de las exportaciones.

En general, Minerva cuenta en la actualidad con 26 plantas de faena, controla el 22% de las exportaciones del Mercosur y además de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay opera en Colombia. En el último cuatrimestre de 2017 obtuvo un ingreso neto de 1.296 millones de dólares.

Por su parte el Grupo Marfrig Global Foods, acordó la compra del 51% de las acciones de la empresa estadounidense NationalBeefPacking, por una cifra de mil millones de dólares. Mediante esta operación, la empresa brasileña pasará a ser la segunda mayor procesadora de carne bovina del mundo, con una facturación de 13.030 millones de dólares.

Otra modalidad del sector de frigoríficos para manejar el precio del animal en pie, es contar con feedlot (engorde a corral) propio o en corrales de terceros en hotelería, ya sea para exportación o incluso con destino al mercado interno. Esto le permite al frigorífico una mayor especulación a la hora de realizar compras.

De esta manera poseen un herramienta más contando al menos con un 20-30% de los novillos pesados que faena y en el caso de los exportadores apuntan a contar con mayor margen de entre un 20 y 50% de lo que faenan.

La “oferta cautiva” como la llaman en Estados Unidos, es una de las principales quejas que tienen allí los productores, incluso más fuerte que la misma concentración en donde sólo cuatro empresas representan el 80% de la faena del país.

La actividad no ha parado de sufrir los procesos de concentración y fusión, en especial el último eslabón de la cadena, en un proceso donde la producción primaria no parece ser el problema.

Como en todos los procesos productivos, las grandes trasnacionales, ocupándose de pequeños eslabones de cada cadena controlan e imponen las reglas de juego. Actualizando la obra de Atahualpa podemos decir que efectivamente las penas son de nosotros, los frigoríficos ajenos.


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