Gustavo Mondino, director del festival de teatro de Rafaela: “Las salas llenas son la señal de que estamos trabajando bien”

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Por Daniel Cholakian – Nodal Cultura (Desde Rafaela)

Gustavo Mondino es el director artístico del festival de Rafaela. Su relación con el teatro viene desde su infancia por lo cual, aunque es un joven gestor cultural, tiene cerca de 30 años circulando por los escenarios. Desde la década del ’90 su dedicación al teatro ha sido plena, habiendo sido vestuarista, actor, director y gestor del Centro Cultural La Máscara, en esta, su ciudad.

Incansable, Mondino está presente en cada una de las funciones. En las mañanas también se llega hasta el espacio de las devoluciones, donde público, periodistas, críticos y artistas se encuentran para conversar sobre las obras presentadas durante el día anterior. Acompaña cada uno de los talleres y las presentaciones y vigila que todo esté bien para cada uno de los invitados. Se define como un obsesivo y su incansable actividad parece confirmar que esto es un calificativo apropiado.

Nodal Cultura dialogó con Gustavo Mondino durante el desarrollo del festival. En la conversación contó los orígenes del Festival de Rafaela, los modos en los que se diseña su programación, la relación del mismo con el público local y el modo en el que este encuentro se relaciona con la escena latinoamericana.

¿Cómo surgió el Festival de Teatro de Rafaela?
En el año 2004 el Instituto Nacional del Teatro, por un acuerdo con el intendente de la ciudad de entonces, Omar Perotti, decidió hacer la Fiesta Nacional del Teatro en Rafaela. Esto era algo inusual, porque Rafaela no es capital de provincia. Y sucedió algo que nadie se esperaba: el público respondió de una manera tremenda, agotando entradas, llenando las salas, movilizándose de una manera que sorprendió a todos. Perotti entonces quedó muy movilizado por lo que pasó en la ciudad, y armó un comité, en ese momento dirigido por Marcelo Allasino. Entonces hizo una consulta “¿podemos tener algo así en Rafaela para Rafaela?”. Claro, fue la respuesta automática. Al año siguiente, entonces, tuvimos nuestro festival propio.
Por supuesto que al comienzo fue un festival pequeño, arrancó con 15 obras en 3 días, pero desde entonces no paró más. Esta es la edición número 14 y ha ido creciendo en todos estos años.
Hace unos años encontramos algo como un techo. Para seguir creciendo necesitaríamos de alguna decisión política que decida extenderlo en días, o alguna otra cuestión que permita tener más propuestas. Ahora tenemos un festival que se compacta en 6 días, con un volumen entre 30 y 35 espectáculos con los que tomamos la ciudad. El festival no solo transcurre en salas teatrales, sino también en espacios alternativos. Sumamos salones o sedes barriales, para llegar a los barrios más alejados y tomamos el espacio público, programando en plazas y en espacios verdes. La programación es intensa porque arranca en la carpa de circo a las 11 de la mañana, y la última obra del día comienza después de las 11 de la noche. Comprimimos todo lo que podemos, por lo que es sumamente intenso.
Nos gustaría que cada día esté un poco más “aireado”, para darle más lugar a los talleres de formación. Los seminarios que programamos a los dos días de abrir la inscripción se agotan y nos interesa mucho sostener ese foco para la formación de artistas rafaelinos.
su origen está pensado para contemplar a un público diverso, amplio. Siempre se hace durante las vacaciones de invierno, por lo que hay un eje importante puesto en la programación para toda la familia. Como para provocar ese momento de encuentro entre padres e hijos, para que tengan el tiempo de disfrutar juntos. Por eso nuestra programación, hasta la tardecita, está pensada como Apta para todo público.

En relación con el público local de una ciudad relativamente pequeña, hay dos hechos que llaman la atención: el primero es que en los espectáculos que se presentan en los barrios, no solo hay gente del barrio, sino que llega público de diferentes lugares de la ciudad; el segundo es que el festival no está cooptado por los artistas y gente vinculada al teatro, sino que hay un público ajeno a la actividad y que llena las salas con una avidez notable ¿cómo se explica esto?
El festival es para todo el mundo, es súper inclusivo, no hay dudas. En los primeros años el festival fue básicamente un festival de obras que sucedían en las salas teatrales. Luego, cuando se había instalado de esa forma, se tomó la decisión política de abrir el festival a la ciudad, para que la gente que es no es público habitual de teatro también tenga cerca, y con acceso fácil, una obra. Así comenzó a llevarse el festival a sedes barriales y salones barriales.
En ese momento, las obras que sucedían terminaban siendo exclusivamente para la gente del barrio, no por restricción alguna, sino porque se tomó solo como un modo de acercar las obras al barrio. Pero con el tiempo, como esas obras que programamos en los barrios no están programadas en otros sitios del festival, sucedió es que gente de barrios más céntricos o que es público habitual de teatro, empezó a incorporar también esos espacios, porque allí había espectáculos que no vería de otra manera. Y comenzó a producirse este intercambio, la gente del radio más céntrico de la ciudad va a los barrios más alejados a ver obras y también, ha sucedido con el tiempo, la gente de estos barrios alejados, que empezó a tener el hábito de ver teatro, empezó a tener en cuenta a las salas que proponen teatro más allá del festival. Así los lugares dejaron de ser exclusivos para el barrio, y los habitantes de esos barrios dejaron de ver teatro exclusivamente en sus barrios.

¿Cuál es el criterio artístico con el cuál seleccionan las obras que se presentan?
Nosotros no tenemos una línea curatorial que elija cada año hablar de algo o tener un eje temático.  El festival es súper amplio, especialmente por los diferentes públicos a los que queremos llegar. La curaduría está puesta en la calidad de los espectáculos y que dentro de esa oferta, haya espectáculos de diferentes géneros teatrales, para diferentes públicos. Espectáculos accesibles desde su concepción y otros más complejos, que los disfruta tal vez un público más habituado a ver teatro. Tratamos de contemplar al público tan diverso que tenemos. El eje es la calidad.
Se está poniendo un poco duro programar, porque hemos recibido más de 500 propuestas y a eso se le suma todo lo que veo en vivo en mercados y festivales, que visito durante el año. Quedarnos solo con 30 espectáculos es un trabajo arduo.

Marcelo Allasino (director del Instituto Nacional del Teatro) dijo en su discurso en la apertura que el festival de Rafaela se ha internacionalizado y que está en la mirada del calendario internacional ¿por qué ocurrió esto?
Yo creo firmemente en el trabajo a conciencia y bien hecho, sostenido durante todos estos años. Somos un equipo muy compacto, compuesto por gente vinculada a las artes escénicas. Trabajamos con mucho compromiso, con mucho corazón puesto en el festival. Soñamos en cosas lindas para nuestra ciudad, que es pequeña y necesita desarrollarse en un montón de sentidos. Nosotros nos ponemos la camiseta y hacemos que estos días de festival transformen a la ciudad. La repercusión que tiene, el impacto en la gente, las salas llenas, son la señal de que estamos trabajando bien.
Ese trabajo sostenido, la programación, y los artistas argentinos, porque todos quieren venir al festival de Rafaela, hacen que esto haya trascendido fronteras y hoy estemos inmersos en el panorama de festivales del mundo.

Este año se presentan una serie de obras de América Latina que son muy interesantes. “Nómadas”, “El ensayo”, “Otros problemas de humanidad” y “El Dylan” ¿Qué nos puede contar sobre la presencia de estas obras en el festival?
El proceso de internacionalización del festival de Rafaela comenzó en 2013. El año anterior notamos que habían llegado muchas obras internacionales, sin que las estuviéramos buscando. Por eso entendimos que, por algún motivo, el festival estaba sonando en América Latina, sobre todo. Entonces tomamos la decisión de insertarnos en ese plano. Cinco años después te puedo decir que el festival de Rafaela está inserto en el panorama de festivales de Latinoamérica.
El trabajo que hacemos es muy consciente, porque somos un festival grande en lo que generamos, pero pequeño en producción. Necesitamos cogestionar con cada obra que invitamos del exterior. Mediante fundaciones, embajadas, sistemas que cada gobierno tiene para apoyar la circulación de sus artistas. Tenemos que lograr la logística para que los países paguen los boletos aéreos que son esenciales para que sea posible esto. Luego nosotros producimos la llegada a Argentina y todo lo que sigue.
Cuando conozco a los artistas, sabiendo que puedo traer una obra de cada país, e ir rotando países, lo que me interesa es la calidad es que esos espectáculos. Busco trabajo que me conmuevan y me hablen de cada país. Me parece que eso es interesante.
En el caso del grupo de Colombia que mencionabas, una sus problemáticas es, como lo sabemos, el tema del narcotráfico, de la droga, de los sicarios. Cuando vi “El ensayo” me conmoví profundamente, porque me parece que cuenta la problemática desde un lugar sumamente ingenioso y creativo. Así logra poner en escena una realidad muy dura, a través de una comedia dramática muy accesible para todo el público. Al mismo tiempo representa mucho lo que he visto en el teatro colombiano.

 

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