De qué hablamos cuando hablamos de tiempo: un análisis desde la universidad
La importancia de estar sincronizados
Por Malena Mul Fedele*
Si bien todos sabemos de qué hablamos cuando hablamos de tiempo, muchas veces es difícil definirlo o explicar exactamente qué es. Sin embargo, para que nuestro organismo funcione correctamente, la mayor parte de nuestras funciones deben realizarse “a tiempo”, es decir, en un momento preciso del día. Para ello, existe un reloj en el cerebro de casi todos los organismos, que en los mamíferos se encuentra en el hipotálamo.
Este reloj circadiano o biológico se sincroniza con el ciclo de luz-oscuridad de 24 horas, al cual estamos expuestos diariamente, logrando poner en hora a casi todas las funciones de nuestro organismo, para que pueda funcionar correctamente. De este modo, el reloj genera y sincroniza ritmos circadianos (es decir, “de duración cercana al día”) de temperatura, de ingesta de comida, de sueño-vigilia, de secreción hormonal, entre tantos otros más.
Pero en nuestra sociedad actual, que se mantiene activa las 24 horas del día, es muy difícil poner en hora a nuestro organismo. Más allá de que dormimos poco (lo cual por si solo ya es un factor negativo para nuestro funcionamiento), también dormimos en deshora. Nos acostamos más tarde de lo que deberíamos, nos levantamos antes de que nuestro cuerpo esté listo para despertarse y a veces dormimos cuando nuestro cuerpo está preparado para que estemos despiertos.
Estos factores empeoran en aquellas personas que trabajan en turnos rotativos o nocturnos, o que realizan vuelos transmeridianos con frecuencia (como es el caso de pilotos o azafatas). En estos trabajadores, por ejemplo, se han reportado numerosos trastornos de la salud, aumentando el riesgo de disfunción cardiovascular, alteraciones gastrointestinales, síndrome metabólico y disfunción reproductiva, así como un mayor cansancio y aumento de errores de tipo cognitivo. Además, en los últimos años, varios estudios demostraron que estas situaciones laborales (donde el reloj biológico no se sincroniza correctamente) se relacionan con la aparición de enfermedades graves como ciertos tipos de cáncer, diabetes y obesidad, entre otras. Esto llevó a que, en 2007, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableciera al trabajo nocturno como factor de riesgo para el desarrollo de cáncer.
En el Laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) estudiamos algunos de los factores que se alteran en estas situaciones, utilizando un protocolo experimental que simula los cambios del ciclo de luz-oscuridad que sufren los trabajadores en turnos rotativos. Con este esquema en roedores se demostró, por ejemplo, que presentan un aumento mayor de peso, aun ingiriendo la misma cantidad de comida que aquellos que son sometidos a un ciclo normal de luz. También pudimos advertir que son más susceptibles a desarrollar tumores experimentales que aquellos que se encuentran en un ciclo de luz-oscuridad normal. Por lo tanto, a través de este modelo de desincronización circadiana, estamos buscando cuáles son las bases fisiológicas y moleculares responsables de estas alteraciones en el organismo.
Como se puede observar, esta desincronización del reloj biológico con el ciclo de luz ambiental no resulta nada desdeñable y representa, desde aquí, uno de los desafíos actuales de los cronobiólogos. El objetivo será diseñar herramientas que permitan detectar la predisposición al desarrollo de estas enfermedades en poblaciones vulnerables (trabajadores en turnos rotativos) para poder, por ejemplo, realizar un tratamiento temprano basado en estrategias de temporización circadiana.
*Lic. en Biotecnología de la Universidad Nacional de Quilmes y becaria doctoral del Conicet en el Laboratorio de Cronobiología
Fuente-Universidad Nacional de Quilmes