A un mes de la tragedia, familiares siguen buscando a las víctimas de la erupción

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Familiares siguen en Los Lotes buscando a las víctimas de la erupción

Hace un mes, la lava y la ceniza caliente arrojada por el Volcán de Fuego, el 3 de junio pasado, devastó no solo comunidades en las faldas del coloso sino también los sueños de sus habitantes.

Al acercarse a la zona cero, a San Miguel Los Lotes, en Escuintla, la aldea más afectada, la desolación se deja sentir. Los restos de techos de casas, láminas, troncos de árboles, prendas de vestir, zapatos y hasta juguetes entre las cenizas, salen al paso.

La tierra ya no está caliente, pues la lluvia que ha caído en los últimos días ha mojado el suelo y ha formado charcos en los agujeros que hombres y mujeres han abierto con sus manos, con palos, con piochas y con palas para encontrar los cuerpos de sus familiares que no han sido desenterrados.

Las autoridades reportan 113 fallecidos en el lugar, pero pobladores como Otto Ramiro García aseguran que son más: “Aquí hay muchos muertos todavía, mínimo unos mil 400”.

La aldea fue declarada inhabitable por la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), pero eso no ha frenado a las personas a continuar con la búsqueda de sus familiares.

Con la ayuda de donaciones particulares de personas del extranjero, como el pastor Joel Reinford, se ha contratado los servicios de maquinaria para agilizar las labores, lo que ha despertado la fe en los sobrevivientes, pues su deseo es dar cristiana sepultura a su gente.

La lluvia también ha limpiado las hojas de los pocos árboles que quedaron en pie, y algunos retoños comienzan a florecer, dando color a la estampa gris y triste que dejó la erupción.

Pero la temporada de lluviosa puede tornarse en una amenaza para las comunidades en las faldas del volcán, por los lahares que se podrían presentar, debido al material volcánico acumulado que sería arrastrado con la lluvia.

De acuerdo con Eddy Sanchéz, director del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh), estos “pueden superar hasta los cien eventos y el promedio de cada uno sería de 10 millones cúbicos”.

El día de la erupción, la columna de humo que arrojó el Volcán de Fuego alcanzó los seis mil metros sobre el nivel del mar, y los días posteriores se mantuvo entre 4 mil 200 a 5 mil 600. Ayer se reportaron de dos a tres explosiones débiles por hora, expulsando columnas de humo de ceniza gris a los 4 mil 200 metros sobre el nivel del mar.

“Tengo que desenterrar a mi familia”

Eufemia García

Su piel quemada por el sol, sus manos agrietadas por el contacto con la tierra y la ceniza, son evidencias de los días que Eufemia García ha pasado removiendo el terreno que era de su madre. Allí, asegura, aún se encuentran soterrados 40 de sus familiares.

Ella es una de las pocas mujeres que todos los días, desde la erupción del volcán, trabajan por desenterrar a sus familiares en San Miguel Los Lotes. En medio de la nada, se le puede ver con una pala entre las manos, sin mascarilla ni botas. El deseo por encontrar los cuerpos de sus tres hijos, de su nieto, hermanos y sobrinos, la mantienen de pie en el terreno que fue arrasado por la erupción del Volcán de Fuego.

La mujer se convirtió desde el primer día de la tragedia en un símbolo de perseverancia y del dolor que viven los sobrevivientes de la erupción, pues no se ha apartado del lugar.

Ella fue quien reclamó al presidente Jimmy Morales por ayuda para encontrar a sus familiares.

“Ya no quieren que desenterremos a nuestra gente, cuando creo que tenemos todo el derecho porque esta propiedad es de nosotros, y aquí está nuestra familia”, menciona sin soltar la pala que se ha vuelto su compañera de largas jornadas, que terminan cuando la lluvia comienza a caer.

Eufemia tiene una lista con los nombres y apellidos de las personas que quedaron soterradas. Eran 50, pero ya recuperó los cuerpos de 10, entre ellos el de su madre, el pasado 10 de junio.

“No me voy de aquí porque tengo que desenterrar a mi familia. No me importa, aunque sea huesitos encontraré, pero yo quiero llevármelos”, dice con la mirada clavada en el suelo.

Ayer, Eufemia trabajaba incansable frente a una montaña de arena y ceniza, rodeada de una zanja de varios metros que se formó por la excavación de la tierra en el lugar. El surco se ha llenado de lodo por la lluvia que ha caído en los últimos días, lo que dificulta la tarea. Afortunadamente, no está sola, varias personas se han sumado para apoyarla.

“Es triste y angustioso perder uno a su la familia. Aquí, la colonia está llena de muchas familias que murieron”, lamentó.

Familia sobrevivió de milagro

Loida Siquinajay

“Dije que nunca volvería a venir”, indicó Loida Siquinajai, parada donde se ubicaba su casa, que quedó enterrada por material volcánico. De milagro, ella, sus hijos y su esposo lograron salvarse.

En su mente es imborrable la escena del material piroclástico que avanzaba hacia donde ellos estaban. Era la hora del almuerzo y esperaba en la puerta de su casa a su hija que traía las tortillas. Al ver la nube negra que se acercaba, tomó a sus niños y corrió. Le dijo a una prima que vivía enfrente que huyeran, pero no atendió a su suplica.

En las calles, la gente se amontonó y era imposible correr. Así que Loida tomó la decisión de ir en busca de su madre y hermanos que vivían cerca. Un camión los estaba esperando para sacarlos, pero no pudieron avanzar.

“Nos quedamos allí a la voluntad de Dios”. Cuando todo pasó, rompieron un cerco de lámina y lograron llegar al techo de una casa de dos pisos. Su esposo y su hermano hicieron un puente con unos palos y lograron escapar. La noche había caído. “No sacamos nada de la casa, si lo hubiera hecho, no lo estaría contando”.

“Aquí está enterrada mi casa”

Elder Vásquez

Donde está parado no hay más que área volcánica y piedras de gran tamaño, pero allí, debajo de todo ese material, asegura están los cuerpos de su esposa y de sus hijos, que no pudieron huir de la erupción del volcán.

Su rostro se ve cansado, pues lleva días buscando los cuerpos de su familia. Con palas y palos remueve la tierra, pues quiere darles cristiana sepultura. Pero esta vez, no hará el trabajo solo. Recibió la colaboración económica de un grupo de estadounidenses para contratar maquinaria que le ayudará a remover la tierra. “Me cobran Q225 por hora”, un dinero que menciona no podría pagar si no fuera por la ayuda que recibe.

“El Gobierno no nos ha dado ayuda, más bien nos está complicando el trabajo, porque ha dado la orden a los policías de que no nos deje entrar (a la zona cero)”, indicó un tanto decepcionado porque él, como otros pobladores, no descansarán hasta encontrar a sus seres queridos.

Después de tragar un poco de saliva y dar un respiro, dice: “Estoy parado cabal en donde era mi casa. Aquí está mi casa enterrada”.

Prensa Libre


Dolor y reproches un mes después de la mortal y destructiva erupción del volcán de Fuego

Un mes después de la erupción del volcán de Fuego la cifra oficial de muertos es de 113, pero hasta hoy casi 200 personas permanecen desaparecidas, ya que muchas víctimas siguen enterradas bajo las toneladas de lava y lodo que descendieron de las laderas y devastaron pueblos enteros.

Julio Roberto logró sobrevivir junto a su mujer y sus dos hijos. Pero su casa en la colonia San Miguel quedó sepultada el día de la tragedia, de la que este martes se cumple un mes. “No tengo trabajo, no tenemos nada”, lamenta en declaraciones a dpa este campesino, uno de los casi cuatro mil afectados que continúan en albergues improvisados.

Otro de los casos que ilustra la magnitud de la tragedia del 3 de junio es el de dos bomberos que habían acudido al área para ayudar y cuya unidad quedó envuelta en la carretera en una densa nube de flujo piroclástico (gases y material volcánico muy caliente), según mostró un video.

Ni los cuerpos ni el vehículo pudieron ser localizados, pese al empeño de sus compañeros socorristas durante semanas, dijo a dpa Fernando García, portavoz de la estación en San Juan Alotenango, departamento de Sacatepéquez.

“Nuestro corazón está triste y en el alma de los bomberos hay un vacío, nos faltan dos hombres valientes, no los vamos a dejar allí, los buscaremos mañana, tarde y noche”, manifestó en la red social Twitter David Cajas, jefe general de servicio del cuerpo.

Según las autoridades, el “cataclismo”, como calificó el suceso el presidente Jimmy Morales durante una reciente cumbre del Sistema de Integración Centroamericana (SICA) en República Dominicana, dejó 197 desaparecidos. Pero los sobrevivientes que aún lloran a sus familiares afirman que son más.

En su más reciente informe, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) indicó que hasta ahora sólo 84 víctimas pudieron ser identificadas.

En la morgue hay restos que corresponden a personas calcinadas cuya identificación no ha sido posible por la magnitud de las quemaduras, o bien son partes humanas a las que los forenses practican distintas pruebas, también genéticas, para tratar de establecer a qué familia pertenecen.

La víctima más reciente es una mujer de 23 años que había sido llevada al Instituto Nacional de Rehabilitación (INR) de México, por la gravedad de sus quemaduras. Otros nueve pacientes transferidos por acción humanitaria a hospitales de Estados Unidos (seis niñas) y México (tres adultos) siguen luchando por sus vidas, informó el ministerio de Salud.

La mayor cantidad de fallecidos se registró en Escuintla: 104. A ese departamento pertenece el poblado de San Miguel Los Lotes, que resultó devastado con 186 casas destruidas. Otras 750 fueron declaradas en riesgo, casi todas en dicho sector provincial.

Esta comunidad y El Rodeo, en el mismo departamento, fueron las más golpeadas, ya que están en un área donde desemboca la barranca Las Lajas, en el lado este del volcán. La erupción también causó daños y víctimas en el municipio de San Juan Alotenango, en Sacatepéquez, aunque en menor proporción.

El volcán de Fuego, de 3,763 metros de altura, está ubicado en una zona donde se unen tres departamentos: Escuintla (sur), Sacatepéquez (suroeste) y Chimaltenango (oeste). Es uno de los tres colosos activos en el país, con 62 erupciones en los pasados 22 años, 42 de ellas entre 2015 y 2018, según el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh).

A la incertidumbre y el dolor humano se suma la apremiante condición que sufren los cuatro mil sobrevivientes que, como Julio Roberto, permanecen en albergues improvisados, la mayoría en edificios escolares públicos, donde las clases debieron interrumpirse.

La catástrofe, de acuerdo con estimaciones del Banco de Guatemala , dejará pérdidas en agricultura, infraestructura y otros sectores de entre 67 y 108 millones de dólares y no se descarta que incida en las previsiones de crecimiento económico para el año actual, situadas entre 3,0 y el 3,8 por ciento.

El Gobierno tiene en marcha un “plan de recuperación y reconstrucción”, basado en un Estado de Calamidad decretado un día después de la tragedia. Su objetivo es ofrecer a los albergados un techo temporal para luego emprender la construcción de mil viviendas.

El alto costo en vidas humanas que el país centroamericano pagó por la catástrofe natural pasó también al terreno político. Diputados de partidos de oposición al gobierno de Morales denunciaron que, si bien el instituto científico a cargo de la vigilancia de los volcanes advirtió a tiempo la erupción y recomendó evacuar los poblados amenazados, la Conred no lo hizo con la celeridad necesaria.

No obstante, sobrevivientes reconocieron que muchas familias en los poblados de mayor riesgo no atendieron las recomendaciones y cuando quisieron hacerlo ya era demasiado tarde. Algunos, incluso, se quedaron observando la erupción.

El Periódico


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