Ortega: Del sandinismo heroico al bonapartismo nepotista y corrupto – Por Gerardo Villagrán del Corral

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Gerardo Villagrán del Corral- CLAE*

En las últimas semanas, Nicaragua volvió a ocupar titulares en la prensa –como lo hizo décadas atrás, durante la Revolución Sandinista–, cuando el gobierno de Daniel Ortega finalmente aceptó dialogar y llegar a un acuerdo con empresarios privados tras varios días de protestas que dejaron varias decenas de muertos en protesta por el anuncio del de reformar la Ley de Seguridad Social.

Las protestas y bloqueos carreteros continuaron este fin de semana en al menos 10 ciudades de las 17 provincias del país, tras dos noches marcadas por actos de vandalismo y enfrentamientos violentos, al tiempo que el ejército tomó distancia del mandatario al afirmar que no reprimirá las manifestaciones. El coronel Manuel Guevara, vocero del Ejército, indicó que la posición de las fuerzas armadas en esta crisis no es la de reprimir sino que está apegada al mandato constitucional de proteger objetivos vitales para el funcionamiento del país.

El episcopado, en tanto, busca fijar fecha para el diálogo con Ortega para poner fin a la crisis, que ya dejó decenas de muertos, cientos de heridos y detenidos y varios desaparecidos.

El desenlace

El 16 de de abril, con el argumento de que era necesario dar estabilidad financiera al sistema de pensiones, el gobierno anunció en forma sorpresiva, sin consulta con ningún sector, un importante aumento en los aportes a la Seguridad Social del 3.5% para la patronal (llevando el aporte del 19% al 22.5%) y del 0.75% para la clase asalariada (aumentando del 6.25% al 7%), recortando en 5% las pensiones de los jubilados, en tanto que las pensiones futuras disminuirían alrededor de un 12%.

Nuevamente una reforma a la seguridad social, aplicando recetas clásicas del FMI -en este caso por un gobierno que se dice revolucionario-, desembocó en estallido social. El intento de Ortega era obtener unos 250 millones de dólares de la disminución de las pensiones y el incremento de las cuotas al seguro social.

La medida provocó el enojo de amplios sectores populares, pero también el de la jerarquía eclesiástica católica –que había sido aliada tradicional de Ortega– y el de las cúpulas empresariales del país e hizo salir a las calles a miles de personas en las principales ciudades. Ortega descalificó a los manifestantes, a los que comparó con los maras (pandillas que operan en EEUU y países vecinos.

La medida fue tan desafortunada, que el mismo gobierno luego de los violentos sucesos que provocó, la retiró, aceptando, luego de varias idas y venidas, al diálogo “para mantener la paz”. Más que desfortunada fue explosiva, y tanto empresariado como población trabajadora reaccionaron en forma furiosa. Y fueron reprimidos.

La reacción virulenta, con población enardecida en las calles, barricadas y fuerte protesta popular, fue interpretada por algunos como un montaje, una manipulación, provocada por una agenda preparada, quizás por si similitud con las “guarimbas” venezolanas del 2014 y 2017, con l explosión, muy coordinada de una protesta generalizada en todas las ciudades del país, que luego derivó en saqueos y actos vandálicos, siempre encabezados por jóvenes. Es que los partidos de derecha no tiene ese poder de convocatoria ni logístico-organizativo.

Según denuncias de medios oficiales, muchos de los “estudiantes” no eran tales, sino provocadores, agitadores contratados por una derecha oligárquica que quiere deshacerse de un gobierno que ve como demasiado “populista”. Los golpes de Estado suave” propiciadas supuestamente por población civil que “ejerce sus derechos ciudadanos”, por jóvenes estudiantes que reclaman, amplificados por el terrorismo de los medios hegemónicos, sigue aplicándose en la región.

Según un comunicado del Frente Sandinista, “Vale la pena destacar que las universidades más beligerantes fueron: la Universidad Centroamericana (UCA), de los jesuitas; y la Universidad Politécnica (UPOLI), propiedad de una iglesia protestante con sede en Estados Unidos.”

Ya lo dijeron Donald Trump y Mike Pence, hay que salir de los gobiernos Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba. Para ello, según esta pérfida agenda, estas supuestas “revueltas ciudadanas espontáneas” serían el camino a transitar, junto a la insistencia en el tema de la corrupción como nueva plaga bíblica .

Manos foráneas

Nadie duda que detrás de estas movilizaciones para impulsar el cambio de régimen esté la mano de EE.UU. y su finciamiento a ONGs, organizaciones políticas opositoras y fundaciones. Un total de 31 millones de dólares fueron entregados por la Usaid en 2016 bajo la cobertura de “Desarrollar las capacidades para la defensa de la sociedad civil”, título que sirve tanto para promocionar foros y actividades académicas, como para asesorar en cómo enfrentar a las fuerzas de seguridad y desestabilizar el país.

El portal Nicaleaks le daba rostro, nombre y apellido a los organizaciones financiadas que promovieron la violencia en las calles: “Esta mañana, los dirigentes de las ONG opositoras, como el Cenidh, CPDH, Fundación Violeta Barrios de Chamorro y Hagamos Democracia, entre otros, así como grupos políticos (FAD, MRS, etc,.) y medios de comunicación como la misma Prensa y Confidencial, amanecieron con los brazos y bolsillos abiertos en espera que la USAID siga destinando dinero para eternizar el estatus de vida que llevan”.

Fuera de Cuba, Nicaragua fue el primer país que produjo una revolución socialista, tras enfrentarse a una dictadura y al imperio estadounidense. Pero aquel 19 de julio de 1979, que para muchos sigue siendo una referencia, para otros es el recordatorio oprobioso de una traición, para convertirse de la mano del empresario Daniel Ortega y de su esposa Rosario Murillo, en un reformismo de corte capitalista, con “rostro humano”, que muchos integrantes históricos del Frente Sandinista de Liberación Nacional denuncian como entreguismo.

“El actual gobierno de Nicaragua usa algunas veces un discurso izquierdista, una estridencia en la palabra que nada tiene que ver con su práctica real, muy distante con un proyecto de izquierda. Por el contrario, en Nicaragua se fortalecen y enriquecen los banqueros y la oligarquía tradicional y grupos económicos de ex revolucionarios convertidos en inversionistas, en comerciantes y especuladores. Se fortalecen los sectores más reaccionarios de la jerarquía católica, se eliminan derechos humanos esenciales como el de las mujeres al aborto terapéutico”, señalaba la comandante guerrillera Mónica Baltodano.

La década de los 80, con Ronald Reagan en la Casa Blanca y su obsesión anticomunista, el escándalo Irán-contras, son parte de una historia irrepetible. Ortega ya no es el comandante guerrillero que derrotó la dictadura dinástica de los Somoza y que en la década siguiente encabezó un gobierno comprometido con las transformaciones sociales, sino un empresario con gran poder político que junto su esposa manejan todo y negocian con todos los sectores, que gobierna con un marcado patrimonialismo y una visión oligárquica, como formas autoritarias y hasta autocráticas y con una insensibilidad social de la que es ejemplo la actual crisis. No hay que olvidar que aún conserva liderazgo sobre las bases sociales.

El caso Lula en Brasil, la prisión de Santrich en Colombia, el abandono de Unasur por parte de seis países sudamericanos, parecen ser pasos de un proceso en el que también el gobierno de Nicaragua parece ser un blanco.

Los pecados

Pero el gobierno de Ortega no es tan dócil como quisiera Washington. Y cometió el pecado de abrirle la puerta a la República Popular China con la construcción de un nuevo canal interoceánico, y es parte de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América y un aliado estratégico de Venezuela. Tener un nuevo “canal de Panamá” en el patio trasero, posiblemente con futura presencia militar china, es un desafío insoportable para la geopolítica hemisférica de Estados Unidos.

China habría asumido el reto de construir un nuevo canal en Nicaragua, similar al del istmo de Kra que tiene proyectado entre Tailandia y Birmania para sortear el estrecho de Malaca, e inauguró en el 2010 el gasoducto que une a China con Turkmenistán y que rodea a Rusia para evitar su total rusodependencia energética. Por ello, está dentro de la lógica de Wshington desestabilizar el gobierno de Ortega dentro de su estrategia geopolítica global de secar las fuentes energéticas chinas.

Por otra parte, la instalación el pasado abril de una estación satelital rusa en Managua (laguna de Nejapa) para “controlar el narcotráfico y estudiar los fenómenos naturales” habría provocado el nerviosismo del Pentágono que acusa a Rusia de “estar usando a Nicaragua para crear una esfera de espionaje militar” mediante el Sistema Global de Navegación por Satélites (Glonass), el equivalente al GPS de EEUU.

Y el Congreso de EE.UU aprobó el proyecto de ley conocido como Nica Act (Nicaraguan Investment Conditionality Act of 2017), que busca congelar los préstamos internacionales de instituciones satélites de EEUU (Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo), a Nicaragua con el objetivo confeso de provocar su inanición financiera y posterior asfixia económica.

Nicaragua es, además, miembro de Petrocaribe, creado en 2005 por iniciativa de Venezuela con el objetivo de suministrar combustibles a los países miembros en condiciones ventajosas de pago, como créditos blandos y bajas tasas de interés, junto a Honduras, Guatemala, Cuba, República Dominicana, Haití, Belice y una decena de islas del Caribe. La estrategia de EEUU es la de estrechar lazos comerciales y militares con los países de Petrocaribe ante el peligro de contagio mimético de los ideales chavistas al depender en exclusiva de Venezuela para su abastecimiento energético.

Varias interpretaciones, una realidad

El analista Marcelo Colussi propone otra lectura: el orteguismo, como expresión extrema de un bonapartismo desaforado, nepotista y corrupto, es cuestionado. La población en la calle sería una muestra de un descontento generalizado tras largos años de presidencialismo y corrupción. La represión violenta que llevaron adelante policía y ejército es un insulto a los valores revolucionarios que alguna vez levantara el Frente Sandinista.

El panameño Olmedo Beluche: señaló que “Aquí es donde se evidencia la verdadera cara del llamado “progresismo” latinoamericano. Gobiernos que alardean de revolucionarios y chacharean de “socialismo”, pero que en la práctica no pasan los límites del sistema capitalista. La crisis del progresismo en todo el continente es la crisis del reformismo burgués, incapaz de verdaderas medidas socialistas en un momento de crisis sistémica y caída de precios de las materias primas.”

Germ´n Gorraiz indica que gracias a la interactividad que proporcionan las redes de Internet (que enlaza y ayuda a la formación de las identidades modernas), los jóvenes consiguieron romper el endémico aislamiento y pasividad de los estudiantes devenidos en individuos sumisos, acríticos y esclavos del consumismo compulsivo, no siendo descartable que desemboque en una revolución patriótica o multicolor que fuerce a las élites dominantes a la celebración de nuevas elecciones generales y que podrían significar el finiquito de la herencia sandinista y el comienzo de una etapa posorteguiana que gravitará bajo la tutela de EEUU.

Guillermo Castro indica que Ortega ha quedado expuesto a múltiples adversarios: empresarios que aspiren a zafarse de su tutela; a la Iglesia, que quisiera liberar a su grey del misticismo herético de la primera dama; a la disidencia sandinista, que desea resolver sus agravios; a una masa importante de jóvenes la de expresar el descontento que comparten con sus pares de toda la región; a los abuelos que desean una vejez digna y, como es de esperar a los buitres de siempre, que ven la posibilidad de convertir en carroña lo que reste de la revolución de 1979, para sumar a Nicaragua a la tendencia general de debilitamiento de lo que fueron los movimientos progresistas/neodesarrollistas de la década pasada.

*Antropólogo y economista mexicano, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)


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