No es dictadura – El País, Uruguay

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Fue lo que expresó la célebre tapa del semanario Marcha que se burló de la disposición de la dictadura uruguaya respecto a que no podía calificarse como dictadura al régimen de facto que se había iniciado en nuestro país. Algo parecido, pero sin ironías y mucho más complejo de entender, resultó el silencio del lunes y el posterior comunicado inocuo del martes, del gobierno de nuestro país sobre la farsa electoral desarrollada en Venezuela el pasado domingo.

Parece que el gobierno uruguayo, a diferencia de la mayoría de los de la región y del mundo, tiene alguna dificultad para decir lo evidente; que los venezolanos están sufriendo una cruel y criminal dictadura que los sumergió en una crisis política, económica y social que está devastando al país. No hace falta investigar demasiado la terrible situación que atraviesa Venezuela para concluir que el socialismo del siglo XXI de Chávez, prolongado en una versión empeorada por su émulo Nicolás Maduro, se ha convertido en un régimen que flagela a su propio pueblo con balas, prisión y hambre, en un caso que bien merecería integrar una edición actualizada de la Historia Universal de la Infamia, de Jorge Luis Borges. Algunos indicadores son por demás elocuentes: actualmente existen en Venezuela unos 600 presos políticos, más de la mitad de la población se encuentra en la indigencia, o sea, no tiene para comer y más del 80% es pobre, al tiempo que hasta el día de hoy, esa penosa situación ha expulsado del país a unos 4 millones de venezolanos que viven en el exilio. La libertad de prensa se encuentra cercenada, la actividad de los partidos de oposición maniatada, los votos se cuentan como quiere el gobierno en base a una corte electoral oficialista que desconoce, como desconoce el gobierno, al Parlamento elegido democráticamente. En definitiva, nadie con la mano en el corazón puede desconocer que existe una dictadura en Venezuela que ha arrastrado a ese hermoso y otrora próspero y democrático país a un desastre de proporciones inimaginables hasta hace poco tiempo.

El domingo el régimen de Maduro perpetró una nueva farsa electoral de la que sale nuevamente como lo que es, un dictador puro y duro. No solo amenazó por televisión para que lo viera todo el mundo a su pueblo para que fuera a votar so pena de retacear aún más los alimentos o lisa y llanamente de sufrir actos de violencia, luego adulteró descaradamente el resultado. La mayoría de la oposición se abstuvo de participar del fraude, por lo que, como era de esperar, realmente pocos venezolanos fueron a las urnas. Según distintas estimaciones privadas la abstención estuvo cerca del 80%, pero para Maduro fue solo del 52% (de todas formas muy alta para los estándares venezolanos) y él mismo obtuvo escasos 6 millones de votos. Una farsa a todas luces, un mero simulacro electoral de una dictadura que asesina a los opositores en las calles, mete preso a los políticos que molesta y cierra los medios de prensa que se niegan a transmitir la mentira oficial.

Ante esta situación el Grupo de Lima, integrado por 14 países del continente entre los que se encuentra Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica y Perú, emitió un comunicado el lunes en el que expresó que «no reconoce la legitimidad del proceso electoral desarrollado en la República Bolivariana de Venezuela que concluyó el pasado 20 de mayo, por no cumplir con los estándares internacionales de un proceso democrático, libre, justo y transparente.»

Mientras tanto, el gobierno uruguayo, después de haberse tomado su tiempo, expresó en el día de ayer: «En forma consistente con la posición que nuestro país ha sostenido en los foros regionales institucionales, la elección del pasado domingo confirma la necesidad de un diálogo nacional amplio, inclusivo y respetuoso entre todos los actores políticos y sociales de Venezuela, como la única herramienta viable para lograr la paz social, el ejercicio efectivo de la democracia, el respeto a los derechos humanos, la plena vigencia del estado de Derecho y la superación de la crisis económica y social que los aflige». Como el lector habrá juzgado, en buen romance, no dijo absolutamente nada.

El gobierno de nuestro país una vez más se pone del lado de la dictadura venezolana y en contra del pueblo de ese país que la sufre. Es una verdadera vergüenza para las tradiciones democráticas del Uruguay y solo el propio gobierno sabrá qué razones, que no puede confesar, lo llevan a tomar esa posición ignominiosa. El tiempo seguramente terminará de develar este misterio, que hoy nos hace sentir mal frente al mundo democrático.

El País


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