México: AMLO, el poder financiero, la intolerancia – Por Gerardo Villagrán del Corral

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Por Gerardo Villagrán del Corral*

El candidato presidencial nacionalista y centroizquierdista Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO), es el enemigo a vencer en las elecciones presidenciales mexicanas del 1 de julio y sobre él apuntan las baterías no solo del resto de los contendientes de la derecha sino también el poderoso aparato institucional y mediático del sistema y sus recursos inagotables.

Su tenaz intolerancia a la crítica, una de las características de su idiosincrasia según sus detractores, es reproducida con creces por sus devotos y –con mayor violencia y vulgaridad– a través de las redes sociales a través de noticias falsas (fake news) en esta era de la posverdad, manejadas con maestría trumpiana.

Por ejemplo, AMLO calificó de “mirona profesional” a la periodista Carmen Aristegui, de calumniador al servicio de la mafia del poder al columnista derechista José Cárdenas, y de secuaz de la mafia del poder y articulista conservador con apariencia de liberal a Jesús Silva Herzog. De igual forma, se refirió al diario Reforma como “periodismo fifí”.

Candidato de la coalición Juntos haremos Historia (Morena, PT y PES), tiene una verdadera posibilidad de ganar la elección dentro de poco más de cinco semanas -si no salta un fraude descomunal-, ante el deterioro continúo en materia de corrupción y violencia.

Y ésto lo evalúan también el establishment capitalista. Shelly Shetty, la principal analista de riesgo soberano para América Latina de la calificadora Fitch Ratings, es consciente de que su triunfo representaría un riesgo para la continuidad de la actual política macroeconómica neoliberal y entreguista de México.

AMLO ha logrado incrementar su liderazgo entre una parte de la población en los meses recientes debido a que ha sabido aprovechar el descontento social que prevalece en el país, con un discurso que puede parecer radical, pero la experiencia de los centros financieros es que candidatos que han abrazado posiciones proteccionistas y nacionalistas se vuelven más pragmáticos una vez que toman la Presidencia y, a su juicio.

Para el capital financiero, no pueden descartarse riesgos relativos a una puesta en marcha más lenta de reformas, en especial en el sector de energía; la reorientación de las políticas económicas hacia mayor intervención del Estado, así como un aumento del gasto fiscal para favorecer al 90% de la población, sumergida en la pobreza.

Lo que les preocupa es que, de ganar, López Obrador garantice la autonomía del Banco de México, el presupuesto que presente al Congreso para 2019, las metas fiscales que establezca para el mediano plazo, el nombramiento del futuro director de Petróleos Mexicanos, la anunciada revisión de los contratos otorgados por el actual gobierno al amparo de la reforma energética y las futuras rondas de licitación de campos petroleros.

Haber recorrido todos los municipios del país le ha permitido a López Obrador arrebatarle al oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI) amplios sectores de lo que antes era el voto duro (y comprado) en las zonas de más bajos ingresos del país para crear una base sólida de votantes, con la promesa de sacarlos de la pobreza, una. oferta política y moralmente necesaria.

El candidato oficialista José Antonio Meade carga el fardo del rechazo ciudadano al presidente Enrique Peña Nieto –quien lo nombró candidato– y al PRI, que lo abandera, aunque no acaba de aceptarlo completamente, y Ricardo Anaya, abanderado de la derechista Acción Nacional (PAN), sigue segundo en las encuestas, pero la brecha con AMLO se fue ensanchando.

(*) Antropólogo y economista mexicano, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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