Entrevista a Silvia Ratto, docente investigadora y directora de la Licenciatura en Historia de la UNQ
Negociación colonial, clave del vínculo entre españoles e indígenas
“Conocer el pasado es fundamental para comprender que las experiencias pretéritas no son lineales, sino que ofrecen vericuetos, marchas y contramarchas”, subraya Silvia Ratto, quien es doctora en Historia e Investigadora Independiente de Conicet en el Centro de Estudios de Historia, Cultura y Memoria de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Desde aquí, se especializa en analizar cómo se construyeron los vínculos entre los grupos hispano-criollos y los indígenas durante el período colonial y, tras la independencia, en el proceso de organización del Estado nacional. En esta línea, explica de qué manera el dominio nunca es absoluto ya que la realidad presenta matices y procesos de negociación. Así, al quebrar las superficialidades y sentidos comunes, los héroes no relucen tanto, ni los demonios son oscuridad.
-Usted es Dra. en Historia pero apenas culminó el colegio secundario la elección de la carrera no fue una decisión sencilla. De hecho, le gustaban las matemáticas…
-Es cierto. Cuando terminé la secundaria comencé a cursar el profesorado de matemáticas y me alcanzó un semestre para advertir que no era lo que realmente me interesaba. Recuerdo que los domingos nos mandaban a leer el suplemento económico de Clarín para analizar las notas al día siguiente. En verdad, me aburría muchísimo pero como era buena con los números escogí esa formación. Afortunadamente, pronto inicié Historia (UBA), aunque no tenía muy en claro si iba a dedicarme a la investigación, a la docencia o a ambas.
-¿Cuándo descubrió que quería investigar?
-Cuando conocí al historiador Raúl Mandrini, que inició la renovación historiográfica sobre los estudios indígenas y me incorporó a su grupo de trabajo. Enseguida comencé a concursar para becas y así inicié mi carrera en el campo de la investigación. Luego vinieron la maestría y el doctorado, todo casi por decantación.
-Desde hace 25 años su tema de investigación es el análisis de las relaciones entre grupos hispano-criollos e indígenas durante los siglos XVIII y XIX. En concreto, ¿de qué se trata?
-Cuando me inicié en esta línea de investigación, los indígenas eran observados como sujetos desvinculados de las sociedades hispano-criollas. Desde aquí, el análisis de las fronteras como campos porosos y móviles era útil para observar que las relaciones entre ambos grupos no expresaban una dominación abrumadora. De hecho, todavía no se había consolidado el Estado hispano-criollo ni tampoco existía un poder indígena muy marcado. De modo que españoles e indios establecieron transacciones comerciales y judiciales, negociaciones que no siempre se definían a partir de la coerción.
-¿En qué sentido judiciales?
-Por ejemplo, me interesaba el modo que empleaban para resolver los conflictos por robos y homicidios. En estos casos no primaba ni la ley indígena ni los códigos hispano-criollos sino que se aplicaba una solución judicial según el pulso de la relación.
-¿Cuál es la ley indígena?
-Tiene que ver con la lógica de la compensación. En el caso de un asesinato, en vez de penalizar al asesino, se compensaba a la familia del damnificado con una persona que “reemplazara” a la fallecida. Lo mismo ocurría cuando se robaba un bien y se brindaba otro similar a quien se había visto perjudicado. Esa es la ley araucana que primaba, por ejemplo, entre indígenas de la zona pampeana-patagónica. Eran tan específicas las transacciones entre ambos grupos que no siempre se aplicaba el código blanco ante las irregularidades cometidas.
-Es muy interesante esta mirada que propone porque la lógica del sentido común invita a pensar las relaciones indígenas-españoles en términos de enfrentamiento.
-Resulta muy difícil desde la academia problematizar un sentido común tan naturalizado. En las escuelas todavía se refieren a la “barbarie indígena”, de modo que es complicado modificar imágenes ya cristalizadas. El objetivo es explicar por qué los blancos no siempre pudieron imponerse. Sin ir más lejos, durante largas décadas los grupos hispano-criollos no tenían capacidad para avanzar sobre la frontera. Durante el gobierno de Rosas (1829-1852) en Buenos Aires, la paz con los pueblos originarios estaba fundamentada en una base material.
-¿Les pagaban a los indígenas para que se quedaran tranquilos?
-Algo así. Es más, dentro del presupuesto del gobierno bonaerense existía una partida denominada “negocio pacífico de indios” que iba en este sentido. Con ese dinero se entregaban yeguas y otros artículos de consumo como medios de pago de manera mensual. Estas negociaciones eran la base para sostener el equilibrio. Todo comienza a cambiar con la caída de Rosas, cuando los liberales se proponen terminar con la barbarie indígena. No obstante, no se les hace nada fácil, pues cuando dejan de pagar las raciones comienzan los malones (táctica militar ofensiva indígena).
-Luego vendrán las campañas al desierto…
-Sí, pero antes hay antecedentes que presuponían el desenlace de un conflicto ya insalvable. Por ejemplo, en 1867 se promulgó una ley que estableció el avance militar hasta Río Colorado. Sin embargo, mientras se discutía la norma en el Congreso, se desarrollaban la Guerra con el Paraguay y los levantamientos de las montoneras del interior con la presencia de caudillos muy importantes, de modo que los recursos humanos y económicos se concentraban en esos objetivos. Así, se mantuvo la ficción de la negociación pacífica durante un tiempo.
-Frente al avance inminente, ¿cómo respondieron los grupos indígenas?
-Por supuesto que ofrecieron resistencias. Sin embargo, el panorama no fue tan esquemático. En muchos casos, con el objetivo de lograr un mejor posicionamiento ante la ocupación de tierras, hubo grupos que formaron parte del ejército de Roca (como milicias auxiliares) y realizaron acciones que les sirvieron para conservar sus tierras. No creo que ello deba pensarse como una traición; más bien, se trató de individuos que ya cultivaban una tradición pactista con el poder e intentaron adelantarse a un panorama cada vez más oscuro.
-¿Y en la actualidad?
-Hoy en día el Estado nacional no brinda posibilidades de negociación, más aun en la coyuntura actual. Los episodios con Santiago Maldonado y Rafael Nahuel dan la pauta. Conocer la historia de los pueblos originarios permite problematizar y comprender el modo en que se los concibe ahora desde los espacios de poder.
Fuente-Universidad Nacional de Quilmes