Entrevista a Marichuy, primera precandidata presidencial indígena en México

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Marichuy, la voz de los indígenas de México

Por Eduardo Febbro

Allí van. Aquí vienen. Estuvieron “callados pero no ausentes”. Resistieron y resisten a la violencia del Estado, a las agresiones del crimen organizado, a la expoliación de las empresas mineras, al robo del agua, el desvío de los ríos, a la invasión de las tierras, al racismo permanente, a la exclusión y a la desidia del resto de la sociedad mexicana. A esos sufrimientos las sesenta etnias indígenas de México le pusieron un rostro que las represente en las elecciones presidenciales de este primero de julio. María de Jesús Patricio, conocida como Marichuy. Es la primera mujer indígena en la historia de México que alcanza ese nivel. Marichuy habla con el tono de una canción de cuna, pero es un temple hecho de su historia y la de su pueblo. Marichuy nació en la zona nahua de Tuxpan, Jalisco, hace 54 años. Es una hija de la tierra y de la explotación de las que son víctimas los indígenas. Su padre le cerró el camino a los estudios secundarios para que trabajara la tierra pero ella aprendió ocultándose hasta ser una especialista en medicina natural. Cuando rememora su infancia recuerda que a sus “abuelos los obligaban a sacarse la ropa tradicional que llevaban puesta en la vida cotidiana y ponerse otra cuando se desplazaban a otro pueblo”. Pese a ello, Marichuy salió a recorrer el país para “representar a todos”, es decir, a la vida entera, la biodiversidad, a la vida que destruyen los ladrones de las multinacionales, a la que ignoran las burguesías blancas colonizadas y colonizadoras.

En México la muerte acecha en los rincones y Marichuy apostó por la vida en condiciones de un surrealismo para privilegiados. La candidata presidencial tenía por delante un desafió infranqueable, pero lo asumió con entereza desde que el Congreso Nacional Indígena (CNI) y el EZLN, Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la designaron candidata a la presidencia. La idea surgió en octubre de 2016 y recién se plasmó entre mayo y octubre de 2017, primero con la creación del Congreso Indígena de Gobierno, CIG, y luego con el nombramiento de Marichuy como portavoz y candidata. Se trata de un proceso de largo aliento de cuyos principios bien podrían inspirarse nuestras acalambradas izquierdas latinoamericanas. El mandato de Marichuy consistía en ir andando “desde de abajo y a la izquierda para gobernar este país, desde la otra política, la de los pueblos, la de la asamblea, la de la participación de todas y todos”.

La doctora en medicina tradicional se metió en los pliegues de una democracia reservada a los blancos y los corruptos, o a “los de arriba”, como diría ella, “a los amañados”. Salió a la arena política sabiendo que no llegaba porque lo importante estaba más allá del proceso electoral. El manifiesto de los pueblos indígenas que acompañó su nombramiento, “Que retiemble en sus centros la tierra”, precisaba: “nuestra lucha no es por el poder, no lo buscamos; sino que llamaremos a los pueblos originarios y a la sociedad civil a organizarnos para detener esta destrucción, fortalecernos en nuestras resistencias y rebeldías, es decir en la defensa de la vida de cada persona, cada familia, colectivo, comunidad o barrio. De construir la paz y la justicia rehilándonos desde abajo, desde donde somos lo que somos”. El INE (Instituto Nacional electoral) permitió, por primera vez, que este año hubiesen candidaturas independientes pero impuso un piso de 866 mil firmas para que un candidato pudiese competir en las elecciones. Sólo los ricos o los partidos del sistema podrían llegar a esa cifra. Como si fuera poco, el INE decidió que los candidatos debían juntar esas 800 mil firmas mediante dispositivos electrónicos, es decir, celulares de cierto nivel cuyos precios son inabordables para la mitad del país. La propuesta de Marichuy alcanzó 275 mil firmas, sin embargo, su campaña y los incidentes que la atravesaron le dieron a ella y a las abusadas comunidades indígenas una visibilidad excepcional. Con su modales discretos, con su voz pausada, se puso en marcha por todo el país. Preservó la forma cultural con la que se relacionan los pueblos originarios donde “se manda obedeciendo” y fue, de pueblo en pueblo, rehilando la relación entre unos y otros. Cuando vino a la Ciudad de México, la caravana indígena de Marichuy colgó un cartel que decía: “Venimos a hablar de lo imposible, porque de lo posible se ha dicho demasiado”. De esos imposibles hablamos con ella.

–Después de todos estos meses de campaña, de atentados, de boicots y de recorrido por el país ¿qué balance hace usted de este proceso en el cual, por primera vez, una mujer indígena fue candidata a la candidatura de presidencia?. 

–Aprendí principalmente los problemas que fuimos viendo y escuchando directamente desde la voz de los miembros de los pueblos indígenas. Todo ese despojo y todo ese desprecio del cual son objeto de parte de la gente que está en el poder y que tienen dinero. Cuando son tiempos electorales están aquí, y luego cuando ya quedan se les olvida que estamos y que existimos, nos desconocen. Eso fue algo que fui viendo en todo el país. Y aunado a esto, están todas las estrategias que está usando el gobierno para despojarlos de sus tierras y territorios, de sus aguas y sus bosques. Están todas esas formas amañadas de la gente que llega a los territorios para asegurarse ese despojo. La gente de los pueblos tiene ahora una esperanza con este Consejo indígena de Gobierno. Es una forma de caminar colectivamente porque sólo nosotros nos vamos a defender entre nosotros, nadie más lo va a hacer. Debemos proceder de manera organizada. ¿Qué aprendimos al final?. Pues vimos cómo el poder amañado busca nada más este grupito que tiene arriba y saben a quien van a poner, saben cómo usan a la gente de abajo. Allá los pobres no figuramos. Pero nuestra propuesta es organizativa, nuestra lucha va más allá de unas elecciones.

–Robo de tierras, el problema del agua, el despojo de las grandes multinacionales mineras, los pueblos son objeto de una expoliación permanente. 

–Claro que es así. En México lo seguimos viviendo y ha costado muchos muertos, desaparecidos, encarcelados que han luchado, han resistido y se han opuesto a esas mega empresas que llegan y se imponen a la fuerza en las comunidades. La única manera de hacer frente es que cada pueblo tenga su manera de poderse organizar y defender. En Oaxaca, por ejemplo, 8 comunidades lograron unirse para hacerse fuerte y echar a una minera que se quería meter. Este es el sentido de lo que estamos llamando: tenemos que organizarnos todos, tenemos que hacer una sola fuerza abajo porque, sino, cada quien por separado nos van a acabar. Eso es lo que pretenden a través de los programas de gobierno, a través de los partidos y de las empresas que llegan: dividirnos en las comunidades. Agarran a los líderes de las comunidades por separado y luego ya les dan dinero y con eso van dividiendo. Esos megaproyectos mas que beneficios han traído destrucción y muerte.

–Esa es la nueva fase que se desprende de las acciones en los pueblos indígenas: un paciente trabajo de organización a largo plazo. 

–Nosotros le apostamos a que solamente eso nos va a hacer fuertes desde abajo. Juntos podemos ir construyendo y revisando qué es lo que no está bien y avanzar construyendo según nuestras formas, nuestros tiempos, nuestros modos. Si esperamos que los centros de salud estén bien se seguirá muriendo la gente. ¿Entonces, cómo le vamos a hacer desde abajo ?. Debemos ir buscando formas en educación, en salud, todo se tiene que ir viendo desde abajo.

– ¿La experiencia del movimiento zapatista en Chiapas fue un modelo importante en al refundación de esta fase ?. 

–Pues ellos fueron parte de esta propuesta. Los zapatistas han estado desde hace más de 20 años construyendo su proceso de autonomía y hemos sido testigos de la organización que tienen desde abajo sin contar con los recuerdos del gobierno. Ellos son una muestra de que sí podemos hacer las cosas desde abajo.

–Lo paradójico radica en el hecho de que mucha gente, incluso en América Latina y desde la izquierda, se pregunta si los zapatistas están vivos. 

–Nosotros que estamos aquí hemos visto cómo los zapatistas han seguido. El hecho de estén callados o ausentes no quiere decir que no estén construyendo sus autonomías. Además, esas son las formas con la que durante años y años funcionaron los pueblos. Eso es lo que hacemos cuando vamos caminando por los pueblos y les decimos “hay que retomar, hay que reforzar, hay que consolidar nuestro proceso de autonomía. Solamente así saldremos delante”.

–El lema que ustedes usan consiste en decir “por abajo y a la izquierda”. 

–Es la gente que está abajo, todos los trabajadores del campo y la ciudad, todos los olvidados, aquellos a quienes no se los toma en cuenta y que están del lado del corazón, todos los que sienten el amor por el otro y que entienden que solamente algo colectivo es lo que nos va a sacar adelante.

–En la Argentina también hay gente abajo, pueblos indígenas como el Mapuche expulsados de sus tierras por el colonialismo financiero blanco. Represión, encarcelamiento, asesinatos. La misma pistola que apunta a las cienes de los pueblos en México apunta en la Argentina. 

–No, claro, este problema no es nada más de México sino que el problema de los pueblos indígenas es internacional. Y no solamente son esos pueblos, yo digo que son todos. Por eso nuestra lucha no es únicamente para los pueblos. Cuando salimos lo dijimos: nuestra lucha es por todos. Tal vez ahora no se entienda pero en el caminar se va a ir entendiendo que nosotros, al luchar por la vida, estamos luchando por todo y todos. Si el agua se contamina, o si destruye un árbol les va a afectar a todos. Si la tierra se contamina todos se enfermarán, indígenas o no.

–A partir de la lucha de aquí y con los problemas que hay con los indígenas en Perú, en Bolivia, en Colombia, en la Argentina, ¿ acaso no habría que replantear una suerte de caminar juntos latinoamericano ?. Si las burguesías coloniales blancas dividen ¿cómo nos unimos?. 

–Creo que como nuestra lucha es por la vida y es mucho más allá de México el siguiente paso será juntarnos con más hermanos y, juntos, pensar qué vamos a hacer para salvar este planeta. A los mapuches les digo que sigan adelante, no se desesperen, no se vendan, no claudiquen. Hay que seguir construyendo esa autonomía desde nuestros pueblos y desde nuestros barrios. Debemos hacernos fuertes para resistir. Los pueblos indígenas tenemos nuestras formas que están todavía después de más de 500 años. Entonces, no dejemos que nos acaben. Nuestras comunidades indígenas siguen siendo despojadas de sus recursos, de sus aguas, de sus bosques y de formas propias de vida. Luchemos para seguir existiendo y luchemos por los demás.

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