Descansen en paz los inocentes (caso Posada Carriles)- Por José Pertierra

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

José Pertierra*

Nunca pagó por los crímenes que cometió. Murió impunemente en Miami la semana pasada. Sus seguidores dicen que Luis Posada Carriles luchó toda su vida adulta contra el comunismo, y así lo justifican. Pero Posada jamás luchó en el campo de honor. Sus víctimas nunca fueron los soldados del Ejército Rebelde cubano. Su estrategia «militar» fue matar a los inocentes para, de esa manera, tratar de aterrorizar a los que querían visitar, dialogar o comerciar con Cuba.

Dejó un saldo de sufrimiento en varios países de Nuestra América, especialmente en Cuba, Venezuela, El Salvador y Guatemala. Fue el autor intelectual del asesinato de 73 personas a bordo un avión de pasajeros cubano en 1976, incluyendo 24 adolescentes del equipo juvenil de esgrima isleño y también una niñita guyanesa de nueve años llamada Sabrina. Como jefe de operaciones especiales del servicio de inteligencia venezolano, durante la presidencia del derechista Rafael Caldera, torturó y asesinó a decenas de ciudadanos, incluyendo a las hermanas Brenda y Marlene Esquivel. Un testigo afirmó que Brenda tenía ocho meses de embarazo cuando la detuvieron, y Posada Carriles reaccionó: «Mata a esa semilla antes de nacer, porque va a ser un comunista». Brenda perdió al bebé debido a las torturas.

Posada trabajó también para los escuadrones de la muerte en El Salvador y en Guatemala. Desde su guarida en El Salvador dirigió una campaña terrorista en 1997, con el propósito de desestimular el turismo hacia Cuba. Contrató a varios centroamericanos para que hicieran explotar bombas en los centros más emblemáticos del turismo en la isla, incluyendo el Hotel Nacional, La Bodeguita del Medio y el Hotel Meliá Cohiba. Una de esas bombas mató al turista italiano Fabio di Celmo en el lobby-bar del Hotel Comodoro, de Miramar. Le confesó, el año siguiente, al New York Times que el italiano «estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado, y por eso duermo como un bebé».

En 2000 trató de asesinar al presidente Fidel Castro en Panamá. Planeaba depositar nueve kilogramos de explosivos C-4 en el Paraninfo de la Universidad Nacional de Panamá, para que volara el auditorio durante el discurso del mandatario cubano ante aproximadamente mil invitados, que incluían estudiantes y diplomáticos.

Su abogado, Arturo Hernández (el letrado prefiere que lo llamen Art Jernandes), admitió ante un tribunal federal estadunidense que todo lo que hizo Luis Posada Carriles fue en nombre de la CIA. Y son precisamente los documentos de la CIA, el Departamento de Estado y la FBI los que admiten el historial terrorista de Posada Carriles.

Documentos desclasificados del gobierno de Estados Unidos y publicados por el Archivo Nacional de Seguridad comprueban que, días antes de la voladura de la nave, Posada dijo que pensaba «golpear a un avión cubano y Orlando (su cómplice) tiene todos los detalles». https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/ NSAEBB153/19761018.pdf

Una fuente confidencial confió a la CIA, el día después de la voladura del avión de pasajeros, que Posada Carriles fue el autor intelectual del siniestro ataque. https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/ NSAEBB153/19761008.pdf

Los autores materiales son Hernán Ricardo y Freddy Lugo, ambos venezolanos y subordinados a Luis Posada Carriles. Fueron condenados a 20 años de prisión en Venezuela. Ricardo dibujó el croquis de las bombas C-4 que él y Lugo pusieron en la nave CU-455 ese día. Lugo testificó que Ricardo alardeó de haber matado más personas en ese avión que Carlos El Chacal y Ricardo contó haber recibido 25 mil dólares por el acto terrorista. Dijo también que trabajaba para la CIA y que su jefe era Luis Posada Carriles. https://nsarchive2.gwu.edu//dc.html?doc =3214339-Document-09-Trinidad-and-Tobago-Ministry-of

Después de una vida dedicada al terrorismo, Posada Carriles decidió jubilarse en Miami. Llegó a finales de marzo de 2005, ilegalmente, a bordo de una embarcación llamada El Santrina. La República Bolivariana de Venezuela presentó una demanda por su extradición en mayo de 2005, pero Washington se rehusó a enviarlo a Caracas para rendir cuentas por sus crímenes. Lo protegió hasta el día de su muerte. Como dijo el ex presidente estadunidense Franklin D. Roosevelt del dictador nicaragüense Anastasio Somoza García, «será un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta».

La muerte de Posada Carriles, el pasado 23 de mayo, ha inspirado varias notas periodísticas. Utilizan varios adjetivos para describirlo. La BBC de Londres tituló que era un «radical anticastrista». El País lo describió simplemente como un «ex agente de la CIA». Para El Nuevo Herald de Miami, Posada era un «militante anticastrista». El New York Times tituló: «Muere a los 90 años Luis Posada Carriles, quien luchó para derrocar a Castro». La Voz de América, órgano oficial del gobierno de Estados Unidos, informó antisépticamente a sus oyentes que había muerto «el anticastrista Posada Carriles»

¿Cómo habría titulado esos medios si Posada hubiese sido musulmán? Muy probablemente: «Murió el terrorista Luis Posada Carriles». Descansen en paz los inocentes.

*Abogado en Washington. Representó a Venezuela en sus esfuerzos para extraditar a Posada Carriles