Colombia, brazo armado de la OTAN en Latinoamérica – Por Camilo Rengifo Marín
Por Camilo Rengifo Marín*
El presidente Juan Manuel Santos, a dos días de las elecciones presidenciales y a escasos 70 días de dejar el gobierno, anunció que a fin de mes va a formalizar en Bruselas el ingreso de Colombia a la alianza militar Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en la categoría de socio global, lo que condicionará a su sucesor en el Palacio de Nariño y a la consolidación de la paz en América Latina.
No hay que olvidar que Colombia es el principal productor de cocaína del mundo, y también el principal desestabilizador del gobierno bolivariano. Tras cinco décadas de conflicto interno, se firmó una paz con las FARC, que no ha sido respetado por el gobierno de Santos. Mientras, renacen las bandas paramilitares y de traficantes, que han colaborado en el saldo de ocho millones de víctimas entre muertos, desaparecidos y desplazados. Lejos está Colombia, lamentablemente, de ser zona de paz.
El anuncio, que se dio luego de sendas visitas del entonces secretario de Estado estadounidense Rex Tillerson y del vicepresidente Mike Pence, fue parte de un discurso donde Santos confirmó que su país también fue aceptado como miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). «Ser parte de la OCDE y de la OTAN mejora la imagen de Colombia y nos permite tener mayor juego en el escenario internacional», destacó el mandatario, pronto a dejar su cargo.
Los socios globales de la OTAN «desarrollan cooperación con la OTAN en áreas de interés mutuo, incluidos los desafíos de seguridad emergentes, y algunos contribuyen activamente a las operaciones de la OTAN, ya sea militarmente o de alguna otra manera», indica la organización en su página web en la que ya aparece reflejada la adhesión de Colombia.
Otros ocho países forman parte de esta misma categoría: Afganistán, Australia, Irak, Japón, Corea del Sur, Mongolia, Nueva Zelanda y Pakistán.
El general retirado Jairo Delgado, exjefe de inteligencia policial y analista de defensa y seguridad, consideró que el ingreso del país como socio global viene con «restricciones». No creo que se vaya «a comprometer a asumir intervenciones de tipo militar, por ejemplo, pero sí puede beneficiarse de misiones de preparación de tropas o de intercambio de información», declaró.
Durante su primer mandato, Santos había suscrito un acuerdo de intercambio de información y seguridad con la OTAN, que provocó manifestaciones de preocupación de Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia y Nicaragua que consideraron que el convenio amenazaba la estabilidad de la región. La situación se apaciguó cuando el Ministerio de Defensa colombiano descartó una adhesión plena al organismo, opción que sí había sido planteada por el antecesor de Santos, el ahora senador Álvaro Uribe (2002-2010).
Varios mandatarios y analistas señalaron en la oportunidad que Santos, siguiendo los dictados de Washington, quieren meter dinamita en la médula de los logros en la unión de América Latina, el Caribe, de América del Sur, abjurando de la región como escenario de paz, libre de armas nucleares y libre de ejércitos interventores imperiales.
Santos lo había anunciado cinco año atrás (el 1 de junio de 2013, durante la ceremonia de ascensos del Ejército en la Escuela Militar de Cadetes en Bogotá) lo que alborotó el avispero en América Latina, ya agitado por el espaldarazo del mandatario colombiano a la oposición (la abstencionista, desestabilizadora y subversiva) venezolana, a la cual apoya financiera y operativamente, y por la conformación de la Alianza del Pacífico, eje derechista enfrentado a los postulados integracionista, sin injerencia estadounidense y sin TLC ni libre mercado neoliberal.
El presidente boliviano Evo Morales y el entonces canciller de Ecuador, Ricardo Patiño, también rechazaron la eventualidad de que Colombia ingrese a la OTAN, lo que coloca al continente en riesgo de tener bases militares que ponen en peligro la seguridad de los países que la integran.
Luis Varese, exrepresentante adjunto del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados en Ecuador, preguntó: “¿Hacer la paz en el frente interno para golpear a sus enemigos ideológicos en el frente exterior? Y digo con precisión enemigos ideológicos, porque en materia de comercio o en materia de voluntades de los pueblos, la vocación es la unidad de la Patria Grande”.
Los santistas (si los hay) señalaron que hay que buscar alianzas fuera de la región para consolidar la paz en América del Sur.
Muchos ya habían alertado que las diferencias entre Álvaro Uribe y Santos, revestidas de pugnacidad, eran apenas de forma, ya que en el fondo coinciden en lo mismo: los dos apegados al mismo modelo económico y a la dependencia de la política de Estados Unidos.
(*) Economista y docente universitario colombiano, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)