A trabajar en serio – La Nación, Costa Rica

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El presidente Carlos Alvarado inicia su cuatrienio con clara comprensión del significado de la victoria en segunda ronda. No alcanzó el poder con votos propios, ni de su partido. Lo ha reconocido en entrevistas concedidas después de los comicios. Una diferencia tan amplia, tan contundente, puede marear y confundir al vencedor.

El apoyo más sólido lo obtuvo en la primera ronda electoral. Esa es la medida más confiable de su base política. En la segunda vuelta, recibió votos de quienes lo prefirieron frente a la alternativa, sin especial entusiasmo por su propuesta. La ventaja del presidente entre los simpatizantes de candidatos eliminados en la primera ronda fue amplia, según los estudios poselectorales. Así se forja una victoria en la segunda vuelta y reconocer esa realidad puede evitar errores. Primero, aleja la tentación de dar por hecho el apoyo de una holgada mayoría cuando apenas comienza la lucha por ganárselo. Además, induce a actuar con cautela ante los “baños de pueblo”, tan engañosos para el gobernante como peligrosos para su ego.

Vistos los antecedentes más próximos, Alvarado tiene la obligación de ser un gobernante serio en fondo y forma. Los gestos populacheros están desprestigiados al punto de ser contraproducentes. Los problemas del país son hoy más urgentes y profundos precisamente por el empeño puesto en gobernar con gestos. Ya no hay margen para seguir por ese camino ni paciencia para transitarlo.

Alvarado debe marcar la diferencia sin demora. Ni los cien días de denuncias vacías, ni la multiplicidad de atuendos, ni el recorte de arbustos en Zapote para facilitar las miradas hacia el interior de la Casa Presidencial serán bien recibidos. Mucho menos la alarmante admisión de que “no es lo mismo verla venir que bailar con ella”.

El presidente reconoce, también con realismo, la gravedad y urgencia del problema de las finanzas públicas. Su antecesor lo hizo demasiado tarde, luego de minimizar la importancia del desequilibrio y criticar a los “obsesionados” con el déficit fiscal. La solución ya no admite demoras.

Alvarado promete enfrentar el gasto y los desajustes del empleo público, tanto como aumentar los impuestos. Su predecesor enfatizó la segunda parte de la propuesta y se estrelló contra una oposición decidida a impedir ajustes tributarios mientras no hubiera preocupación por el gasto. El nuevo mandatario haría bien si repasa esa lección. Su gobierno no puede darse los mismos lujos porque ya no hay cómo financiarlos.

La nueva administración enfatiza la necesidad de avanzar a partir de comunes denominadores. Como lo hizo en el pacto firmado con el ministro de la Presidencia Rodolfo Piza, el presidente Alvarado se muestra dispuesto a hacer a un lado, temporalmente, los temas más polémicos. No renuncia a sus convicciones, pero, de nuevo, demuestra realismo al sopesar las posibilidades de concretarlas.

La configuración de la Asamblea Legislativa es elocuente. Habla con claridad sobre el apoyo ofrecido por el electorado al Partido Acción Ciudadana en la primera ronda y, también, sobre la escasa oportunidad de lograr nuevos ingresos sin enfrentar el problema del gasto. Si se apega una vez más al realismo, el presidente no perderá tiempo estrellándose contra ese muro y cumplirá su promesa de austeridad.

La nueva administración haría bien en conducirse con seriedad, realismo y sentido de urgencia, no solo para diferenciarse sino, también, para capturar las buenas voluntades del inicio, cuando las renovadas esperanzas de la ciudadanía crean oportunidades únicas, difíciles de recuperar más adelante.

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