Un reto colosal – El Tiempo, Colombia

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Las cifras conocidas en los últimos días, que muestran un fuerte aumento de la cantidad de inmigrantes venezolanos en Colombia, obligan a que el país, y sobre todo los aspirantes a la presidencia, le den a este problema la importancia que a todas luces merece.

Al paso que vamos, muy pronto se superará el millón de venezolanos en nuestro suelo. Según Migración Colombia, entre el 31 de diciembre del año pasado y el 31 de marzo del 2018 se registró un incremento del 38 por ciento en la cantidad de ciudadanos del país vecino en el territorio nacional, entre irregulares y aquellos con sus papeles en regla. El cálculo aproximado de la cantidad que han cruzado la frontera por trochas es de 358.512. Estos se suman a los que habiendo ingresado por los pasos fronterizos superaron el tiempo de permanencia: 88.859. En total serían 447.371 los venezolanos irregulares, según los cálculos de Migración Colombia, mientras que la otra cara de la moneda muestra a 175.155 portadores del permiso especial de permanencia (PEP), que, entre otros beneficios, les da la posibilidad acceder a empleos formales. Hay que anotar que no todos tienen previsto quedarse en territorio nacional, pues Colombia es lugar de tránsito para muchos en su ruta hacia otros países del continente.

Todos estos números dejan suficientemente clara la magnitud de un desafío sin precedente conocido en la historia colombiana. Y nadie se puede llamar a engaños: todo indica que seguirá creciendo. Las muy cuestionadas elecciones del próximo 20 de mayo servirán para afianzar aún más en el poder a Nicolás Maduro, sin importar que esto se produzca a costa del hambre y el sufrimiento de millones de sus connacionales. Al tiempo, Colombia deberá seguir atendiendo a los que huyen. Lo cual obligará a hacer un enorme esfuerzo para que estos puedan acceder a servicios básicos, sobre todo el de salud.

El miércoles pasado, tres candidatos a la presidencia dijeron cómo piensan afrontar la crisis. Todos coincidieron —y tienen razón— en que la llegada masiva de personas impone al país una respuesta en todo momento humanitaria y solidaria. También convinieron en que la comunidad internacional debe actuar —cada uno planteó una ruta diferente— para que haya un cambio de régimen en Venezuela. Estuvieron, asimismo, en líneas generales, de acuerdo en que no puede haber lugar para la xenofobia y en la responsabilidad que tiene Caracas de ejercer un control mucho más rígido que ayude a frenar el contrabando y el tráfico de drogas y gasolina, entre otros aspectos.

Hay que resaltar estos consensos. Es urgente llegar a acuerdos de carácter nacional que trasciendan los vientos cruzados electorales e insistir en que el actual gobierno debe pedir una ayuda internacional mucho más robusta. En este sentido, el anuncio del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, de solicitar 46 millones de dólares para alimentar a 350.000 migrantes, es una señal alentadora. Y es que debe entenderse que, más que ante un caso de un país vecino en problemas, estamos de cara a una catástrofe que tiene en vilo la suerte de millones de seres humanos.

El Tiempo


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