La agonía de Unasur – Diario El Colombiano

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Seis de los doce países miembros de la Unión de Países Suramericanos, Unasur, notificaron la semana pasada que dejarán de asistir a las reuniones de esa organización, mientras no sean solucionados los problemas de fondo que atraviesa y que, entre otros, han impedido la elección de un secretario general en propiedad. Es decir, la organización se encuentra sin líder visible y sin vocero autorizado desde enero del año pasado.

Las cancillerías de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú, es decir, los países con más peso económico y demográfico, consideraron con razones más que justificadas, que hay que proceder de inmediato a adoptar decisiones y darle un giro a lo que ha sido hasta ahora la más bien pobre e irrelevante gestión de Unasur.

No obstante, más que el anuncio de la suspensión de la membresía, lo que estos países deben plantearse, y en particular Colombia, es retirarse definitivamente de ese ente, cuya existencia se justificó únicamente para dar gusto a una más de las entelequias ideadas por el fallecido caudillo Hugo Chávez, quien con su verbo florido convenció a sus colegas suramericanos de que otra entidad internacional más sí iba a servir para hacer realidad los discursos de integración política, económica y cultural del subcontinente.

¿Para qué ha servido Unasur? Para poca cosa. Su primer secretario general fue el ex presidente de Argentina, Néstor Kirchner, peronista que atendía con entusiasmo las consignas del chavismo y se puso a su servicio. Como se puso luego el expresidente colombiano Ernesto Samper, quien desde ese cargo ensalzó los “logros sociales” de los gobiernos de Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro.

En el tratado constitutivo de Unasur, los Estados miembros declararon que “la plena vigencia de las instituciones democráticas y el respeto irrestricto de los derechos humanos son condiciones esenciales para la construcción de un futuro común de paz y prosperidad económica y social”. No deja de ser paradójico, o abiertamente una burla, que sea el régimen dictatorial venezolano el que persista en defender Unasur, a pesar de esta declaración de defensa de los valores democráticos.

En el mismo tratado, entre los objetivos específicos de la organización, fijan los de “fortalecer la lucha contra el terrorismo, la corrupción, el problema mundial de las drogas, la trata de personas, el tráfico de armas pequeñas y ligeras, el crimen organizado transnacional y otras amenazas”.

¿Puede decir Colombia que ha recibido apoyo en estos aspectos, por ejemplo de Venezuela? Las propias autoridades colombianas han confirmado que Venezuela es el refugio de quienes delinquen -incluidos delitos de terrorismo y narcotráfico- en nuestro territorio y luego se resguardan allí bajo protección oficial.

Aunque son de distinta naturaleza, otras instancias y foros, como la Alianza del Pacífico, son las que han servido a nuestro país, en unas alianzas con beneficios para todos sus integrantes. Unasur solo ha servido a los intereses del eje de países que van amarrados a las políticas fracasadas de la denominada “Revolución Bolivariana”, devotos de una retórica que los países que van a la vanguardia abandonaron desde el siglo pasado.

Sería interesante conocer la posición de los candidatos presidenciales sobre la conveniencia y utilidad de que nuestro país siga siendo miembro de Unasur. Teniendo consideraciones también sobre los costos económicos que implica sostener una estructura burocrática que los mismos países que anunciaron su marginación temporal, señalan como nido de intrigas internas que tiene inoperante a la organización.

Colombia, en suma, no debería sentir temor de anunciar a sus socios leales de Suramérica que no va más con Unasur.

El Colombiano


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