Colombia: a 70 años del Bogotazo, piden declarar el asesinato de Gaitán como delito de lesa humanidad

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70 años después, muerte de Gaitán podría declararse crimen de lesa humanidad

Hoy 9 de abril, cuando se conmemora el Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas, también es la fecha en la que se recuerda la muerte del líder político liberal Jorge Eliecer Gaitán, asesinado en el año 1948, cumpliéndose de esa forma 70 años de su deceso.

Sus familiares y los miembros de la Comisión de la Verdad le pedirán hoy en horas de la mañana a la Fiscalía General de la Nación, que declaré la muerte de Gaitán como un delito de lesa humanidad.

Piden la invalidez del fallo por estar incurso en inexactitudes jurídicas, tanto en el manejo de pruebas, como en los diagnósticos de psiquiatría forense.

En la Universidad Libre, el Padre Francisco de Roux, junto a otros especialistas, realizará una rueda de prensa para dar a conocer información del genocidio del Movimiento Gaitanista y las inconsistencias que se cometieron durante la investigación, entre otros detalles.

El objetivo es lograr que con esta declaratoria no se venzan los términos de la investigación, de forma que el hecho no quede en la impunidad.

Las bananeras

Uno de los episodios más emblemáticos de Gaitán estuvo relacionado con el Caribe.

Cuando era representante a la Cámara, el joven parlamentario le dio visibilidad a la masacre de las bananeras ocurrida en Ciénaga, Magdalena, entre la noche del 5 y la madrugada del 6 de diciembre del año 1928.

Desde el Congreso, y en un debate que para algunos historiadores tuvo una importante cuota para la posterior pérdida del poder del Partido Conservador, Gaitán denunció el asesinato de un grupo de trabajadores de la multinacional United Fruit Company, a manos del Ejército Nacional. Aunque hoy en día las cifras varían dependiendo de la fuente, el político liberal llegó a hablar, incluso, de cientos.

Para documentarse, y ejerciendo su faceta más periodística, realizó un viaje hasta el propio pueblo para entrevistar tanto a pobladores como a trabajadores, de forma que a la capital de la República, indican los expertos, regresó con una importante y abultada documentación que incluyó registros fotográficos.

“Fue cerca de un mes el que estuvo en Ciénaga realizando su investigación, la cual le sirvió luego de sustento en ese famoso debate”, indicó Julio Roberto Galindo, cofundador de la Casa Museo Rafael Uribe Uribe, en diálogo con EL HERALDO.

Galindo explica que Gaitán no solo retrató el hecho violento como tal, desnudando la responsabilidad del general Carlos Cortés Vargas, a quien el liberal señaló de haber estado a favor de los estdounidenses, sino que expuso las pésimas condiciones laborales a las que estaban sometidos los trabajadores de la multinacional.

Otros historiadores, precisamente, exponen que el detonante de la huelga fue el rechazo al sistema de subcontratistas a través del cual se vinculaban a los trabajadores –a quienes se les pagaba por días–, de forma que no tenían contrato directo.

La crispación política de la época sirvió de impulso para que el paso de la huelga a la masacre se diera, toda vez que algunos sectores la justificaron por la “amenaza” y el “riesgo” que significaba el avance comunista. Otros, sin por el contrario, hablaron de las condiciones de dignidad por las que estaban luchando los trabajadores.

El Heraldo


«El Bogotazo», la tarde que cambió la fisonomía de la capital colombiana

Los sucesos violentos que siguieron al asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, obligaron a repensar el desarrollo de la capital colombiana cuyo centro fue en su mayor parte destruido en la revuelta conocida como «El Bogotazo».

Después de apagados los disturbios desencadenados por el magnicidio se puso en marcha la renovación urbanística de la ciudad dando paso a la interminable discusión sobre cómo debería crecer y cuál sería su medio de transporte ideal.

La Bogotá de mediados del siglo XX, de la cual Gaitán había sido alcalde por un breve periodo de tiempo entre junio de 1936 y febrero de 1937, era una ciudad que crecía linealmente en sentido norte-sur.

Sus barrios dispersos estaban unidos por el tranvía y caminos coloniales convertidos en calles que bordeaban construcciones de estilo republicano como el Palacio Liévano, actual sede de la Alcaldía; la Casa de Nariño -sede del Ejecutivo, antes conocida como Palacio de la Carrera-, y el Colegio Mayor del Rosario.

Al crecimiento habían contribuido urbanistas como el austríaco Karl Brunner, que en la década de 1930 diseñó el primer acueducto moderno de Bogotá, la Avenida Caracas y la Avenida Jiménez de Quesada, mientras que al oeste el barrio El Campín y la Universidad Nacional -obra del arquitecto alemán Leopoldo Rother- se desarrollaron en paralelo a la Avenida Ciudad de Quito.

Sin embargo, a las 13.15 del 9 de abril, cuando la céntrica Avenida Jiménez vivía la agitación normal de una ciudad que recibía a los delegados de la IX Conferencia Panamericana, cuna de la Organización de Estados Americanos (OEA), ocurrió el asesinato de Gaitán, que partió en dos la historia de Colombia y cambió la cara de Bogotá.

Juan Roa Sierra, el asesino, disparó en cuatro ocasiones contra el caudillo liberal -favorito para ganar las próximas elecciones presidenciales- cuando este salía de su despacho de abogado, y tres de las balas lo impactaron causándole la muerte minutos después en la Clínica Central.

De inmediato una multitud enardecida linchó al asesino en el comienzo de la revuelta que dejaría el 90 % del centro de la ciudad arrasado y que acabaría para siempre con el tranvía que había sido el medio de transporte de los capitalinos durante la primera mitad del siglo.

La Gobernación de Cundinamarca, el Ministerio de Gobierno, el diario conservador El Siglo, el Palacio de San Carlos -donde vivió el Libertador Simón Bolívar-, la Nunciatura Apostólica y el Palacio de Justicia fueron algunas de las edificaciones destruidas aquel día.

Los efectos políticos y sociales de «El Bogotazo» aun resuenan, pero fue la posibilidad de reconstruir la ciudad lo que hizo de este terrible hecho histórico una oportunidad para reedificar y replantear el urbanismo de la capital colombiana.

Al año siguiente el urbanista franco-suizo Le Corbusier, que visitaba capitales latinoamericanas, recibió el encargo de diseñar un Plan Piloto para Bogotá con el fin de recuperar las áreas devastadas el 9 de abril, lo que en parte se hizo.

En dicho plan Le Corbusier puso también sus ideas para el crecimiento y expansión de una ciudad que pasó de los poco más de 500.000 habitantes de esa época a los ocho millones del siglo XXI, pero dicha propuesta nunca salió del papel.

Se impuso la ciudad expandida, «que tendría su máximo desarrollo en los años 50», explica a Efe el exconcejal bogotano Yezid García Abello, quien defiende «abaratar redes de servicios públicos con una ciudad compacta, con tranvías y trenes que la vuelvan a comunicar dejando a un lado a los buses del sistema masivo actual».

Sin embargo, agrega, se comenzó a «gastar dinero equivocadamente en las siguientes Administraciones con más de 12 estudios para la construcción del metro en los que se han despilfarrado más de 260.000 millones de pesos (unos 93 millones de dólares)», agrega.

De esta forma, el 9 de abril de 1948 marcó el final de una capital con aspecto de pueblo y abrió el camino para el crecimiento ordenado de una urbe que aún hoy, 70 años después, sigue sin concretarse.

El Espectador


Este era el extraordinario pensamiento de Jorge Eliécer Gaitán

Jorge Eliécer Gaitán distinguía entre la política en grande y la política en pequeño, encarnadas respectivamente por el político (con quien él, como es obvio, se identificaba) y el politiquero que reduce la política —observaba en tono crítico, demoledor— a “su simple aspecto inmediato, transeúnte y mecánico”, con la cual solo busca “logros inmediatos para los intereses económicos, personales o simplemente electorales de pequeñas camarillas”.

A su modo de ver, en la política nacional se impone, por desgracia, la falsa política, la de los politiqueros, al girar en torno a las elecciones con el único propósito de conquistar las curules para los distintos aspirantes, lejos de abordar los verdaderos problemas de la comunidad.

Se trata, pues, de un engaño al pueblo o traición a la democracia, sistema político proclamado por unos y otros, por liberales y conservadores, apenas como señuelo electoral y con la demagogia del caso.

O sea —tal era su conclusión—, la actividad de nuestros políticos se limita a pensar en función de las elecciones, a estar en campaña permanente e ir en busca del pueblo no para conocer sus necesidades ni para tratar de resolver sus problemas, sino para garantizar su elección.

Y, alcanzado tal propósito, ellos se olvidan del pueblo al asumir los puestos de dirección, dedicados de lleno a la política de salón y aislados de los problemas nacionales, hasta la hora de volver al círculo vicioso de asegurar su reelección a través del respaldo popular: “El mandato, instrumento insustituible de la voluntad democrática, termina precisamente —decía— cuando debiera comenzar al día siguiente de los comicios electorales”.

Un drama histórico

Gaitán, en cambio, se presentaba como el abanderado de la política en grande, enfrentado a la política en pequeño a que acabamos de referirnos, a los politiqueros o, si se quiere, al que llamaba país político, para el cual “la política es mecánica, es juego, es ganancia de elecciones, es saber a quién se nombra ministro y no qué va a hacer el ministro”.

“Es plutocracia, contratos, burocracia, papeleo lento, tranquilo usufructo de curules y el puesto público concebido como una granjería, no como un lugar para contribuir a la grandeza nacional”, agregaba, rematando sin rodeos: “Para nosotros, es distinto”.

En esta cita ya es clara la oposición entre el país político y el país nacional, conviviendo ambos en Colombia de manera simultánea pero con un dominio manifiesto del primero sobre el segundo, e imponiéndose en consecuencia los dirigentes partidistas que practican la política en pequeño, enceguecidos por la mecánica electoral. “En Colombia hay dos países —señaló en su célebre discurso del 20 de abril en el Teatro Municipal de Bogotá—: el país que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder, y el país nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendido por el país político”.

La separación en tal sentido es evidente, como lo es que la política nacional se encuentra desligada de las necesidades sociales, yendo en contra de su fundamento real: estar al servicio de la sociedad. Y Gaitán no podía conciliar con esto, tanto por los principios del liberalismo social con que estaba comprometido como por razones humanistas y éticas, ideológicas y estrictamente democráticas, lejos de admitir que tales actitudes pudieran ser calificadas de demagógicas o populistas.

Pobreza y corrupción

Para Gaitán, el país nacional tiene una gran voluntad de progreso, mientras que el país político es conformista y no aspira a un cambio sino al mantenimiento de la situación para continuar disfrutando de sus privilegios. De otra parte, el país nacional está lleno de deseos, de esperanza, de confianza o fe en que algún día podrá satisfacer sus necesidades, al tiempo que el país político no goza de ese mismo deseo, movido por las ambiciones personales, exclusivamente particulares.

Tal contraposición —dirá él en su análisis sociológico— surge del contraste “entre lo que podríamos realizar y lo que estamos haciendo”, siendo el país político el principal culpable de la pobreza del país, de la miseria que azota a la gran mayoría del país nacional, por estar entregado al juego electoral, a la competencia por las curules y los puestos públicos, en medio de su desinterés por los asuntos sociales que se traduce en la no realización de las obras requeridas por el pueblo para su desarrollo.

En estas circunstancias —advertía—, la corrupción es inevitable. De un lado, la entrega total a los asuntos electorales no tarda en llevar a la corrupción (cuya manifestación extrema es la compra de votos) y, de otro, se le impone al país nacional una ética singular, según la cual es bueno lo que al país político le conviene, y es malo lo que va en contra de sus intereses.

Puro clientelismo

Gaitán rechazaba del país político (por lo menos en lo que se refiere a la mecánica electoral, a su manipulación y al manejo del poder público) lo que hoy se conoce como clientelismo. “El Estado en sus aspectos varios —explicaba— es mirado como botín de guerra hasta por el más modesto empleado”. Así, la política queda reducida a su mínima expresión, a la lucha burocrática, sin que en ningún caso sea lo ideológico lo que movilice a los partidos en su acción proselitista.

Gaitán fue uno de los primeros en combatir el clientelismo y descubrir los diferentes mecanismos que hacen posible su funcionamiento, pues reconoció no solo la existencia del caciquismo y su comportamiento común en los partidos sino también la forma como dicho fenómeno abarca desde las más pequeñas y alejadas poblaciones hasta los organismos más elevados del Estado, siempre con el poder de su influencia a disposición. Pero, el citado rechazo al país político era tanto por marchar en contravía del desarrollo nacional, por su burocratismo, por la carencia de ideas, por oponerse al bien común, por su entrega absoluta a la cuestión electoral y por su corrupción, como por el sectarismo que despertó en los sectores populares (en su mayoría, de bajo nivel educativo), donde por ello no importaban las diferencias ideológicas entre los partidos tradicionales.

Los partidos, en fin, son idénticos en el manejo “clientelista”, en la persecución de los puestos públicos, en la visión estrictamente burocrática del Estado, por lo que todos a una, sin distingos de ninguna clase, despiertan el sectarismo, el sentimiento partidista, casi que lo irracional, por carecer de ideas, de programas, de principios que respondan a los anhelos populares.

Y del sectarismo a la violencia no hay más que un paso, como resulta fácil comprobar a través de la historia. El país político es responsable de la violencia en Colombia, señalaba.

Guerra a la oligarquía

Gaitán estableció una identidad entre el país político y la oligarquía. “El país político o la oligarquía, que es la misma cosa”, expresaba. Pero, el sentido que él tenía de la oligarquía era bastante amplio. No es sinónimo de gente rica, ni solo el dominio de la plutocracia. No. “La oligarquía —era su definición— es la administración monopolizada por una minoría en beneficio de sus propios intereses, con la finalidad de su propia conservación en el mando”.

En definitiva, la oligarquía es el sostén del aparato del Estado, y de este modo se institucionaliza un régimen oligárquico, fuera del que no hay salvación. “Hemos llegado al sistema según el cual la única norma de victoria es el sometimiento a la oligarquía o país político que otorga los títulos, califica la inteligencia y el conocimiento e ignora y destruye al resto del país”, precisaba.

No obstante, aunque para Gaitán la oligarquía tenía una significación más vasta que la mera concentración del poder económico, este aspecto es indispensable para su cabal comprensión. En 1934, en el Congreso, hizo una radiografía de sus compañeros de curul en los siguientes términos: “Os llamáis representantes del pueblo, pero en realidad no lo sois porque en estos recintos apenas representáis los intereses de las clases poderosas”.

Y en su discurso-programa de 1944 denunciaba el “maridaje inadmisible entre política y negocios”. Fue entonces cuando Gaitán, según recuerda Eduardo Santa, lanzó su grito de combate, grito que lo acompañó a lo largo de su campaña y que pregonó en las plazas públicas hasta el último momento: “Contra las oligarquías, ¡a la carga!”

JORGE EMILIO SIERRA MONTOYA
Magíster en Ciencia Política de la Universidad Javeriana y autor del libro ‘El pensamiento político de Gaitán’

El Tiempo


 

Así se conmemorarán 70 años del Bogotazo y la muerte de Jorge Eliécer Gaitán

El crimen del siglo en el Teatro Colón- 70 años del Bogotazo

Para conmemorar los 70 años del 9 de abril, el Teatro Colón el abrirá el telón a la adaptación teatral del libro de Miguel Torres: El crimen del siglo. En esta obra de teatro, se conocerán más detalles de la historia de Juan Roa Sierra y cómo resulta involucrado en el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.

“Los espectadores tendrán la oportunidad de conocer a Juan Roa en detalle, un ser humano con fortalezas y debilidades. También podrán explorar un mundo de intriga donde el asesino va construyendo su propio destino. En un instante quiere deshacerse de la carga que él mismo se echó al hombro pero le cuesta tanto trabajo que es posible que no logre hacerlo, debido a que existe cierta ambigüedad en ese sentido”.

Torres afirmó además que “todo colombiano debería conocer y entender el Bogotazo. El 9 de abril es una fecha sobre la que se tiene poca información, pero que merece mucha atención porque determinó el fracaso del país”. La obra cuenta con la participación de Julián Román, Carmenza Gómez, Ramsés Ramos, Diego León Hoyos y Diego Trujillo, entre otros.

Otros eventos para conmemorar 70 años del Bogotazo

Nomeolvides por el Día Nacional de las Víctimas

La Alcaldía de Bogotá, junto a la Alta Consejería para los Derechos de las Víctimas, realizarán varios eventos en la capital del país para conmemorar el Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas del Conflicto Armado, entre ellos regalarán en ciertos puntos de la ciudad la flor nomeolvides.

“Queremos rendirle homenaje a quienes ya no están y a los sobrevivientes del conflicto, una conmemoración para las más de 8 millones de víctimas en el país, como para las 352.857 que habitan en Bogotá. Día a día, trabajamos con esta población para generar oportunidades de vida y avanzar en la construcción de una sociedad reconciliada donde aprendamos a vivir en paz” afirmó, Gustavo Quintero, alto consejero para las víctimas.

Asimismo, hoy en la mañana se realizarán actos simbólicos de reconocimiento, dignificación y memorias en los siete CLAV y los dos puntos de atención del Terminal y SuperCade de Engativá. El acto simbólico busca visibilizar el daño que se ha generado a las personas en el marco del conflicto armado, pero también mostrar cómo han construido espacios de paz.

Semana gaitanista en el Museo Nacional

El Museo Nacional de Colombia se une a la conmemoración de los setenta años del Bogotazo con una programación especial de charlas y de recorridos por algunas salas de exposición en las que se exhiben piezas relacionadas con este hecho histórico.

Durante una semana, el Museo invitará a los públicos a reflexionar y dialogar sobre los sucesos del 9 de abril de 1948 y su impacto en la historia de Colombia.

Puede consultar la programación completa en la página del Museo Nacional.

Publimetro

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