Desafíos y oportunidades para la democratización de la comunicación

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Por Sally Burch*

Los vientos adversos para los derechos de la comunicación, en el actual escenario político en América Latina, traen nuevos y complejos desafíos al movimiento por la democratización de la comunicación, que le exigen afinar respuestas y renovar estrategias. Pero también se presentan nuevas oportunidades.

Los primeros años de este siglo vio avances hacia una comunicación más democrática, principalmente en los países con gobiernos progresistas, sobre todo en el ámbito legal y constitucional.  En varios casos la implementación quedó rezagada, dejando un déficit con la comunicación popular y la ciudadanía. Al mismo tiempo, como nunca antes una afirmación ciudadana que reivindica derechos de la comunicación atraviesa el continente, lo que crea condiciones favorables para un movimiento más amplio por la democratización de la comunicación.

Estos temas estuvieron presentes, justamente, en los debates del reciente Foro Social Mundial en Salvador de Bahía, impulsados, entre otros, por el Foro de Comunicación para la Integración de NuestrAmérica (FCINA). Allí se constató que una de las primeras prioridades de las derechas, al retomar las riendas del poder, ha sido revertir los avances que habían conquistado las luchas sociales por democratizar la comunicación: en Argentina, Macri vació la Ley de Medios Audiovisuales; en Brasil, Temer eliminó la autonomía de la Empresa Pública de Comunicación.

Ante este escenario, se destacó la importancia de fortalecer iniciativas alternativas y populares de comunicación o medioactivismo, en lo nacional y regional. Es el caso de, FCINA, donde convergen redes y medios de comunicación y coordinaciones sociales latinoamericanas, que articulan un trabajo regional de cobertura, constituyendo un referente en temas de integración, alternativo a la versión de los medios hegemónicos que ningunea la soberanía regional. Por su parte, Midia Ninja, en Brasil, que se considera un movimiento social dentro de la comunicación, ha generado la capacidad de disputarle el espacio a los medios comerciales, en el plano de lo estético y lo narrativo, principalmente a través de las redes sociales digitales.

Las tecnologías digitales presentan, justamente, otro ámbito de desafíos, en particular dada la nueva realidad de concentración monopólica en Internet. Elaborar estrategias comunicacionales que dependen de las plataformas controlados por el llamado grupo GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon), si bien presenta la oportunidad de llegar a un público masivo, significa también un riesgo, porque son espacios fuera de control propio, por lo que la dependencia que se genera frente a ellas implica una alta vulnerabilidad. Así vemos que, con el pretexto de descartar el “fake news”, estas empresas, de un plumazo, cambian sus algoritmos para que los medios críticos frente al sistema dominante ya no aparezcan en los buscadores ni en los perfiles de redes sociales. Es más, Google y Facebook han absorbido el grueso de la publicidad en Internet, poniendo en jaque las fuentes de sustento de los medios de comunicación en general. Y ¿qué decir de la manipulación de procesos electorales a través del uso de datos personales para dirigir mensajes mañosos personalizados a través de las redes sociales, como se reveló con el reciente caso de Cambridge Analítica, con datos provistos por Facebook? ¿En qué queda en principio de diversidad y pluralidad mediática?

No es fácil enfrentar el poder de estos gigantes de Internet.  Uno de los espacios que ha comenzado a aglutinar una amplia gama de sectores sociales para plantear respuestas es el Foro Social de Internet, del cual es parte la iniciativa Internet Ciudadana en América Latina. Pero también requerimos de respuestas desde los Estados, entre otros para proteger nuestros datos y derechos y precautelar la soberanía en la economía digital.  Un país latinoamericano difícilmente podrá implementar respuestas aisladas; por ello, debería establecerse como una prioridad en el marco de los procesos de integración regional.

 

(*) Sally Burch es periodista de la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI)


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