Cuba ante el relevo generacional – Por Andrés Mora Ramírez

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Andrés Mora Ramírez*

En el año 59 de la Revolución, el 57 de la derrota del imperialismo estadounidense en Playa Girón, y el número 56 del bloqueo criminal decretado por el presidente John F. Kennedy contra la isla y su pueblo, Cuba inicia una nueva etapa de su heroico batallar por la dignidad, la soberanía, la defensa de la patria y la posibilidad de construir una sociedad más justa. Una generación icónica, la de los comandantes de la Sierra Maestra, pasa el testigo de la conducción política a la generación nacida después del triunfo revolucionario de 1959: tal es la profunda significación del acto en que la Asamblea Nacional del Poder Popular eligió a Miguel Díaz-Canel como nuevo presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, en sustitución de Raúl Castro, quien se mantendrá como Secretario General del Partido Comunista hasta el 2021.

Igualmente significativas, por lo francas y situadas en el reconocimiento de las adversas condiciones a las que debe hacer frente la Revolución, fueron las palabras de los protagonistas principales de esta jornada. Castro advirtió que Cuba vive “en un lugar y en un tiempo en el que no podemos cometer errores”, y resaltó la importancia de avanzar en la actualización del modelo económico y social a partir de “la experiencia acumulada”, sin que esto implique adoptar “terapias de choque contra los ciudadanos más desfavorecidos”. Por su parte, el nuevo presidente afirmó que la «la política exterior cubana se mantendrá inalterable», sin negociar principios ni ceder ante presiones y amenazas, y remarcó que “continuará el perfeccionamiento del socialismo.

La Revolución cubana sigue dispuesta a todos los combates… para avanzar hacia la prosperidad que nos debemos y que tendremos que conquistar más temprano que tarde». Conjugar la dinamización de la economía y la ampliación de oportunidades para la población, con los esfuerzos por preservar y ampliar las conquistas sociales (por ejemplo, en educación, salud y cultura), en una sociedad con expectativas y necesidades que ya no son las de la segunda mitad del siglo XX, son retos medulares que se dibujan en el horizonte del futuro inmediato.

Sin perder de vista esta realidad, y acaso como antídoto contra los agoreros y las aves de rapiña del imperialismo, que vuelven a posar sus ojos e intereses sobre la isla, en esta hora también debemos recordar el enorme valor de los triunfos y sacrificios realizados por los patriotas cubanos, hombres y mujeres, antes y después del triunfo de la Revolución, en una larga batalla que está inevitablemente vinculada a la historia de nuestra América Latina. Porque desde finales del siglo XIX, con la guerra de independencia que abanderó José Martí, Cuba se lanzó a una empresa gigante que trascendía sus fronteras. “Es un mundo lo que vamos a equilibrar (…) ¡Los flojos, respeten: los grandes, adelante! Esta es tarea de grandes”, escribió Martí en 1894, en El tercer año del Partido Revolucionario Cubano, y tal fue el ideal que inspiró a la generación de 1953 encabezada por Fidel Castro, que supo estar a la altura de las exigencias de su tiempo y colocó a Cuba en el fiel del continente para defender la independencia de nuestro región, amenazada por la Roma Americana.

Hace ya algunos años, Eduardo Galeano dijo que la Revolución, “crecida en el castigo, es lo que pudo ser y no lo que quiso”, porque “en gran medida, el muro entre el deseo y la realidad fue haciéndose más alto y más ancho gracias al bloqueo imperial, que ahogó el desarrollo de una democracia a la cubana”. Probablemente así haya sido, y es seguro que la verdad –si hubiera una sola- sobre la experiencia cubana, en sus alegrías y dolores, exceda el esfuerzo de síntesis literaria del maestro uruguayo. Pero nada en este complejo devenir, que además perfila los actuales desafíos de la sociedad cubana, resta un ápice de valor al camino recorrido y a las lecciones de humanidad de su proyecto liberador que, desde el ojo del huracán geopolítico y en las fauces del monstruo imperial, la revolucionaria isla rebelde ha prodigado a los pueblos de nuestra América y del mundo. Esa es la lucha que debe continuar. La tarea de grandes.

*Investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos y del Centro de Investigación y Docencia en Educación, de la Universidad Nacional de Costa Rica.


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