Argentina | Nadia Chiaramoni, la biotecnóloga feminista que populariza la ciencia a través del stand up
Una biotecnóloga feminista populariza la ciencia a través del stand up
Arriba del escenario Nadia Chiaramoni, de 39 años, es una hábil oradora. Abajo, es biotecnóloga adjunta del Conicet, en la Universidad Nacional de Quilmes. Desde hace un tiempo, descubrió que podía unir sus capacidades humorísticas con sus saberes profesionales para hacer divulgación científica a través del stand up. «Tengo dos trabajos: soy investigadora y soy comediante», comienza. Cree que si hay algo que vincula a estos dos mundos es la creatividad.
En el primer piso de lo que antes era un galpón y ahora es una universidad, y más precisamente un laboratorio: microscopios, escritorios, pizarrones. Allí, hombres y mujeres visten ambos, usan anteojos y se afanan sobre las mesas. Un olor intenso, a químicos, invade el ambiente. «Ya no lo siento, se me hizo carne», dice Nadia, que lleva el pelo corto, la cara limpia. Rápidamente, entra a su lugar de trabajo, saluda a sus compañeras y prepara un mate.
«Se necesita creatividad para poder responder las preguntas», aduce, y se refiere tanto a la ciencia como al humor. «A veces digo que soy científica y la gente me pregunta: ‘¿Qué descubriste?’, pero no saben que esto es un laburo diario», cuenta. Entiende que es su responsabilidad contar cómo es el proceso de su trabajo y se siente inspirada por este tipo de obviedades. Al igual que con el estereotipo de «científico hombre y aburrido» que despierta en ella las ganas de divulgar los trabajos de las mujeres de ciencia.
«Siempre me interesé en el papel de la mujer», cuenta la comediante y aclara, de antemano, que es feminista desde hace algunos años. Para Nadia, todavía no hay igualdad de género en el ámbito científico, aunque cree que las luchas sociales acortaron la brecha. «Para llegar a una igualdad la mujer tiene que ser 50 mil veces mejor. Las que son consideradas iguales, como por ejemplo Andrea Gamarnik [hoy la científica argentina más destacada en América latina] es considerada igual pero es muy superior», opina la biotecnóloga.
Dos actividades totalmente disímiles se combinan por una lucha en común: reivindicar diariamente a la mujer. Por eso, en sus monólogos Nadia rescata algunas historias de mujeres de ciencia que lograron sobreponerse a los prejuicios de otra época. De esta forma, divulga a Elvira Rawson, una de las primeras médicas argentinas; cuenta que Rosaline Franklin ayudó a descubrir la estructura del ADN y que Mileva Maric, esposa de Einstein, participó de muchas de las investigaciones del científico. Pero también da cuenta de las dificultades que tuvieron estas mujeres para que reconozcan su labor.
Desde que se recibió, en 2001, investiga liposomas -aquellos que construyen la membrana celular-. Actualmente estudia sistemas de transporte de drogas para mejorar terapias contra enfermedades respiratorias y da clases de Química II, en la misma universidad. Además, desde hace un tiempo hace Bocas incorrectas, junto con Jennifer Frank y Valeria André, una obra itinerante compuesta por tres monólogos en donde tocan temas que afectan y afectaron a las mujeres a lo largo del tiempo, como la violencia doméstica, la maternidad y el aborto. Según dice, no le dedica el mismo tiempo a ambas actividades, pero sí lo hace con el mismo nivel de compromiso. Cree que sino no podría ser «tan eficiente» como científica.
Nadia participó de Ciudad Emergente 2015; del programa científico Stand up, conducido por Dalia Gutman; hizo presentaciones en Tecnópolis, junto a un grupo de científicos y participó de una charla TED en 2017, entre otros eventos. Además fue una de las fundadoras del grupo de monólogos científicos «Poper», con presentaciones en Tecnópolis, el Centro Cultural de la Ciencia y el interior del país, que fue una iniciativa Diego Golombek en conjunto con el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Hoy el grupo sigue funcionando pero es autogestionado por los mismos investigadores.
La biotecnóloga cree que el humor es un medio para transmitir sus ideas, acercar a los otros nuevos conocimientos y comunicar lo que hace en clave de humor. La ciencia llega a oídos distraídos que sólo buscan reírse un rato y a través de un lenguaje simple se convierte en un tema ameno que convoca a un público diverso y ajeno a ese ámbito.
El escenario la carga de energía. «Es como una droga, pero legal», ríe. Sin embargo, no siempre hay carcajadas. «Durante mis diálogos sobre el aborto la gente no se ríe pero hay un silencio que es grandioso, es atención», dice con firmeza Nadia.
El humor es muchas veces una herramienta para llegar al otro de una manera más efectiva. Mientras la ciencia constituye un conjunto de reglas para probar afirmaciones; el humor puede servir para encontrarle sentido a la vida cotidiana.
Allí, a pasos del laboratorio donde trabaja, dice que en su próximo guión va a hablar sobre la etapa de la vida que está transitando. Está por cumplir 40 pero se siente «de 15», por la cantidad de cosas que está aprendiendo. «No creo que para sentirme exitosa tenga que tener un hijo. De esas cosas quiero hablar», concluye.
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