Stef Arreaga, activista guatemalteca sobre la muerte de 41 niñas en orfanato: “El Estado no les dio nada a las familias y a las sobrevivientes”

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Lo dijo Stef Arreaga, integrante de Ocho Tijax, una organización que se armó el 8 de marzo de 2017 entre la urgencia, la demanda y el activismo tras el incendio en el «Hogar seguro» de la Ciudad de Guatemala. 41 muchachas murieron y 15 quedaron con graves y dolorosas secuelas. El día anterior más de cien adolescentes se habían escapado del Hogar por los abusos sexuales y físicos que sufrían. La policía lxs atrapó y como castigo encerraron a 56 muchachas en un aula. Dentro del aula comenzó un incendio. A pesar de los gritos, las autoridades no abrieron las puertas. Fue el 8 de marzo de 2017, Día Internacional de la Mujer y primer Paro Internacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans. Este próximo #8M, #NosParamosPorEllas a un año de la masacre.

La madrugada del 9 de marzo del 2017 Stef Arreaga se encontró anunciando los nombres de las niñas y adolescentes identificadas en la masacre del Hogar Seguro Virgen de la Asunción (HSVA) frente a la puerta del Hospital General San Juan de Dios. Muchas habían ingresado como XX, no identificadas, algunas habían fallecido, otras eran sobrevivientes. Nadie daba información segura. Cotejando los listados que tenían los Bomberos y los Hospitales armó una lista improvisada y dio los nombres que tenía. Alrededor de Stef, que es historiadora y diseñadora gráfica, algunas de las madres de las niñas no aguantaban la tensión y se desmayaban. “Soy una ciudadana común y corriente”, dice Stef a la distancia y traza con esa definición cómo el gobierno de Guatemala evadió sus responsabilidades y agravó el dolor de las sobrevivientes y familiares sin un acompañamiento estatal acorde a la masacre que también fue su responsabilidad.“Esa tarea le correspondía al Estado”, señala en diálogo con LATFEM.

Stef, que había trabajado en otros casos de genocidio, se había acercado el día anterior ni bien supo la noticia brutal: las niñas se habían escapado de los abusos físicos, sexuales y psicológicos, como castigo los responsables del Hogar junto con la policía local las habían encerrado en un cuarto pequeño: un incendio puso en pausa las vidas de muchas de ellas en ese mismo instante. Eran 56, sólo 15 sobrevivieron.

En ese momento activistas de todo el mundo se organizaban para salir a las calles en las acciones de cara al Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans. Stef avisó a sus amigas, conocidas, compañeras de confianza y se acercaron al Hogar en San José Pinula, a 22 kilómetros de la Ciudad de Guatemala. No sabían qué iban a hacer ahí pero querían ayudar. Stef terminó amamantando a los bebés de las madres de las niñas, reconociendo los cuerpos y consiguiendo alojamiento para lxs familiares que habían viajado hasta ahí. Hoy, a través de la organización Ocho Tijax, acompaña el proceso judicial y también de visibilización que se sintetiza en la campaña mundial #NosDuelen56 De la solidaridad entre mujeres, a la praxis de la justicia y memoria feminista: el activismo de Stef y de tantas otras fue clave para que la noticia se expandiera más allá de las fronteras de Guatemala y desmontar las versiones de accidente que rodeaban a lo ocurrido. La consigna “fue femicidio de Estado” rápidamente llegó a todo América Latina y el Caribe y el mundo. “Nuestro trabajo es con las niñas sobrevivientes y representamos legalmente a doce de las 56, de las cuales 4 niñas son sobrevivientes y 8 fallecidas”, cuenta.

-¿Cómo surge Ocho Tijax*?

El mismo 8 de marzo de 2017 en la emergencia. Somos un grupo de voluntarias que vimos que había una situación y nos hicimos presentes en el Hogar Seguro. Nos encontramos con mucha necesidad, mucha desinformación. Desde el Hogar no querían dar información, entonces fuimos nosotras el enlace entre los familiares y la gente del Hogar.

Empezamos a llevar a las mamás a la morgue. Todo ese día estuvimos ahí. El 9 de marzo llegué a la Morgue y me encontré con muchas como XX, muchas como desaparecidas, conseguí el listado de las que habían fallecido. A las 5 de la mañana en el Hospital General salí y dí los nombres de las fallecidas, alguien lo grabó y quedó registrado en los medios.

Soy una ciudadana común y corriente. La parte difícil fue cuando empecé a dar los nombres de las fallecidas. A mi no me correspondía, era el Estado el que tenia que estar presente. Muchas personas se empezaron a desmayar ahí mismo. Las acompañé a la morgue, ya con varias familias, en un momento iba sola con 4 familias.

¿Quiénes te acompañaron en ese momento?

Las compañeras que el día anterior me habían ayudado ya estaban en su casa durmiendo. Me di cuenta de que había muchas mamás con bebés y me dejaban los bebés para cuidar

Tengo mi bebé y en un momento terminé amamantando a los bebes que estaban ahí. Empecé a pedir ayuda: a conseguir comida, donaciones, pan, azúcar, todo lo que la misma sociedad nos iba dando. También juntamos un fondo de dinero que no fue mucho pero que sirvió a las familias. Fueron 15 días en la morgue. El mismo director de la Morgue nos pedía ayuda.

Nosotras somos 4 mujeres, 4 compañeras que nos conocíamos de antes. Tengo varias amigas que están siempre pendientes, estuvieron en la morgue pero están en terapia ahora.

Las 4 nos conociamos de antes. Las llamé urgentemente, una de ellas es mi mamá, que es periodista, ha trabajado con mujeres, era dirigente sindicalista en el tiempo de la guerra; Kimmy de León de Prensa Comunitaria, que es periodista y Maria Peña, que es socióloga.

-¿Qué era lo más urgente en ese momento?

Los familiares nos pedían que entremos a reconocer a las niñas. Mi mamá es una de las que hizo. Eso fue lo más duro: las niñas estaban irreconocibles, muchas mamás tenían mucho tiempo de no ver a sus niñas, por el nerviosismo no las recordaban. Buscábamos lunares, tatuajes para identificarlas.

Coordinamos con psicólogos, hicimos un apoyo con un lugar que vendían tes naturales, buscamos hospedaje alimentación y transporte. Hubo gente que conocimos que estaban en la Morgue aunque sabían que sus hijas no estaban muertas, nos estaban ayudando. El Estado nunca llegó ni se presentaron, ni le dieron información.

La misma Procuración General de la Nación, que eran los responsables de las menores, nos llamaban para saber si sabíamos el paradero de las niñas. El Estado no les dio nada: solo ataudes y el servicio de velatorio. Les dio unas cajas que eran de muy mala calidad, les ponían dos floreros y ya.

-Después de la urgencia de la tragedia, ¿cómo siguieron acompañando?

Empezó todo el trabajo en lo penal pero también con las sobrevivientes y otras institucionalizadas en lugares. Nuestro trabajo como voluntarias continuó después cuando encarcelaron a los primeros responsables. Empezamos acompañando 22 casos y sin un centavo. El abogado Rafael Maldonado se hizo cargo al comienzo. Llamamos a la Fundación de Sobrevivientes y finalmente nos quedamos con 10 casos que luego fueron 12. El proceso penal comenzó el 13 de marzo y después entre abril y mayo se dieron las capturas: 8 personas del Estado detenidas.

-¿Cómo es el trabajo con las sobrevivientes?

Nosotras acompañamos desde la autonomía. No tenemos fondos. Estamos dando apoyo espiritual y psicológico con terapias alternativas a las 15 sobrevivientes. Solo una de ellas está en Estados Unidos. Ella perdió un ojo, le amputaron brazo y pierna. Otra que estaba en Estados Unidos regresó en diciembre: perdió sus párpados, tuvieron que hacerle un injerto de parpados, no tiene un solo pelo, no tiene nariz, ni labios. Tiene amputadas orejas, mano izquierda, pie izquierdo. Todo su cuerpo está quemado.

Hay toda una parte de la espiritualidad que tuvimos que trabajar. Por aquella época, mi hija me decía: “Están tocando tus maquillajes, siento que pasó alguien por acá”. Mi esposo se despertó porque alguien le tocaba las rodillas. Me despertó y me gritó: “¡Raquel! te están hablando a ti”. En este tiempo desaparecieron cosas que aparecían luego en otro lado.

Dos mamás que no se conocían soñaron a sus hijas y les dijeron que estaban gorditas porque se la pasaban comiendo en la casa de una mujer. Les decían que ellas no estaba muertas.Trabajamos en ceremonias mayas con 30 familias en un retiro con pertinencia cultural maya, para que ellas empiecen a hacer el duelo y para que las patojas, las muchachas, se puedan ir.

En el calendario maya Tijax significa el cuchillo de obsidiana, el cuchillo de doble filo, fuerza y poder del guerrero (o la guerrera). En sus múltiples sentidos significa curar, el poder de la sanación y representa la iluminación del ser humano a través del waxaquib’ Tijax (8 Tijax). La organización que se formó aquel 8 de marzo de 2017 lleva ese nombre, para sanar, para acompañar y elaborar un proceso que no da lugar a la desmemoria de las 56 niñas. Una justicia y memoria feminista que se empuja desde Guatemala pero que resonará con fuerza como demanda este próximo Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans. Este #8M nos paramos por ellas.

(*) En el calendario maya Tijax significa el cuchillo de obsidiana, el cuchillo de doble filo, fuerza y poder del guerrero (o la guerrera). En sus múltiples sentidos significa curar, el poder de la sanación y representa la iluminación del ser humano a través del waxaquib’ Tijax (8 Tijax). La organización que se formó aquel 8 de marzo de 2017 lleva ese nombre, para sanar, para acompañar y elaborar un proceso que no da lugar a la desmemoria de las 56 niñas. Una justicia y memoria feminista que se empuja desde Guatemala pero que resonará con fuerza como demanda este próximo Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans. Este #8M nos paramos por ellas.

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