Las grandes mayorías unidas y universalizadas o divididas y dominadas – Por Paula Giménez

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Por Paula Giménez*El siglo XXI nos encontrará unidos y universalizados o divididos y dominados

El mundo se encuentra transitando una crisis orgánica, estructural y multidimensional, en la que los sectores financieros trasnacionalizados -que conforman la aristocracia financiera global- han consolidado su capacidad de imponer las reglas del juego, con la meta de afianzar su hegemonía económica, política e ideológico-cultural.

Estos capitales han sido capaces de construir una red transnacional, que a través de sus hilillos llegan a cada rincón del mundo, con complejos mecanismos de extracción de plusvalía global, generando enormes ganancias a través de los sistemas de créditos, interés, derivados, acciones, bonos, deuda de países, fuga de capitales, etc.

Los “propietarios del mundo” construyen las bases de un nuevo orden, buscando la uniformidad en la forma de vida, de pensamiento y de consumo en una especie de socialismo de mercado. El consumo globalizado genera sujetos deudores, a través de la bancarización, el uso tarjetas de crédito, hipotecas, créditos, lo cual provoca la formación de un “mercado del trabajo futuro”, que garantiza por anticipado la apropiación de la plusvalía que generan estos trabajadores-deudores. Algo así como una hipoteca sobre la vida futura.

Sin embargo, suponer que esta aristocracia es homogénea y se mueve con los mismos objetivos, es cometer un error de índole estratégico. Cada fracción lucha por lograr mayores niveles de acumulación, y lo que se disputan entre sí, es el conocimiento.

Aquel conocimiento que les permita reducir cada vez más los tiempos sociales de producción, generando y controlando tecnología de punta -inteligencia artificial, robótica, bio y nanotecnología, ciertas energías, entre otras- en un territorio-mercado digital, virtual y global, que les permite a estos capitales “improductivos” controlar desde las cúpulas –en sus cities– todas las cadenas de valor a nivel mundial.

Todo esto genera una nueva división global del trabajo, superando el esquema de centro/periferia, multiplicando ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres en cada uno de los territorios del globo. Como tendencia, se está construyendo una nueva arquitectura institucional, un Estado Global, caracterizado por la transferencia de poder individual y colectivo de los estados-nación hacia la aristocracia financiera global.

Los estados-nación parecen condenados a la obsolescencia, pues ya no son los que manejan e imponen el orden mundial, sino que funcionan como administradores, gerenciadores, que facilitan la funcionalidad de un sistema perverso y esclavizante.

Crisis y oportunidad

La reproducción del sistema capitalista ya no resulta funcional y el desarrollo de su fuerza productiva se encuentra en su última fase de mundialización o transnacionalización. El germen de su propia destrucción se encuentra en pleno crecimiento. Es tal el nivel de desigualdad que el 1% más rico de la población mundial acaparó el 82% de la riqueza generada el año pasado, mientras que la mitad más pobre no se benefició en absoluto.

El sistema capitalista se enfrenta a dos límites: el primero es el ambiente, la Tierra, que tiene su límite de explotación. El segundo es el límite social, el del pueblo, la organización efectiva de los excluidos. Crisis, en chino (weiji) significa “oportunidad” y si analizamos sus caracteres, wei-ji significa: punto, situación peligrosa o momento crítico, de peligro.

Atravesamos una crisis económica, política, social, de clase, de cultura, de género, de formas de relacionarse y concebir la vida. Están en crisis las instituciones, los sentidos comunes, las alianzas históricas y fundamentalmente, el funcionamiento económico del sistema capitalista.

Canalizar la lucha

Este escenario abre la posibilidad de debatir el proyecto de las mayorías, de los desplazados del sistema. Esta es una oportunidad de avanzar hacia un proyecto emancipador, pero también es un momento de peligro, porque puede conformarse otro proyecto de dominación aún más excluyente. Sí, aún más que el actual.

El esfuerzo social tiene que estar canalizado y organizado en contra de los dueños del mundo, en contra del poder invisible. Es necesario transformar a este enemigo invisible en un enemigo real, material y palpable, permitiendo reflexionar sobre nuevas formas de organización, dejando que vayan muriendo las viejas formas a medida que se desarrolla lo nuevo y revolucionario.

La lucha es en todas las dimensiones y territorios existentes, desde lo económico con formas de organización comunitaria, pasando por lo político en participación política y ciudadana, hasta el territorio de lo virtual que es territorio enemigo, pero es parte de nuestra futura victoria.

Esta tarea incluye la disputa por la construcción y apropiación del conocimiento estratégico. Debemos desplegar nuestras luchas en todos los niveles, considerando que este momento de máxima profundización de la lucha intercapitalista permite dar la disputa teórica y práctica, construyendo una nueva alternativa popular. La acción debe estar centrada localmente, pero pensando globalmente, algo que Ulrich Beck identifica como glocalización.

Los territorios del mundo tienen que estar a la altura de los nuevos desafíos, defendiendo las nuevas formas comunitarias locales, irradiando globalmente, avanzando en la conformación territorial de una resiliencia glocal. Es decir, tener la capacidad de construir fuerza territorial con impacto global, articulador, transformador, asentado sobre una red de redes de cooperación. En este sentido la red tiene que promover el intercambio de experiencias, conocimientos y fundamentalmente la transformación social.

El mundo está cambiando hacia una nueva forma de dominación y los caminos son dos: o vamos hacia otro sistema de acumulación-explotación o transitamos a un sistema comunitario que contenga en su diseño y consolidación, toda la complejidad del siglo que acontece.

La unidad local territorial, la irradiación global-universal-en red, la conciencia política social sin negar las particularidades socio-históricas, son el camino para la construcción de un proyecto de las grandes mayorías unidas y universalizadas.

(*) Licenciada y Profesora en Psicología (UNSL), Maestrando en Políticas Públicas para el Desarrollo con Inclusion (FLACSO). Redactora-investigadora argentina del CLAE (www.esteategia.la)


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