El movimiento de mujeres para retornar al camino de la inclusión – Por Victoria Montenegro
Exclusivo para NODAL
Por Victoria Montenegro, legisladora de la Ciudad de Buenos Aires por Unidad Ciudadana
El movimiento de mujeres en la coyuntura actual tiene sin duda un rol de resistencia. Este fue el espíritu que trascendió en las inmensas manifestaciones callejeras del 8 de marzo, en todo el mundo pero especialmente en la región.
Después de un proceso de avances democráticos, nuestro continente hoy se encuentra jaqueado por el resurgir del proyecto colonial, de la mano de gobiernos que sólo representan a una elite. Gobiernos que, como el de Argentina o Brasil, buscan liquidar derechos conquistados, desandando el camino de inclusión de los sectores populares que habíamos comenzado a recorrer.
Las mujeres de América Latina conocemos el proyecto político-económico que esta elite quiere imponer. Tenemos memoria, lo vivimos en otros tiempos. Para esta elite la igualdad nunca va a ser un objetivo real ni una prioridad. Ni la igualdad de género ni la de ningún tipo.
Por eso somos miles de mujeres poniendo el cuerpo a un movimiento político que no es celebración vacía de lo femenino. Es un movimiento crítico de la desigualdad, que es muy distinto. Estamos orgullosas de nuestra capacidad de movilización, pero sabemos que tenemos por delante un difícil desafío: que esta fuerza colectiva pueda contribuir a retomar el camino de inclusión. Que toda esta fuerza que mostramos en las calles pueda aportar a los procesos democráticos de la región, muchos de los cuales hoy están interrumpidos.
La consigna #NiUnaMenos se popularizó en 2015 porque alrededor de esa ráfaga de indignación hubo un movimiento organizado que lo pudo contener. De otro modo se hubiera diluido. Esa ráfaga de indignación surgió de un continente que ya había tomado la lucha contra la desigualdad como bastión en la batalla cultural. Esas fueron sus condiciones de posibilidad.
Hoy necesitamos apuntalar la memoria para no perder de vista de dónde venimos. El proyecto colonial que hoy nos acecha quiere borrar todo recuerdo de las conquistas recientes. Nos aturde con la mediatización de sus mentiras, nos inventa enemigos que no son. A quienes fuimos parte de gobiernos populares nos pinta de violentos, corruptos, delincuentes, terroristas. Nos persigue judicialmente y nos condena con prisión política. Este es el contexto en el que nos manifestamos masivamente el 8 de marzo. Este es el contexto en el que estamos dando la batalla por el aborto legal.
El ejemplo argentino debe alertarnos sobre la restauración de privilegios que está en marcha en la región. Dos años de Mauricio Macri conduciendo los destinos del país y vemos crecer la deuda externa, la inflación, los alimentos, los medicamentos, la ropa, la vivienda. Servicios públicos como el agua, el gas, la energía eléctrica treparon a las nubes; al revés que los salarios, las jubilaciones, los programas sociales, que perdieron sustancialmente su valor. En estos dos años, la represión de la protesta se volvió moneda corriente, los abusos policiales están a la orden del día. Todo impacta negativamente en la libertad y bienestar de las mujeres, así como en gran parte de la población.
Estoy convencida de que la historia se escribirá con la Verdad de lo que estamos viviendo y no con el relato cínico que nos quieren vender, porque es insostenible más allá del cerco mediático. La pregunta que nos queda es cuánto tiempo pasará antes de que nuestros pueblos vuelvan a soñar con la emancipación, como una alternativa real a lo que estamos padeciendo. El empoderamiento femenino, organizado, memorioso y altamente politizado sin duda es un avance en la reconquista y puesta en marcha de ese sueño.