Venezuela ante la diplomacia sumisa – Por Andrés Mora Ramírez

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Andrés Mora Ramírez*

La Casa Blanca prepara el guión y un manojo de presidentes y cancilleres lo ejecutan: tal es el estado de sumisión y postración ante la voluntad imperial en el que se encuentra sumida buena parte de la diplomacia latinoamericana y caribeña, que se ha dejado arrastrar por las presiones de la administración Trump y las amenazas de su Secretario de Estado para preparar el terreno de la intervención política y militar en Venezuela. Porque eso, y no otra cosa, es lo que está en juego en estos días: ni defensa de la democracia, de la que Estados Unidos ha dado numerosas pruebas de despreciar en América Latina, ni preocupación por unos derechos humanos que los funcionarios norteamericanos esgrimen a conveniencia contra sus enemigos. Lo que Washington pretende, y en esto no cabe llamarnos a engaños o refugiarnos en eufemismos políticamente correctos, es acabar con la Revolución Bolivariana a cualquier precio y no va a escatimar esfuerzos ni va a descartar acciones para devolver al país a su vieja condición de neocolonia petrolera.

Ya no se trata solo de perpetrar un golpe de Estado contra el gobierno del presidente constitucional Nicolás Maduro, para poner en su lugar un Henrique Capriles, un Leopoldo López u otra político de mampara; ni los métodos serán ahora los del terrorismo guarimbero, los sabotajes o la guerra económica, en los que tanto tiempo y recursos invirtió el expresidente Barack Obama; no, es más que eso: el objetivo ahora es reducir a cenizas el legado de solidaridad, justicia social y democracia participativa del proceso bolivariano, dentro y fuera del país.

No deben ser pocos los halcones del Pentágono, o los lobbistas de las compañías petroleras, o los congresistas y senadores que pescan votos en medio del odio y el anticomunismo de la Florida, o los magnates de medios de comunicación que descargan a diario su furia antichavista en periódicos, televisión, radio e internet, quienes sueñan con la instantánea de época: la irrupción de las fuerzas de la libertad y la democracia made in USA en el Cuartel de la Montaña, donde reposan los restos del comandante Hugo Chávez, para profanar su mausoleo tal y como lo hicieron en 1949 aquellos marines que orinaron sobre la estatua de José Martí, en el Parque Central de La Habana. O quizás los más perversos esperan el video, sin efectos especiales ni censura, de la ejecución extrajudicial de Maduro al mejor estilo de la banda de mercenarios al servicio de la OTAN que, en Libia, en el 2011, supieron sacar una sonrisa televisada a Hillary Clinton con la noticia del asesinato de Muamar Gadafi. ¡El rating lo justifica todo!

Venezuela es la obsesión de turno de Washington, de los corifeos de la restauración neoliberal que avanza por nuestra América y del sufrido exilio miamero, que ceba sus penas entre conspiraciones y evocaciones de aquel tiempo pasado en el que todo fue mejor (para ellos). Por eso se multiplican los voceros del imperialismo en el Grupo de Lima, ese club de amigos de la derecha declarada y de la derecha vergonzante, que ha vetado la participación de Venezuela en la Cumbre de las Américas prevista para realizarse en Lima en el mes de abril. Pedro Pablo Kuczynski, el sospechado presidente de Perú que pactó la permanencia en su cargo a cambio del indulto al genocida Alberto Fujimori, le cerró las puertas del cónclave panamericano al presidente Maduro. «No es bienvenido», dice este demócrata que, cual perrito simpático, no quiere causarle problemas a míster Trump. Y el secretario general de la OEA, Luis Almagro, siempre presto a colaborar con la causa injerencista, no se ha quedado atrás: de inmediato clamó a los Estados Unidos, por enésima vez, para que imponga «más sanciones, más amplias y más fuertes» contra el gobierno venezolano.

Así se ejerce la política de la dominación, de esas miasmas se nutre: quienes fabrican el caso, tienen preparada de antemano la sentencia para los condenados. Para ir por Cuba o Bolivia mañana, como ya fueron por Honduras, Paraguay y Brasil ayer, van ahora por Venezuela. Es la ley del imperio, que sus vasallos acatan.

(*) Académico e investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos y del Centro de Investigación y Docencia en Educación, de la Universidad Nacional de Costa Rica.

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