Quién gana y quién pierde en el Acuerdo Mercosur-Unión Europea – Por Sergio Martín-Carrillo

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Sergio Martín-Carillo*

Hace más de veinte años que comenzaron las negociaciones para conseguir un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea (UE). Desde ese primer momento, las negociaciones fueron guiadas por el Acuerdo Marco de Cooperación MERCOSUR-UE, firmado en diciembre de 1995. Durante este tiempo han pasado por diferentes etapas, principalmente vinculadas a los modelos de desarrollo implementados en los países del Mercosur. Es en los últimos años, con la victoria de Macri en Argentina y el golpe parlamentario que llevó a Temer al poder, cuando los discursos de uno y otro bloque han coincidido en ensalzar las supuestas bondades del libre comercio. Adicionalmente, hay que recordar que dentro de las negociaciones por parte del Mercosur no se encuentran ni Venezuela, ni Bolivia[1], por lo que el acuerdo sería parcial con los otros cuatro miembros del Mercosur: Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.

Como consecuencia de esto, los defensores de la globalización neoliberal han encontrado el momento idóneo para impulsar el acuerdo de libre comercio. A continuación, se presenta en un breve análisis los cambios en la orientación política y económica del Mercosur en los últimos años, la balanza comercial entre ambos bloques y el estado actual de las negociaciones y las trabas existentes para llegar a un acuerdo final. Por último, se presentará a modo de conclusión que un eventual acuerdo de estas características supondrá el reforzamiento de la división internacional del trabajo y las relaciones centro-periferia existentes en la Economía-Mundo.

El viraje en la agenda interna y la agenda externa del Mercosur

Los cambios en la dirección política y económica de las dos economías más fuertes del Mercosur (Brasil y Argentina)  han propiciado un giro tanto en la agenda interna como externa del Mercosur. A esto hay que agregar la suspensión por motivos políticos de la participación de Venezuela, la no ratificación por parte del Congreso brasileño de la adhesión de Bolivia y la actitud más conformista con las políticas neoliberales del Gobierno uruguayo liderado por Tabaré Vázquez. Esto provoca que de un Mercosur cada vez más cercano a la visión de lo que se conoce como regionalismo post-neoliberal, se haya vuelto a una visión del regionalismo abierto característico de los años 80 y 90, donde la agenda comercial inunda todos los aspectos de la negociación, la complementariedad productiva cede su espacio a la competitividad y la apertura se realiza tanto intra como extra bloque.

Estos cambios hacen que a nivel regional, en la disputa de bloques característica del lustro anterior entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico, hoy día aparezcan cada vez más juntos. Juntos, que no unidos, pues la desintegración regional es el resultado de la apertura desenfrenada hacia el resto del mundo sin una agenda de integración política ni una agenda de integración productiva propia.

Junto al acercamiento a la Alianza del Pacífico, el Mercosur busca incrementar su acercamiento con la Unión Europea. Esto último obedece a la orientación política predominante en el Mercosur, pero a la vez es resultado de los movimientos geopolíticos que ocurren más allá de la región. Con esto queremos decir que ante la reorientación de las prioridades de política comercial de los Estados Unidos de Trump, donde entre otros se encuentra la ralentización de las negociaciones por el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) entre Estados Unidos y la Unión Europea,  éstos últimos han aprovechado para buscar nuevos aliados comerciales en la cuenca atlántica entre los que destacan el Mercosur.

¿Qué comercian los países del Mercosur con los de la Unión Europea?

Tomando como punto de partida las relaciones comerciales entre ambos bloques, queda claro que constituyen un claro ejemplo de división internacional del trabajo y de las relaciones centro periferia. Es decir, mientras que los países del Mercosur exportan mayoritariamente productos primarios como carne, etanol, productos agrícolas… la Unión Europea inunda los mercados del Mercosur con bienes de equipo y productos manufacturados de mayor valor agregado.

Según los datos publicados por la Comisión Europea correspondientes al comercio entre el Mercosur y la Unión Europea en el año 2016, tenemos que las tres principales categorías de productos que el Mercosur exporta a la UE según la clasificación SITC (Standard International Trade Classification) son:

  • “Productos alimenticios y animales vivos”, por un valor de 15.930 millones de €, lo que supone el 37,9 % sobre el total de exportaciones a la UE.
  • “Materiales crudos no comestibles, excepto combustibles”, por un valor de 11.016 millones de €, representando un 27,1 % del total.
  • “Artículos manufacturados, clasificados principalmente según el material”, por un valor de 3.823 millones de €, y que representa el 9,4 % de las exportaciones totales a la Unión Europea.

Vemos, por tanto, que del lado de la oferta exportable del Mercosur hacia la Unión Europea predominan las categorías de bienes con poco o ningún valor agregado, reproduciendo el rol periférico de las economías del Mercosur como proveedoras de materias primas o productos de bajo valor agregado de las economías del centro de la Economía-Mundo capitalista.

En el otro lado, si tenemos en cuenta las importaciones que realiza el Mercosur desde la Unión Europea, vemos como la hipótesis se confirma, reproduciéndose el patrón pero a la inversa. Es decir, observamos como la demanda del Mercosur es principalmente en categorías de bienes con un elevado grado de industrialización, y por tanto, con altos niveles de valor agregado. Siguiendo nuevamente la clasificación SITC obtenemos los siguientes datos sobre las tres principales categorías de bienes importados por el Mercosur desde la Unión Europea:

  • “Maquinaria y equipo de transporte”, por un valor de 18.543 millones de €, que representan el 44,6 % del total de las importaciones del Mercosur provenientes de la UE.
  • “Productos químicos y productos conexos, n.e.p.”, por valor de 10.854 millones de €, lo que representa el 26,1 % de las importaciones.
  • “Artículos manufacturados, clasificados principalmente según el material”, por valor de 3.766 millones de €, cifra que supone el 9,1 % de las importaciones.

A pesar de este comercio desigual entre bloques, en años anteriores, gracias principalmente al elevado precio de las materias primas, la balanza comercial Mercosur-UE había presentado superávit. Sin embargo, estos resultados contaban con el apoyo coyuntural y atípico de los altos precios de las commodities. En este sentido, vemos como desde el año 2012 (CUADRO 1) la balanza comercial entre ambos bloques es deficitaria, coincidiendo con la caída de los precios de las commodities y volviendo a la tónica general de deterioro de los términos de intercambio para las economías especializadas en la exportación de productos primarios.

El déficit de los últimos ejercicios supone un endeudamiento de las economías del Mercosur respecto a la Unión Europea, por lo que una progresiva liberalización de las actuales medidas que protegen a las economías del Mercosur de la entrada masiva de productos europeos, conllevaría a un agravamiento de la situación, aumentando el endeudamiento externo y la dependencia económica externa. En un trabajo publicado en 2017 titulado “Potenciales impactos económicos en Argentina y Brasil del acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea”[2] se llega a la conclusión de que “el TLC profundizaría el perfil primario exportador de Argentina y Brasil, mientras que fa­vorecería el patrón exportador de bienes de media y alta tecnología de la UE. Esto implicaría una especialización aún mayor del patrón de comercio internacional basado en el modelo de las ventajas comparativas”. Además, agrega que la firma del Tratado solo beneficiará a la Unión Europea y perjudicará los países miembros del Mercosur.

Estado actual de la negociación

La llegada al poder de Macri en Argentina y de Temer en Brasil fue saludada en la Unión Europea con gran optimismo de cara a las negociaciones del acuerdo comercial entre Mercosur y la UE. Poco importó el mecanismo utilizado en Brasil para quitar del poder a Dilma Rousseff, la presidenta elegida por el pueblo brasileño. Lo verdaderamente importante para la UE era que contaba con dos nuevos Gobiernos aliados en materia de profundización de la globalización neoliberal.

Mercosur es visto por la UE como un gran mercado de 260 millones de consumidores según lo anunciado desde la Comisión Europea, lo que supone el quinto mercado más grande del mundo. Además, la reorientación del Mercosur en los últimos años coincidió con el repliegue parcial en el ámbito comercial de los Estados Unidos. Por esto, el año 2016 fue visto con un gran optimismo desde la UE y se lanzó la última gran ofensiva para lograr el acuerdo que lleva trabado más de veinte años.

El objetivo marcado fue tener un acuerdo firmado antes de que terminara el año 2017. Y así lo creyeron posible las partes negociadoras. La duda en el Mercosur y la pequeña pugna interna entre Brasil y Argentina era quién anunciaría el acuerdo en casa. Si este se produciría en el seno de la XI Cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) celebrada en Buenos Aires los primeros días de diciembre, o si el anuncio sería en la reunión ordinaria del Mercosur en Brasil prevista para el 21 de diciembre.

Sin embargo, a pesar del optimismo inicial, el acuerdo no se cerró: aunque los discursos de los líderes políticos de la derecha liberal ensalzan las supuestas virtudes infinitas del libre comercio, la realidad es bien diferente. Incluso ellos reconocen que es necesario establecer cierta protección a las economías nacionales.

¿Cuáles son los puntos que impiden el Acuerdo?

Por el lado de la Unión Europea, y pesar de su retórica en favor de la globalización neoliberal, ponen una clara limitación a la entrada de productos agropecuarios procedentes del Mercosur. A la cabeza de este afán proteccionista, el liberal presidente francés Emmanuel Macron, acompañado por Irlanda. De las 100.000 Tn de productos cárnicos libres de aranceles que la Unión Europea ofreció en 2004, en 2016 se redujo a 78.000 Tn. A pesar del secretismo de las negociaciones, la última oferta que se conoce es de 98.000 Tn al año, lejos aún de las reivindicaciones del Mercosur.

Lo que hace la Unión Europea en el sector agrícola y ganadero entra dentro del comportamiento lógico de un Gobierno que vela por el desarrollo económico de su país. Lo que resulta irritante es la retórica liberal que intenta exportarse – e imponerse- en el resto del mundo, obligando a la liberalización económica y comercial, que en casa no se practica. Para este ejercicio de hipocresía es importante diferenciar claramente entre aquellos sectores en los que se es competitivo, de aquellos otros en los que no. En los primeros, la política efectiva también es liberalizadora, en los segundos, la política es claramente proteccionista. Esta es la famosa patada a la escalera de los países desarrollados a los países en desarrollo de la que nos habla Ha-Joon Chang [3].

Otro de los sectores donde la Unión Europea actualmente muestra sus reticencias es en la oferta de agrocumbustibles, cuyas cuotas se han visto afectadas por diversas denuncias de dumping dentro de la UE. Éstas han llegado a la OMC y han dado la razón a los países del Mercosur, sin embargo, el alto poder negociador de la Unión Europea permite seguir presionando en este aspecto.

La fuerte defensa de estas posiciones por parte de la Unión Europea también puede pensarse como un mecanismo de presión en la negociación con el Mercosur de cara a que Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay rebajen sus pretensiones de protección en algunos de los sectores más suculentos para las transnacionales comunitarias. Los negociadores de la UE juegan la carta de que están dispuestos a ceder en las cuotas de carne vacuna, a cambio de que las empresas europeas tengan acceso preferencial a los servicios y a las contrataciones públicas. Esto haría que más de 60.000 empresas europeas pudieran entrar en las economías del Mercosur y aprovecharse del dinero público de los estados miembros. El impacto para las pequeñas y medianas empresas nacionales sería muy alto y muchas de ellas seguramente se verían obligadas a cerrar y a despedir miles de trabajadores por no poder competir con las empresas que llegarán del otro lado del atlántico. Ceder en este punto provocaría un impacto a largo plazo muy elevado en términos de desindustrialización, desempleo y menor capacidad de generación de riqueza por parte de los países del Mercosur.

A modo de conclusión

A pesar de que el Acuerdo no ha sido posible en 2017, los equipos de trabajo se encuentran a pleno rendimiento para avanzar lo antes posible en estos primeros meses de 2018. Hay una fecha límite en el calendario: las elecciones brasileñas. Un cambio en la dirección política y económica en Brasil volverá a replantear tanto la agenda interna como externa del Mercosur.

Si por el contrario se llega a un acuerdo entre el Mercosur y la UE para la firma de un acuerdo de libre comercio, los países del Mercosur verán reforzado su rol como países periféricos de la economía mundo capitalista, comprometiendo la capacidad de industrialización futura y reforzando su especialización como proveedores de materias primas para los países desarrollados. Además, si los países del Mercosur ceden en un tema tan delicado como es el de las licitaciones públicas, muchas empresas mercosureñas se verán obligadas a cerrar y despedir a miles de trabajadores.

En el comercio internacional siempre hay ganadores y perdedores. El Mercosur debería reforzar su integración interna, fortalecer los procesos de complementariedad productiva entre los países parte y no enfocar como su primer objetivo estratégico la apertura desmesurada por el afán de “volver al mundo” sin importar el fuerte coste social y económico para las grandes mayorías.

[1] El protocolo de adhesión de Bolivia al MERCOSUR fue firmado en la 48° Cumbre de Jefes de Estado y Estados Asociados del bloque, celebrada el 17 de julio de 2015 en Brasilia. Su adhesión ya ha sido aprobada por los Congresos de Argentina, Uruguay, Paraguay y Venezuela, solo faltando la aprobación por parte del Congreso brasileño para que Bolivia sea miembro de pleno derecho en el Mercosur.

[2] Olivera, M. y Villani, D. (2017). Potenciales impactos en Argentina y Brasil del acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. Revista Ensayos Económicos. Nº 50, Enero-Junio 2017.

[3] Chang, H.J. (2004).” Retirar la escalera. La estrategia del desarrollo en perspectiva histórica”. Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación. UCM.

(*) Columnista de Celag.

Celag


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