La genuflexión con Venezuela – El País, Uruguay

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Los 17 países del continente que integran el llamado Grupo de Lima, creado el año pasado con el fin de contribuir a una salida pacífica y democrática a la crisis política y humanitaria que sufre Venezuela, decidieron no reconocer las elecciones ilegítimas a las que convocó la dictadura de Maduro y le comunicaron que no podrá participar de la próxima Cumbre de las Américas. Al mismo tiempo el presidente electo de Chile, Sebastián Piñera, anunció que no podrá participar de su asunción en marzo. Estas actitudes de los países democráticos del continente merecen el mayor de los encomios en defensa del sufrido pueblo de Venezuela que se hunde cada día más en la miseria y la ignominia a que las conduce su despótico gobierno. Al mismo tiempo, el silencio cómplice y criminal del gobierno uruguayo coloca a nuestro país como defensor de tiranos, enlodando la irreprochable conducta internacional que supo tener en el pasado.

Las noticias que llegan cada día de Venezuela dan cuenta del desastre organizado por Maduro, Diosdado Cabello y sus secuaces, aferrados al poder dictatorial que ha provocado la muerte de innumerables venezolanos por falta de alimentos, medicamentos básicos, cuando no directamente asesinados. La saña criminal de los criminales que gobiernan el país de Bolívar contra su propio pueblo cada día vuelve más dramática la situación de ese país que fue uno de los más ricos del continente hace dos décadas y que hoy se encuentra entre los más pobres.

La situación a la que ha llevado a Venezuela el llamado «socialismo del siglo XXI» no puede sorprender a nadie, es exactamente el mismo resultado que ha tenido el socialismo real en todos los países y en todas las épocas en que se lo ha aplicado: muerte, destrucción y miseria. Por cierto que la miseria es para la inmensa mayoría de la población, pero no para la nomenclatura que maneja el sistema en beneficio propio y ostenta una riqueza obscena en medio de la creciente pobreza de su pueblo. Basta recordar la riqueza de cientos de millones de dólares de patrimonio de Fidel Castro, sátrapa de Cuba, la del dictador norcoreano o la del propio Maduro y su camarilla de gorilas.

En cuanto a la actividad política, comenzó recortando la libertad de prensa, luego la libertad electoral y, finalmente, perdió todo disfraz y se convirtió en una sangrienta y férrea dictadura a punta de rifle. En cuanto a la economía, los crecientes controles de precios, abastecimiento y estatizaciones que se llevaron puesto al Estado de Derecho y la economía de mercado, provocaron que los supermercados estén vacíos, que no haya medicamentos en los hospitales, a una brutal crisis energética, entre otras calamidades que ha producido el colapso de la economía venezolana.

Esta situación, como mencionamos al comienzo, llevó a la creación y luego a las medidas que tomó el Grupo de Lima, del que, vergonzosamente, no forma parte Uruguay, junto a Ecuador y Bolivia, vale decir, quienes formaron parte del eje del nefasto ALBA de Chávez. Uruguay, una de las pocas democracias plenas del continente según todos los índices internacionales que miden la libertad política, se muestra indiferente ante la crisis que vive Venezuela y, de hecho, termina apoyando a los usurpadores de las libertades de los venezolanos.

Cuesta entender que el presidente Vázquez y el canciller Nin Novoa, de quienes depende nuestra política exterior, tengan esa actitud. Incluso el propio Frente Amplio que alentaba la solidaridad internacional con el Uruguay cuando nos tocó sufrir nuestra propia dictadura. En aquellos tiempos Venezuela fue un país solidario con los uruguayos y duele ver que hoy, cuando deberíamos corresponderles, les damos la espalda ignorando sus enormes padecimientos.

¿Qué lleva al gobierno uruguayo a tener una actitud tan indigna, tan alejada de los valores democráticos que se supone nos caracterizan como Nación, tan cercana a la inmundicia que rodea todo lo relacionado con la dictadura venezolana?

Solo hay dos posibilidades: o nuestros gobernantes no son tan democráticos como pregonan o hay otras circunstancias relativas a los vínculos comerciales de notorias figuras vinculadas al gobierno que les impiden decir lo que es evidente.

Cualesquiera de las dos alternativas son deplorables y deja la imagen internacional del Uruguay por el piso, para nuestra vergüenza. La inmensa mayoría de los uruguayos, que son honestos y demócratas, sin dudas se solidarizan con el pueblo venezolano y se sienten indignados con la actitud genuflexa de un gobierno que no los representa.

El País


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