Rep. Dominicana: Políticas públicas de la educación superior – Por Jesús De la Rosa
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Por Jesús De la Rosa*
La Universidad Autónoma de Santo Domingo se cuenta entre el pequeño grupo de instituciones de educación superior del país que dispone, o puede agenciarse, los recursos económicos necesarios para emprender un proceso de modernización concentrado en la creación de una infraestructura científica vinculada a nuestros planes de desarrollo.
Una educación superior de calidad viene aparejada con un alto costo de los estudios, por lo que debemos preocuparnos en responder a preguntas como estas: ¿Cuánto debería gastar un país en educación superior y cómo debería financiarse dicho gasto o inversión? ¿Se trata de una inversión o de un gasto? Si es una inversión ¿Cuál es la cuantía de su rendimiento en comparación con otras formas de inversión en capital humano y en capital físico? Si es gasto, ¿Cuáles son los determinantes de la demanda individual de mejor educación? ¿Cuál es la combinación óptima de alumnos, profesores, edificaciones y equipos usados en las transmisiones de los saberes? ¿Qué contribución se espera que aporte la educación superior al desarrollo de los recursos humanos y hasta qué punto se pueden acelerar el crecimiento económico a través del control del crecimiento del sistema educativo?
La necesidad de emprender un proceso de modernización de las universidades de los países en vía de desarrollo la describe el físico mexicano Salvador Melo con estas palabras: “Por aisladas circunscritas o protegidas que estén nuestras universidades, sus egresados e incluso ellas mismas, están siendo medidos, cada vez con más frecuencia, según estándares y normas ajenas a las tradicionales. Las comunicaciones y la tecnología informática facilitan las comparaciones, amplificando y multiplicando los indicadores y parámetros provenientes de los países dominantes; los organismos internacionales enfatizan y acentúan esos paradigmas; nuestros gobiernos tienden, por añadidura, a aceptarlos y adoptarlos como referencia o norma obligada”
En la actualidad, el Sistema Dominicano de Instituciones de Educación Superior lo integran treinta y cuatro universidades, once institutos superiores especializados y cinco institutos técnicos superiores. Solo cinco de nuestras universidades, incluyendo la UASD, figuran en el ranquin de las mejores universidades de la América Española y el Caribe y disfrutan de otros reconocimientos internacionales.
De acuerdo con lo especificado en el Art. 90 de la Ley de Educación Superior, Ciencia y Tecnología “el Estado dominicano tendrá la responsabilidad de financiar la educación superior pública y de contribuir al financiamiento de la privada”. Pero, la inversión del Estado dominicano en el sostenimiento y mejora de la calidad de sus universidades es de apenas un 0.33% del PIB. La UASD recibe solo una quinta parte del presupuesto consignado en las leyes 5778 y 139-1. Eso ocurre en momentos en que las universidades de la América Española y el Caribe y de casi todo el mundo experimentan cambios en su estructura y composición, en su papel e imagen ante la sociedad, en los objetivos que se traza y en la organización que toma para alcanzarlos. Algunos de estos cambios, como el relativo a la presencia de la mujer, han ocurrido a gran velocidad y son claramente perceptibles, otros, en cambio, se están gestando o apenas percibiendo.
Para definir qué cambiar y que conservar en nuestras instituciones de educación superior debemos partir de un claro conocimiento de sus actuales condiciones y establecer después, cual es el perfil que deseamos para ellas. Al considerar el futuro específico de nuestras instituciones de educación superior, debemos tomar muy en cuenta los procesos que se han venido dando en unas que otras partes del mundo. Afortunadamente, entre algunos de los líderes políticos de aquí y de muchos otros países de la región ha ido creciendo el consenso acerca del papel que desempeña la educación como una de las herramientas más efectiva para impulsar el desarrollo y mitigar la pobreza.
*académico dominicano