Papa Francisco: ¿un dirigente orgánico de los pueblos? – Por Gabriel Fernández
Papa Francisco: ¿un dirigente orgánico de los pueblos?
Hagan lío y organícenlo bien. Un lío que nos dé un corazón libre, un lío que nos de solidaridad, un lío que nos de esperanza, un lío que nazca de haber conocido a Jesús y de saber que Dios a quien conocí es mi fortaleza. Ese es, debe ser, el lío que hagan”.
Papa Francisco.
El Papa Francisco ha mostrado cuatro grandes vías de acción. Son senderos confluyentes, complementarios, que se imbrican. La complejidad de abordarlos –inevitablemente- de modo simultáneo, habla de alguien consciente; de alguien que, además de entender en esencia los intereses que encarna, puede canalizarlos utilizando la totalidad de su mente. Realizar el seguimiento de su andar genera conclusiones abrumadoras: puede resultar más difícil el abordaje de su quehacer para el analista político que la realización de ese quehacer para el protagonista.
Ya no se trata de saber montar la ola de los tiempos. Esa destreza origina grandes líderes. Francisco aprendió a devenir poroso y se deja atravesar, en cuerpo y alma, por las causas presentes de los pueblos que delinean un futuro mejor. La inyección vital de semejante potencia encuentra el recipiente adecuado. En línea con aquellas aseveraciones terminantes del Jesucristo que reivindica, quien cree con fervor podría indicar, al respecto: Dios se expresa a su través. La observación no contrasta con la precisión política previa, tomando en cuenta que, de la misma matriz surge aquello de “la voz del Pueblo, es la voz de Dios”.
Los cuatro caminos que ha detectado el limitado panorama de este periodista son el orientado a lo Social, el referido a la Paz, el vinculado a la Multilateralidad y el referenciado en lo Eclesial. Es claro que los nexos son variados. Pero allí se ha expresado con precisión sorprendente en lugares que, a su vez, operaron como Flandes de cada emblema exteriorizado con contundencia. Por momentos, al atisbar la combinación de discurso, tiempo y geografía, surge la idea: se han plasmado determinaciones diseñadas, con esmero y dedicación, mucho antes. Pero no es así. Ese pensar estratégico en funcionamiento perenne acierta cada paso, resuelto segundos atrás, en términos históricos.
Aunque sus consideraciones sociales son permanentes, sobre todo las que efectúa en Italia, la definición esbozada en Bolivia a través de su Tierra, Techo, Trabajo resulta el ejemplo más claro de la consideración del párrafo anterior. Allí, como en su más integral Encíclica Laudato Si, Jorge Bergoglio se desplegó a fondo para dejar en claro que se trata de un dirigente orgánico de los pueblos del mundo y muy especialmente de los latinoamericanos. Con Evo Morales ahí nomás, escribió una de las mejores páginas en los dos mil años del cristianismo, tomando en cuenta que la mejor fue realizada por su inspirador en el Sermón de la Montaña. Esta frase no devalúa otras luchas y otros planteos, que los hubo, sino que considera la relación entre contenidos e influencia práctica. El Papa tiene un poder terrenal y lo aprovecha concienzudamente.
Los desafíos para construir la paz han sido presentados en zonas de conflicto agudo en las cuales hubiera resultado nocivo para esas mismas perspectivas una inclinación sin capacidad resolutiva. Como las premisas sociales ya estaban claras, y las multilaterales se combinaban en la labor discursiva mundial, las convocatorias a eliminar la violencia se situaron donde halló pueblos (no sólo Estados) en litigio abierto y contrastes antiguos. Esos llamados, que muchos estimaron tenues por los rasgos señalados, deben ser elaborados con los preceptos internacionales de fondo que sí se permitió realizar. Y estos configuran sorpresa grata aún para quienes desde un comienzo comprendimos que este argentino al frente del Vaticano era lo mejor que nos podía pasar. Va una certeza, lanzada por el pontífice con intención tras visitar el Sur de Asia: “los extremistas sirven para justificar la intervención que destruye lo bueno y lo malo”
La visita a los Estados Unidos resultó un quiebre interno para la cultura del Norte que recién se está visualizando en su profundidad y tendrá derivaciones más potentes. Allí la prédica no dejó asunto por abordar; pero, muy especialmente y en articulación con otros discursos, retomó la expulsión de los mercaderes golpeando con toda la fuerza de que disponía a la cultura política impuesta por el capital financiero en detrimento del trabajo y la producción. El pueblo norteamericano, con las flacas herramientas que le dejó el salvaje proceso de despolitización masiva conocido como macartismo, internalizó el planteo y actuó como pudo. Escarceos propios de quien sale de las tinieblas y tantea caminos llenos de malezas.
En relación con esa gira, es preciso observar los planteos papales sobre Europa y sus naciones, en contra de las hegemonías presentes y a favor de las decisiones que promueven nuevos aglutinamientos. El respeto a la determinación de países, pueblos y regiones, el repudio al terrorismo dejando claro que la responsabilidad no es estrictamente de tal o cual banda armada sino de quienes las crean, las arman y las utilizan, convirtiéndose en mercaderes de la muerte, el rechazo al aprovechamiento comercial y al enriquecimiento personal a través de la política, son algunos de los elementos –entre tantos- que forjan un cuadro conceptual transformador de fuste, dicho con valor en las entrañas mismas del imperio.
Bergoglio, conocedor de los movimientos, sabe que la resolución de la cuestión Eclesial resulta compleja si quiere seguir orientando al Vaticano y, mucho más allá, al conjunto de los católicos en particular y de los cristianos en general. Es decir, modificó sin romper: tomó decisiones ejemplares sobre los acusados de pedófilos, llamó a comprender la situación de minorías anatematizadas sin más en los tramos previos y despidió a la cúpula del Banco de la Santa Sede. Recibió fuertes críticas internas pero no fracturó ni alentó sectariamente que se le formaran “iglesias” paralelas. Hay quienes interpretan que sus acciones están motivadas por el alza de la competencia que implican los credos emergentes en las últimas décadas. La respuesta que brindamos es: si fuera así ¿qué importa?
Los hombres tienen tantos recovecos como los ríos extensos. Por mucho que alguien se estime, tendrá que admitir que su tránsito por la vida no ha sido de rectitud inapelable. Lo que es más: los hombres tienen prejuicios y errores, y por mucho que se valoren deben admitir que los mismos condicionan y obnubilan. Quienes hacen la diferencia son aquellos que conocen sus fallas, reflexionan sobre ellas a solas –mate en mano, quizás- y las superan, se elevan por encima de las mismas y actúan públicamente despojados, asentados en un interés colectivo que mejora su individualidad. Una buena recorrida por el andar de Bergoglio nos permite señalar que ese es su caso.
Se han dado muchos factores para que esta realidad significativa y esplendente, la de contar con un Papa argentino de concepción Tercerista, lograra concretarse. El vigor de nuestros pueblos, el despliegue de potencias emergentes con perfil productivo, la persistencia de un Topo que pese a todo razona –aquí, allá y en todas partes- ante la posible autodestrucción, las necesidades de una institución en dificultades. Le añadimos el azar –quién sabe qué otros figuraron realmente en la grilla durante la primera votación de las cinco que se registraron en el Cónclave- … y bueno, porqué no, alguna instancia trascendente que resolvió inmiscuirse y opacar el libre albedrío susurrando “la pelota siempre al Diez”.
Los argentinos humildes saben quién es y qué códigos maneja. Los sirios saben cómo operó cuando advenía la invasión. Los armenios saben lo que representa su bendición in situ. Los bolivianos saben por qué dijo lo que dijo donde lo dijo. Los colombianos saben qué significa en este presente la palabra Paz. Los referentes sociales de todo el mundo congregados en el Vaticano se sienten reafirmados en su labor. En Bangladesh todavía resuena el llamado a la tolerancia. Los musulmanes saben el valor de la mano tendida, en estos tiempos. Los estadounidenses, están pensando.
Los periodistas sabemos lo que significa coprofilia.
Estos y tantos encuentros estuvieron atravesados por un criterio sencillo, manifestado por el Papa poco tiempo atrás: “cerrando la puerta en la nariz del otro… el mensaje no llega”. Al mismo, se le puede añadir aquello de Mejor que decir es haber y mejor que prometer es realizar: “En Cracovia, un joven me hizo esta pregunta: ¿qué debo decir a un compañero de universidad, amigo, que es ateo, qué debo decirle para cambiarlo, para convertirlo?. La respuesta fue esta: ‘La última cosa que debes hacer es decir algo, tú vive el Evangelio y si él te pregunta por qué haces esto, le puedes explicar por qué lo haces. Y deja que el Espíritu lo active’. Esta es la fuerza y la mansedumbre del Espíritu Santo, no es un convencer mentalmente, una apologética, con las razones, es el Espíritu que hace la vocación. Cuando se vive con el testimonio y el respeto, se hace la paz”.
Es que en la cancha se ven los pingos.
Finalmente: el lazo del Papa con la Argentina es excepcionalmente sólido. A tal punto que en cada temática que sacude la nación sus definiciones son inequívocas. El buen vínculo con la gestión anterior, la distancia enojosa con la presente, configuran hechos políticos que se llenan de sentido cuando refiere su pensar sobre la especulación y el trabajo, la deuda y la ancianidad, y cobran un relieve insoportable para el poder concentrado al plantearlo con referentes sociales en los alrededores. Dato curioso, significativo: su cruzada de amor genera odios acumulados a lo largo de las eras en los sentimientos de seres pequeños. Esa mente que ha logrado expandirse hasta imbricarse con el corazón, conoce la historia de la cual proviene. Jorge Bergoglio entiende, por eso, que resulta imprescindible dejar de lado toda pretensión de quedar bien con Dios, y con el diablo.
(*) Periodista argentino, director de La Señal Medios y del Area Periodística de Radio Gráfica.