[NodalCultura Pregunta] Juliana Antunes, realizadora brasileña: “La mujer negra vive una situación más delicada que la mujer blanca. Si es negra y pobre, todavía más”
Por Daniel Cholakian – Nodal Cultura.
La película brasilera Baronesa fue premiada en dos de los más importantes festivales de cine de América Latina y el Caribe. En el Festival de Mar del Plata (Argentina), compartió el premio de la competencia latinoamericana con la dominicana Cocote. En el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana (Cuba) recibió el galardón como mejor largometraje documental. También fue considerada la mejor película de la competencia oficial internacional en el Festival de Valdivia (Chile).
Juliana Antunes, su directora, es una muy joven cineasta que no llega aún a los 30 años. Formada en la Universidad de Belo Horizonte, en la conversación con NodalCultura demostró claridad y firmeza en sus pensamientos. Las respuestas son precisas, como la construcción de la película, que según lo que relata en la entrevista, fue desarrollándose paso a paso, escribiéndose día a día.
La película cuenta la vida de dos mujeres, Leidiane y Andreia, que sueñan poder salir del barrio, en el cual se hace imposible imaginar el futuro. Baronesa, según el nombre de ficción, es un barrio en los márgenes de Belo Horizonte. Es el espacio donde las mujeres, y sus hijos y sus familiares, viven encerrados en medio de una violencia generada por “bandas de niños y adolescentes, entre 9 y 17 años, que son reclutados por grupos de traficantes como carne de cañon, para matar a alguien por venganza o por algún motivo menor”, según explicó la realizadora.
Muchos años le llevó hacer la película. Los pasó recorriendo barrios populares, viviendo en ellos, conviviendo con las mujeres para conocerlas y poder aprender sobre lo que iba a contar. Así, Antunes logra una cercanía inusitada, pero también lograr interpretar a través de la cámara y la puesta en escena, el modo de contar esa violencia omnipresente, sin nunca hacerla evidente. Los cuerpos y las palabras de esas mujeres, fluyen frente a la cámara como si esa mediación no existiera. Esto no solo se debe al tiempo que compartió Antunes con estas mujeres, sino también por la capacidad de interpretar esa realidad y relatarla. Por la comprensión del espacio y las formas de producción de lo cotidiano en esos barrios. Baronesa tiene, en su crudeza, un interesante espacio para la ternura y los momentos felices.
¿Cómo fue el proceso para llegar a la realización de Baronesa?
El proceso comenzó con una investigación en los barrios periféricos de Belo Horizonte que tienen nombres femeninos. Estuvimos dos o tres años yendo a esos barrios, frecuentando salones de belleza, porque es el espacio donde más estaban las mujeres. Después de mucha investigación, elegimos un salón en especial, porque allí había un posible personaje, que fue filmado pero no aparece en la película. Un día vimos a Andreia que entró en el salón, pero no habló nada con nosotros. No tengo ninguna explicación racional de porque la elegí a ella. Nos vimos y fue como amor a primera vista, como una pasión. Corrí atrás de Andreia, pero ella no se enamoró de mí, yo me enamoré de ella. Fue un amor platónica (risas)
Con el tiempo, conversando con ella, filmando a las otras personas, generando confianza, Andreia se copó con el proyecto.
¿Conocían el barrio previamente a llegar? ¿Por qué decidieron filmar allí?
No lo conocíamos. El barrio no fue filmado en Baronesa, en la película es un nombre de ficción. Es un nombre que me gusta entre tantos. El filme fue filmado en Villa Mariquinha. Lo elegimos porque allí es donde vive Andreia.
¿Cómo pudieron construir una relación de encuentro o de paridad con las mujeres del barrio?
En toda película necesariamente hay una relación que implica confianza, complicidad, trabajo. Si no consigue hacer eso, nadie está todo el tiempo a filmar. Lleva mucho trabajo todos los días.
¿El cruce entre ficción y documental que recorre la película es algo que habías decidido previamente?
Si, sin dudas, estaba decidido desde antes de rodar. Me encanta eso. Para mí todo buen documental tiene que tener ficción, todo es ficción y toda ficción tiene algo de documental. Las películas que tienen esta combinación. Chaplin, que me gusta mucho, tiene mucho de documental. Pedro Costa, que es otro cineasta que también me interesa mucho lo hace, o Chantal Akerman. Hay muchos cineastas que trabajan con ficción y documental. Yo no creo mucho en esa discusión sobre de qué debería ser una película.
¿El procedimiento de construcción de la película fue día a día o llegaste al rodaje con un plan completo de lo que sería finalmente?
Fue día a día. Minuto a minuto. Fue un proceso similar a cocinar un risotto. Sabés que va a salir bien y que va a llevar tiempo. Pero si dejás de revolver, va a salir mal. Y para hacerlo tenés que comprar antes los ingredientes correctos. Pero, atención, hay risottos de diferentes sabores. Por eso, a pesar de tener todo eso, iba escribiendo lo que haríamos día a día.
Hay algo interesante en la película que es la recuperación de los momentos de felicidad. No es habitual que en una película dura como esta se permita dar cuenta de esos momentos que todos, por suerte, podemos reconocer como espacios de felicidad
Claro que sí, que todos los tenemos. Uno por momentos está triste, está feliz. Teníamos la preocupación de poder mostrar esa vitalidad. La felicidad por un lado, por otro lado la melancolía. La preocupación de no dejar que Andreia sea una heroína de película, sino que fuera mostrada como un ser humano, muy bello, con mucho coraje.
Lo brutal, la guerra que mencionaste en alguna presentación, permanece todo el tiempo fuera de campo ¿por qué no incluiste escenas de esa violencia?
Eso no me interesaba. Eso lo dejo para los diarios, para la televisión. Pero yo creo que está presente en todas las escenas. El tema es cómo aparece. Una escena en la que se ve a un nenito hablando y le dice “te voy a cortar el pelo”, él le dice “mi papá te va a matar”. Eso es una clara denuncia de la violencia contra la mujer. O cuando está probando el arma con la amiga. El ciclo de la violencia está siempre presente, pero no de una forma explícita. Esa decisión la tenía desde el comienzo.
¿La violencia contras las mujeres es similar a la que sufren en las diferentes clases sociales y barrios o hay alguna particularidad?
Claro que es diferente. Por ejemplo, el aborto no es legal en Brasil. Pero cuando tienes dinero pagas una clínica clandestina y abortás. Si no tenés plata, te morís. Cuando tenés dinero podés denunciar, pagar un buen abogado, mudarte de casa, de estado, de país. Cuando vivís en la villa no tenés a dónde ir, sos violada por tus familiares, no tenés una estructura para poder salir de allí. Es una estructura casi feudal.
Además hay otras cosas, como el racismo. La mujer negra está en una situación mucho más delicada que la mujer blanca. La mujer negra y pobre, todavía más. Las mujeres en estos barrios no pueden salir de su casa. Yo hice la película, volé hasta acá, tengo mi pasaporte, no tengo ningún hombre amenazándome de muerte, ni llamándome. Realmente estas mujeres están enclaustradas sin poder salir.
La película trabaja sobre el espacio reducido donde ellas se pueden mover ¿esto te lleva a tomar la decisión de trabajar con planos cortos, de aprovechar esa cercanía?
No fue una decisión, fue una imposición. No tenía forma lamentablemente.
¿Cuándo filmaron la película y cómo fue recibida la película en Brasil, especialmente en este momento, después del golpe y la consolidación del gobierno conservador?
Que pregunta complicada. Filmamos en 2015. Incluso filmamos en la semana del golpe. Y estrenamos después del golpe. En Brasil estamos anestesiados, lamentablemente. Esa es la cuestión. El golpe es un golpe, no hay mucho para agregar en eso. Hubo un golpe a una presidente que no había cometido ningún delito. Los medios manipulan Brasil desde siempre, y están con la extrema derecha. Lamentablemente esos medios van a manipular a la mayoría de las personas que votan. Eso es muy parecido a una dictadura.
Yo pienso que vamos a volver a una dictadura. En breve.