Ecuador: el mal gobierno se paga – El Observador, Uruguay
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Tarde o temprano se paga el costo de degradar el acceso legítimo al gobierno a través de las urnas al caer en el autoritarismo y la corrupción. Ecuador se agrega ahora a los ejemplos recientes del kirchnerismo en Argentina y de la mayoría del sistema político en Brasil, con dirigentes prominentes encarcelados y embargadas sus gigantescas fortunas mal habidas.
El presidente ecuatoriano Lenín Moreno se ha rebelado contra su antiguo jefe Rafael Correa, que aprovechó su popularidad electoral para hacer aprobar leyes represivas contra toda forma de oposición. No solo coartó severamente las actividades de otros partidos, la libertad de prensa y el funcionamiento del sector productivo privado. Cayó además en el extremo de reformar la Constitución de corte socialista que él mismo había propulsado en 2008, introduciendo la reelección indefinida.
Luego de gobernar entre 2007 y 2013, Correa le dejó el timón a su vicepresidente Moreno como candidato del mayoritario partido oficialista Alianza País, confiando en que le cuidaría el sillón presidencial hasta su eventual retorno para reelecciones eternas, forma dictatorial de perpetuarse en el poder sin recurrir a abiertos golpes de estado. Pero no contó con que Moreno se le diera vuelta y tratara de reencauzar la vida política ecuatoriana hacia formas de democracia real, con levantamiento de algunas de las medidas represivas impuestas por Correa.
El actual mandatario promovió la destitución y el envío a la cárcel a su vicepresidente Jorge Glas, afín a Correa, por haber recibido coimas millonarias de la constructora brasileña Odebrecht. El golpe mayor a las ambiciones de Correa, sin embargo, ha sido el anuncio de Moreno de que el 4 de febrero se realizará un referéndum para derogar la reelección indefinida y limitarla a un segundo período de cuatro años, volviendo a lo establecido en la Constitución de 2008.
La furiosa reacción de Correa incluyó destituir a Moreno como presidente de Alianza País. El mandatario ha quedado en la inusual posición de ser marginado del partido oficialista que lo llevó al poder. Pero ha ganado prestigio por haber iniciado un proceso de corrección de los peores desmanes políticos de Correa y por haber puesto al descubierto la corrupción imperante durante años en el gobierno, con una acción tan drástica como mandar a la cárcel a su vicepresidente.
La movida de Moreno contra la reelección indefinida apunta claramente a evitar el retorno al gobierno en 2021 de Correa, figura que impuso un régimen autoritario y manchado por la corrupción similar al de sus aliados «bolivarianos» en Venezuela y Bolivia.
El tiempo que falta para la próxima elección, así como el resultado que arroje el referéndum del mes próximo, tornan incierto si Moreno logrará su sensato objetivo de impedir que Correa vuelva a apoderarse del país. Pero al menos marca el mejor camino para los ecuatorianos, además de agregar otra firme advertencia a los gobernantes que anteponen fracasadas ideologías de otras épocas a la necesidad de administración eficiente hacia el desarrollo y que aprovechan el poder como forma de enriquecerse ilegítimamente a expensas del bienestar de los pueblos que aseguran defender.