Chile: comienza la 25ª edición de Santiago a Mil, festival de teatro clave en la región
#Lafiestadelteatro: Santiago a Mil cumple 25 años
Por
Por estos días, la agenda de Carmen Romero no para. Vuelos, reuniones y un sinfín de actividades con el objetivo de afinar hasta el más mínimo detalle para que Santiago a Mil salga a la perfección. Es que la mujer detrás de la fiesta del teatro dice que este año es especial: “Se cumple un cuarto de siglo del festival y queremos celebrarlo. ¿Qué mejor manera que hacerlo con el público? Queremos llevar el teatro a todos lados”.
Entre el 3 y el 21 de enero de 2018, se realizará Santiago a Mil, evento se instalará en calles y salas de diversas ciudades del país. 81 espectáculos (36 internacionales y 45 nacionales) llegarán desde América, Europa, Asia y Oceanía, con el debut de Estonia y Singapur, además de una atractiva programación local que tendrá un fuerte componente de memoria e incluirá trabajos de compañías emblemáticas y de quienes han sido parte fundamental para el teatro chileno.
La versión 2018 busca rescatar la historia del festival. “En 1994 queríamos poner en su centro a la cultura y a las artes. Con esta fiesta del teatro volvemos a insistir en la importancia de las artes vivas en la era digital. Vamos a dedicar esta edición a quienes han dedicado su vida al teatro, pero también volveremos a presentar a los grandes maestros y renovaremos la escena con las nuevas generaciones. Que seamos el país donde se reúna lo mejor de las artes escénicas mundiales y que la gran mayoría de la ciudadanía tenga acceso a estos espectáculos”, dice Carmen Romero, directora general de Santiago a Mil.
Para ello, se homenajeará a uno de los grandes del teatro nacional: Andrés Pérez. Con una coproducción dirigida por María Izquierdo y música de Ángela Acuña, “Andrés Pérez de memoria” repasará su legado y contará con algunos de los protagonistas de La Negra Ester. Además las compañías La Memoria, Teatro del Silencio y ex La Troppa se presentarán y espectáculos como el de Robert Wilson, Christoph Marthaler, Ivo Van Hove, Krystian Lupa, Royal de Luxe y La Patogallina, buscarán sorprender a los espectadores.
Bajo el lema #lafiestadelteatro, Santiago a Mil, que durante este largo recorrido ha permitido que el mes de enero se convierta en un hito de celebración para la ciudadanía, se ha propuesto para esta edición aniversario que el público y quienes han hecho posible esta aventura sean el eje central de sus actividades. “En esta línea, el 3 de enero abriremos el festival junto a todas las salas de teatro del país que quieran sumarse y mostrarle a la comunidad el valioso patrimonio vivo que activan esos espacios. La idea es que el público pueda interiorizarse en el proceso y descubrir cómo son las salas en su totalidad”, añade Romero.
Desde las cinco obras que se presentaron en 1994 en lo que entonces se llamó Muestra Teatro a Mil -Historia de la Sangre, Taca taca mon amour, Pinocchio, La manzana de Adán, y Los días tuertos- se han programado 887 espectáculos nacionales y 366 internacionales, reuniendo cada año cerca de 900 artistas de diversas partes del mundo (45 países en total) y convocando un total de 10.445.500 espectadores.
Por todo Chile
Teatro, música, danza, performance, circo, pasacalle, teatro aéreo, instalación e intervención, aterrizarán en 35 comunas de Chile (21 correspondiente a la RM) de 7 regiones del país: Tarapacá, Antofagasta, Valparaíso, Metropolitana, O’Higgins, Maule y Biobío, destacando la selección de obras chilenas para la programación del Festival que incluirá trabajos de distintas zonas del país como “Hortensia” (Concepción); “Lickan Tatai, la amistad de los pueblos” (Antofagasta) y “Se vende, precio conversable” (Valparaíso).
De Estados Unidos, y tras su debut en Chile con “Días felices” en 2011, regresa el director y artista visual Robert Wilson con “Krapp’s last tape” de Samuel Beckett. Así lo hace también, Ivo Van Hove, quien traerá dos títulos basados en las piezas magistrales de Bergman: “After the rehearsal/Persona”. El suizo Christoph Marthaler, desembarcará nuevamente en suelo local luego de su aplaudida obra Protegerse del futuro en 2011, para cautivar con su teatro musical esta vez bajo el nombre de “King Size”, junto con quien ha sido considerado una leyenda viva del teatro, el polaco Krystian Lupa, quien presentará “Wycinka Holzfällen” (Tala) y el francés Angelin Preljocaj, quien se repite el plato y estará de manera gratuita en centros culturales de la Región Metropolitana con “Centaures/Still Life”.
Como parte de esta edición aniversario, otros artistas destacados debutarán en Santiago a Mil. Entre ellos, el actual director de la Bienal de Teatro de Venecia, Antonio Latella, llega por primera vez al Festival con una atrevida relectura del clásico de Eduardo De Filippo, “Natale in casa Cupiello”. De Brasil, el director de cine y teatro Felipe Hirsch con una propuesta cargada de literatura, música y teatro “A Tragédia e a Comédia Latino-American”a y desde China, la Orquesta Sinfónica Shenzhen, una de las agrupaciones profesionales más destacadas de su país, también se sumará a la celebración. Estonia, por su parte, nos dará una lección de teatro clásico con “Libahunt” (La mujer loba) y el alemán (hijo de madre chilena), Antú Romero llegará con una delirante versión de La Odisea: “DIE ODYSEE”.
Pulso
Tres expertos escogen los montajes imperdibles del Festival Santiago a Mil
Compañías de teatro viajarán desde distintas latitudes para darse cita en Santiago durante las primeras semanas de 2018. Son artistas de Singapur, Francia, Holanda, Estonia, España, Inglaterra, Polonia, China, Cuba, Canadá, Brasil, entre muchos otros países, que traerán sus obras para mostrarlas como parte de la programación del Festival Santiago a Mil 2018.
Tres expertos escogen imperdibles del Festival Santiago a Mil |
---|
Tengo muchas expectativas de «Tala», primero, porque es la segunda vez que se presenta una obra del polaco Krystian Lupa en Chile y siento que esta es muy representativa de su trabajo. Él es un director de mucha trayectoria y muy reconocido en la escena de Europa Central. Yo diría que «Tala» es un diagnóstico bien punzante sobre la clase cultural acomodada. Presenta un análisis corrosivo de una tendencia que hoy en día es muy común, que es tener discursos políticamente correctos afines a causas libertarias, pero en la práctica llevar una vida que defiende en todo sentido el estado de las cosas. Esa perspectiva me parece que es un aporte para Chile hoy. Internacional: Sugiero «El mar de noche» de Santiago Loza, porque es el dramaturgo más importante que tiene Argentina hoy en día. La delicadeza de sus textos, la manera en que seduce al espectador y la forma en que se acerca a las temáticas, lo hacen plantear un obra muy intimista, donde la actuación del protagonista es tremendamente significativa. Esta es una oportunidad para quienes no han descubierto a Santiago Loza, para maravillarse con su dramaturgia. Creo que es un imperdible Die Odysee, por el hecho de que debute en Chile esta creación del director Antú Romero Nunes, un director chileno-alemán que presenta una versión de «La odisea». Creo que es de los montajes más llamativos porque va a permitir conocer a un director del que hasta ahora no hemos visto sus obras y que en la escena europea es considerado un director de gran proyección. Nacional: Es interesante observar que predomina en esta selección una nueva generación de directores y además una gran presencia de directoras mujeres. Es una muy buena señal para la renovación del teatro, con nuevas voces y ópticas que plantean la dramaturgia desde su mirada. Para mí, los hitos imperdibles son «El Dylan», de Bosco Cayo, por cómo nos confronta con un caso bastante crudo de crónica roja. También «La trágica agonía de un pájaro azul», que es el trabajo más relevante de la compañía La niña horrible. Para quienes no conocen su trabajo, es una gran oportunidad, porque para mí es el grupo con mayor proyección local, han construido su propia estética, con mucho rigor y poniendo en crisis los géneros con una estética barroca. De lo mejor del año. Javier Ibacache, crítico de teatro. |
Es un honor tener a Krystian Lupa, por eso recomendaré «Tala». Es una obra de teatro enorme, una producción de reflexión filosófica, sobre el mundo donde estamos parados hoy en día. Es una obra política en el más buen sentido de la palabra, basada en un texto de Thomas Bernhard. Esta es una obra de arte que realmente vamos a recordar quienes amamos el teatro, la vamos a tener en nuestra memoria. Luppa es un maestro del teatro y tiene un elenco impresionante. Dura 4 horas y el director polaco es uno de los grandes de la escena mundial, por lo que es un imperdible para quienes les interesa el teatro y la literatura. Internacional: El Grupo Krapp, de Argentina, es una compañía de danza, teatro y música que conozco hace 25 años. «El futuro de los hipopótamos» es un espectáculo que se pregunta hacia dónde va el mundo y qué va a pasar con nosotros, con nuestros cuerpos… cómo va a ser la comunicación en el futuro. Son uno de los grupos más importantes e irreverentes de la escena argentina. Ellos lo que hacen aquí es una forma de resistencia a la muerte, para enfrentar los temores, se ponen ante ese límite. Nacional: Yo recomendaría «La desobediencia de Marte». Es un estreno con dirección de Álvaro Viguera, texto de Juan Villoro y actuación de Francisco Reyes y Néstor Cantillana. Es una obra que propone un tema que pareciera de los astros, como un tema meramente científico, pero esta compañía lo aborda de una manera muy lúdica y muy entretenida. Las lecturas dramatizadas que hicieron en Antofagasta y Valparaíso llenaron todas las salas, por lo que es un trabajo muy recomendable. Carmen Romero, gestora cultural y directora ejecutiva de Fundación Teatro a Mil. |
Voy a recomendar «Persona/ After the Rehearsal», de Ivo Van Hove, que es uno de los directores más reputados del mundo. Ya llegó a Chile en 2014 con «Opening Night» y fue increíble, yo nunca había visto una propuesta similar. Ahora toma dos títulos de Ingmar Bergman y las convierte a espectáculo teatral, y realmente él tiene un talento para llevar el cine al teatro con su propio lenguaje y es un lujo para los amantes del teatro. Nacional: En «Estado Vegetal», Manuela Infante pone en escena de manera novedosa una creativa reflexión en torno a las plantas y al mundo vegetal de manera entretenida y contundente. Al ver esta obra, me di cuenta de que en Chile hay una potencia y creatividad que están a la altura de las vanguardias internacionales. Es de las mejores obras que he visto en las últimas temporadas. Espectáculos callejeros: Tendré la patudez de recomendar «Andrés Pérez de memoria», porque tuve la posibilidad de ver un ensayo. Es un homenaje a un grande de nuestro país, un trabajo de mucha sensibilidad que logra captar su esencia. Es una obra callejera y no pudo haber sido de otra forma porque Andrés Pérez es pura calle. Se repasan algunas de sus grandes escenas y es un homenaje muy emotivo que recuerda a una de las figuras más grandes de nuestro teatro. También «Miniatures» de la compañía Royal Deluxe, que son los mismos que trajeron a «La pequeña gigante», pero esta vez, sin marionetas, demostrarán su capacidad para llenar la calle solo con actores. Siento que el público merece este reencuentro. Trata de un piloto que desde las alturas ve las catástrofes del mundo actual y se inspira en los recientes atentados en Europa. Es un tema sensible Y oscuro, pero ellos, a través de su arte, logran iluminar todo. Eduardo Miranda, periodista de teatro en El Mercurio. |
Santiago a Mil repasa 25 años de trayectoria
Por Maureen Lennon ZaninovicA partir del 3 de enero, el principal encuentro teatral del verano celebra un cuarto de siglo con la presentación de 81 espectáculos internacionales, en distintas ciudades del país. La directora Carmen Romero y un grupo de destacados actores rememoran los inicios de esta cita y sus hitos más significativos.
«En un ‘Teatro a mil’ se convertirá desde mañana, y por un mes, la Estación Mapocho. Allí, tres compañías, el Teatro del Silencio, La Memoria y La Troppa, se reunirán para mostrar cada una su particular sello».
Así arranca una nota publicada, hacia fines de 1993, en la Revista Wikén de «El Mercurio».
En el artículo se lee que la primera obra que se presentó en este encuentro fue «Taca-taca mon amour», dirigida por Mauricio Celedón. «Un montaje donde la escena se transforma en un gigantesco taca-taca de pasto sintético para contar una parte de la historia del siglo a través del gesto». En enero de 1994, el Teatro La Memoria, dirigido por Alfredo Castro, montó por primera vez en forma integral su llamada Trilogía Testimonial de Chile, conformada por «La manzana de Adán», «Historia de la sangre» y «Los días tuertos», y la ex compañía La Troppa volvió a Chile, después de un año de ausencia, con su «Pinocchio», una versión libre de las «Aventuras de Pinocho», de Carlo Collodi.
La actriz Paulina Urrutia rememora: «Tengo el orgullo de haber sido parte de la primera versión de Santiago a Mil y estar junto a esas compañías emblemáticas. Conocer a Alfredo Castro, ser parte de la transformación del teatro chileno, ser parte de la búsqueda de nuevos lenguajes y de todo lo que significó la llegada del Teatro La Memoria y su complejidad creativa, me llena de emoción ¡Tan jóvenes que éramos!». La ex ministra de Cultura añade que el gran cisma lo provocó la irrupción de «La manzana de Adán», que se transformó, a inicios de los 90, «en una obra de culto, y el público terminó haciendo largas colas para verla. Más allá de su historia, funcionó en la lógica de una complicidad con los espectadores. Luego vino ‘Historia de la sangre’ y se repitió el mismo fenómeno. Todavía hay gente que se acuerda de sus personajes, de la Chica del Peral, el Chilenito Bueno y el Boxeador».
Urrutia considera que «la ciudadanía, en los inicios de este encuentro teatral, accedió a historias chilenas que provocaron desde la marginalidad. A través de esta Trilogía Testimonial, revelamos una nueva manera de sentir y de actuar el teatro y eso quedó grabado en la gente».
Lenguaje crudo, cotidiano y salvaje
Inspirado en la investigación de la periodista Claudia Donoso y la fotógrafa Paz Errázuriz, el actor y director Alfredo Castro recuerda que el estreno de «La manzana de Adán» fue muy polémico. «La obra provocó una conmoción muy grande, porque por primera vez se tocó en nuestro teatro el tema de los travestis. Incluimos muchos testimonios crudos, apegados a la realidad. En el segundo título de la trilogía, ‘Historia de la sangre’, también pasó lo mismo, porque incorporamos diálogos de personas que habían matado por amor. Textos muy descarnados y testimoniales». El actor y director chileno comenta que, a un cuarto de siglo de su estreno, «veo a esta trilogía de distintas formas; primero, como una inocencia muy grande, pero también como un proyecto trabajado desde lo más profundo. Como grupo, como colectivo, nos interesó -una vez instaurada la democracia- poder abordar estos temas. Repusimos un lenguaje que había sido expulsado de los escenarios: un lenguaje más crudo, más cotidiano, más salvaje, donde no trabajamos con la metáfora, sino que las cosas se decían por su nombre». Castro remata que para ser fiel a la historia, «la crítica de la época fue muy dura con nosotros. Nos hizo pedazos. Fueron tres propuestas rupturistas y difíciles de clasificar. El público fue quien terminó convirtiendo a esta trilogía en un hito».
Uno de los ejes centrales de la celebración de los 25 años de Santiago a Mil será el reconocimiento al desaparecido Teatro La Memoria. En la sala Camilo Henríquez abrirá este miércoles una exposición en torno a este colectivo integrado, entre otros, por Paulina Urrutia, Amparo Noguera, Francisco Reyes, Rodrigo Pérez y Pablo Schwarz. La muestra incluye fotografías de Juan Francisco Somalo. «La idea es poder mantener vívidos todos esos recuerdos maravillosos, revivir esa complicidad que tuvo La Memoria con la audiencia», remata Paulina Urrutia, directora del Teatro Camilo Henríquez.
Abrirse a la ciudad
Juan Carlos Zagal, Jaime Lorca y Laura Pizarro conformaron la desaparecida compañía La Troppa, que estará presente en la conmemoración de los 25 años del Festival Santiago a Mil con la reposición de dos de sus montajes más elogiados: «Pinocchio» y «Gemelos». Pizarro señala que con el clásico de Carlo Collodi, pasamos de ser un «grupo de plazas , a sacar la cabeza de la tierra, a ser reconocidos y generar empatía con un público más amplio. Con esta obra nos planteábamos cómo poder llegar a una audiencia mayor y transversal a través de un clásico que no era al estilo Walt Disney, sino con un mundo más simbólico, con elementos de la marginalidad y el rap. Partimos Teatro a Mil con La Memoria y el Teatro del Silencio en un momento en que la sensación que se respiraba en el ambiente es que estaban pasando muchas cosas», dice Laura Pizarro.
El actor Francisco Reyes comenta a «Artes y Letras» que «se siente parte de la historia de un encuentro que comenzó, a mediados de los 90, de manera muy doméstica, con un grupo de compañías amigas y donde se reponía lo mejor del año». El actual vicepresidente del Festival Santiago a Mil añade que el «proceso que ha emprendido FITAM ha sido asombroso, con muchos momentos bellísimos, como en 2002, en que el festival decide abrirse a la ciudad. Sale de la Estación Mapocho -donde estuvo tantos años- y se toma la ciudad y las plazas». Reyes puntualiza que este encuentro ha sido «un enorme aporte para el desarrollo del teatro en nuestro país, ha puesto a Chile en el ojo del huracán, en el centro. Hoy es una de las citas más importantes de Latinoamérica. También ha sido un significativo aporte para el desarrollo de las audiencias. Ha generado un rebalse y hoy el teatro no es solo para una élite. Es una actividad mucho más masiva. Uno ve las salas llenas, y no solo con gente de teatro, como ocurría antes».
Al momento de repasar un cuarto de siglo de historia, Carmen Romero, directora ejecutiva de Santiago a Mil, enfatiza que es hora de celebrar. «Por eso a esta versión le pusimos la ‘Fiesta del teatro’. Es una alegría infinita constatar cómo ha sobrevivido este proyecto colaborativo que suma artistas, productores, salas, auspiciadores, gobiernos centrales y locales».
Sobre los episodios que han dejado huella, enumera: «Nos instalamos a celebrar en los años del regreso a la democracia ocupando distintos espacios. Partimos como un encuentro chileno y latinoamericano y después nos internacionalizamos. Entramos en los calendarios de los grandes artistas del mundo, quienes empezaron a tenernos en sus radares. Montamos dos obras de la gran coreógrafa alemana Pina Bausch. En 2008 el músico Goran Bregovic actuó en Cartagena, y dos años más tarde trajimos a ‘La Pequeña Gigante y el Tío Escafandra’, con una participación del público alucinante. Niños y jóvenes querían jugar con esta muñeca y se generó una conexión única, con cientos de personas atrapadas en la multitud tratando de ver el espectáculo. El 2012 será recordado por la visita de la ya mítica Ariane Mnouchkine con su Théâtre du Soleil, y en 2013, bailarines y caballos de Bartabas llegaron al Municipal de Santiago. Todos estos artistas son parte de una larga lista de hitos importantes y que la gente los hizo propios».
En cuanto a los momentos difíciles, Carmen Romero añade que sin «duda el tema económico ha sido un gran desafío. Afortunadamente contamos con un convenio con la Minera Escondida, además del aporte del Consejo Nacional de la Cultura. Pero por mucho tiempo, llegábamos a noviembre, a dos meses de la partida del festival, sin el financiamiento completo. El convenio con BHP Billiton nos da un respiro económico, pero no podemos olvidar la precariedad del teatro. Uno nunca sabe qué va a pasar. Como el mundo de las artes escénicas es en vivo, siempre hay crisis, crisis de todo tipo. Al comienzo nos tirábamos a la piscina sin saber si había agua suficiente. Fue una decisión hacerlo y comprometerse. Hay que ser muy comprometidos y serios en esta tarea, porque la gente nos espera en enero».
El Mercurio
Las obsesiones de Alfredo Castro
Por Evelyn Briceño
Al sol de diciembre, sus ojos claros y su pelo entrecano brillan. En la terraza de un café céntrico, la voz de Alfredo Castro (61) se acelera para explicar su actual desvelo, algo así como “actuar sin actuar”. Será ese el tema de la clase magistral que dará el miércoles 3 de enero en el marco de la vigésimo quinta versión de Santiago a Mil. Con la compañía Teatro La Memoria -más La Troppa y Teatro del Silencio-, fundó en 1994 el festival, y por eso lo homenajearán con esa charla y con una muestra con fotografías tomadas por Juan Francisco Somalo a los montajes que hizo con La Memoria en los 90.
Ambas actividades serán en el Teatro Camilo Henríquez, donde debutó en las tablas, recién salido de la Escuela de Teatro de la U. de Chile, con la obra Equus. Ese montaje lo marcó, porque en una de las funciones sufrió una crisis de pánico. Fue la primera vez que pensó cómo no involucrarse tanto con los personajes, el inicio de “un camino de 35 años que ha consistido en dejar de actuar”, como él dice. Una búsqueda que lo ha llevado a crear un “tercer cuerpo” que medie entre el actor y el personaje, porque antes, cuenta, se involucraba demasiado y llegaba a enfermarse.
“Con los años fui pensando en eso y leí una frase muy linda de un autor que no puedo recordar. Decía algo así como ‘puede que Alfredo Castro le preste su cuerpo a Hamlet, pero no sabemos si Hamlet le va a prestar su cuerpo a Alfredo Castro’. Hamlet, siendo un ser literario, también tiene un cuerpo. Desde ahí identifiqué la posibilidad de crear un tercer cuerpo, que es cuando el actor se tiende, calmo, en la posición del cadáver, a imaginar su rol. Imaginariamente echas a andar a tu personaje y lo mandas a encontrarse con alguien, a comprar, a navegar por lugares que no están en la obra. Pude denominarlo tercer cuerpo, un ser entre la ficción y el cuerpo real del actor. Con eso produzco un corte y puedo tener una mirada más objetiva, más distante; sí, soy yo, pero a la vez no soy yo”, explica, adelantando parte de su charla.
Esta entrevista rompe la rutina actual del actor, que incluye cuatro horas diarias de ensayos de la obra que estrenará en mayo en el GAM. Los arrepentidos se llama, y trata sobre dos hombres que han cambiado de sexo, pero que con el paso de los años cuestionan esa decisión. Ahí actúa junto a Rodrigo Pérez, quien también estuvo en ese primer Santiago -en esa época Teatro a Mil-, en la Estación Mapocho, con la icónica trilogía La manzana de Adán, Historia de la sangre y Los días tuertos.
—¿Cuáles fueron tus sensaciones esa vez?
Éramos tres compañías muy distintas, pero se armó un asunto muy solidario con el deseo de que a todos nos fuera bien. Llegó tal cantidad de público, que la sensación fue de triunfo emocional, no narcisista, al comprobar que la gente quería ver teatro. De inmediato supimos que estaba partiendo algo poderoso y la historia así lo dijo.
—¿Creíste que el festival cumpliría 25 años?
Teníamos ganas, pero no sabíamos. En esa época, con Carmen (Romero) y Evelyn (Campbell) -gestoras del festival- hacíamos La manzana de Adán en una casa abandonada y ganábamos una miseria, con funciones para 20 espectadores. Cuando se armó Teatro a Mil y las filas daban vuelta a la Estación Mapocho uno decía “sí, hay algo que se está gestando”.
“Lo otro importante”, agrega, “es que era a ‘luca’, lo que permitió el acceso a la cultura de mucha gente. Ahí nos vamos a un tema contingente, el acceso a la cultura como un derecho. Para un Fondart una vez propuse rebajar las entradas de mi proyecto a $ 2.000 y me preguntaron si me había vuelto loco. Estaba en crisis con mi teatro y se supone que en crisis tienes que cobrar más caro, pero para mí es mejor y más gratificante tener 200 espectadores a dos ‘lucas’ que 40 a $ 6.000”.
—Pero el festival hace rato que ya no es a mil
El sistema neoliberal horroroso obliga a mantenerse a través de la oferta y la demanda. Por eso hay que tener un Estado fuerte que compense y subvencione. Con eso las entradas podrían ser más baratas. Ahora, en el festival siempre hay obras con entradas económicas y espectáculos de calle. Lo interesante es que esa familia que vio teatro callejero diga ‘ahora quiero ver algo en una sala’, que se arme una cadena virtuosa de espectadores. Y para eso hay que tener subvención”.
El actor insiste en esa última palabra. “Es lo que se hace en los países desarrollados, subvencionas a las salas y éstas bajan los precios. Otra clave es la difusión. Mi maestro Fernando González decía que ‘puede que una obra esté en un teatro lleno de gente, pero si no sale en los diarios, si la gente no sabe, da lo mismo”.
—¿Y si a los jóvenes no les interesa el teatro?
Yo veo harto teatro joven y las salas están llenas. Estoy seguro que de aprobarse la subvención a las salas particulares e independientes vamos a poder ofrecer una mejor oferta a precios más bajos y la gente va a ir mucho más. Si un chico está metido en internet siete horas al día, encerrado en su pieza, lo invitas a ver un montaje y le gusta, tal vez rebaje esas horas de siete a tres. Todas las dinámicas que se han hecho en el primer mundo con el tema de las drogas, los inmigrantes, la tercera edad, las personas con enfermedades mentales o motrices tienen que ver con el teatro como terapia, como apertura de mundos y de lenguaje. Acá, donde la gente no entiende un párrafo, es una herramienta poderosa. Si me preguntan para qué sirve el teatro, nombraría la socialización de un saber, de una lengua.
La generación dorada
Castro explica que aún está de duelo por la muerte de la sicoanalista, doctora en filosofía e investigadora Francesca Lombardo, “mi colaboradora más íntima y una persona adorable”, precisa. Y agrega: “Hace 27 años ella abrió un lenguaje, uno que nadie conocía. Con Andrés Pérez decíamos que acá nadie escribía sobre teatro, como sí se hacía en Argentina, en Brasil. Ella nos ayudó a abrir esa veta en el Teatro La Memoria. Es una emoción grande saber que lo que uno intentó hace tantos años con La manzana de Adán finalmente cuajó como una poética y aglutinó a grandes actores, como Paulina Urrutia, Amparo Noguera, Rodrigo Pérez, Pancho Reyes, Verónica García Huidobro.
—Una especie de generación dorada del teatro chileno.
Me da pudor decirlo, pero siento que, además de actores, por La Memoria, como escuela, pasó una camada de directores brillantes: Pablo Larraín, Cristián Plana, Claudia di Girólamo, Alexandra von Hummel.
—Y Paulina Urrutia ahora dirige el Teatro Camilo Henríquez, donde debutaste con Equus y donde se te hará el homenaje.
Con ella queremos remontar Equus. Tengo que encontrar un momento en el año para hacerlo, porque Paulina se ha movido y los derechos de la obra ya están. Me encantaría hacer ese proyecto y poder lanzar, como me lanzaron a mí en esa época Sergio Aguirre, Sonia Mena y John Knuckey, a un joven actor.
—Con realismo, ¿cuál es el nivel del teatro chileno?
El mejor. En el cine, donde puedes ver gente de teatro, los actores chilenos están muy bien considerados. Y hay muchas compañías que están yendo fuera con sus obras, a festivales y a teatros en EE.UU. y Europa. El teatro chileno se expande y el cine también ha ayudado. Chile es conocido en las capas sociales importantes de otros países por el cine y el teatro, más que por el fútbol y el tenis”.
Alfredo Castro habla con entusiasmo, pero lo aplaca al referirse a la estafa y cierre de su teatro-escuela La Memoria, el año pasado. “Tuve que hacer un corte con eso, porque yo estaba mal. Es terrible que una persona tan cercana -el contador- te robe. Además, es doloroso cuando el banco en el que has depositado tu confianza no responde. Llevo casi dos años en que el banco ha jugado poniéndose al lado del estafador. Pagué un seguro durante 12 años y se desentiende diciendo que el seguro es otra empresa y que no cubre, porque el estafador dependía de mí. Fiscalía le pide entonces que mande el supuesto mandato donde doy poder a esa persona para hacer cheques y officebanking; el banco no lo encuentra, porque no existe”, enfatiza.
Lo que sí le ilusiona es retomar el proyecto. “Lo voy a recuperar, en la medida en que me ayuden. Y no sólo a mí, sino que también al Teatro Camino, al Del Puente, a todos los que sostenemos teatros de manera autónoma. Que el Estado diga ‘la gestión que ustedes hacen es tan potente que vamos a financiarlos’”.
—Ese mecenas, ¿tiene que ser el Estado?
Ojalá crear alianzas con empresas, pero nunca en la vida me han dado un peso. El Ministerio de Cultura debe acercar a ese mundo empresarial a las artes.
—¿Qué esperas del nuevo gobierno?
Que aumente el dinero asignado a los fondos concursables. A mí me interesa la subvención permanente a salas y compañías con trayectoria y proyectos. Me da terror que eso no se cumpla, porque está en el proyecto de creación del ministerio y de la ley de artes escénicas. Estoy intentando recuperar mi teatro en el 2019 y eso depende un poco de esto.
Del teatro al cine y viceversa
Después de brillar en la TV y en el teatro, en el cine Alfredo Castro alcanzó estatus hace casi una década como protagonista de Tony Manero, de Pablo Larraín. Siente cariño por ese personaje, “pero también por el que hice en El Club, una obra maestra. Junto con Post Mortem hacen una trilogía perfecta. El corpus estético e ideológico de Pablo, y también el mío, está en esas tres películas”.
—¿A cuáles de los filmes que vas a estrenar en 2018 les pones más fichas?
A una chilena dirigida por Juan Cáceres sobre la inmigración, que se llama Perro Bomba, donde me tocó compartir con un excelente actor haitiano. También a Museo, de Alonso Ruizpalacios, en la que hago de padre de Gael García. Se sitúa en el año 85 , después del terremoto de México cuando el hijo de un médico famoso roba el Museo de Antropología y se lleva la máscara sagrada de Pakal. La otra por la que apuesto es Rojo, de Benjamín Naishtat y con Darío Grandinetti. Tiene una trama muy oscura en plena dictadura argentina, donde hago de un detective chileno medio picante al que llaman para resolver el caso. Por último, Los perros, de Marcela Said. Ya tiene trayectoria en festivales, pero a salas comerciales llega el 15 de marzo. Antonia Zegers es mi compañera de nuevo ahí y está sublime.
—¿Un panorama perfecto para enero?
Ver Estado Vegetal, de Manuela Infante (en Santiago a Mil del 18 al 21 de enero , GAM). Una obra muy política, en el mejor sentido de la palabra. Marcela Salinas, la protagonista, es una actriz memorable.
—¿Algo más en Santiago a Mil?
A Carmen Romero siempre le dije que el festival tenía que ser para que el teatro chileno brillara. Por lo tanto, mi primera opción es ir a ver montajes de acá. Me interesa La trágica agonía de un pájaro azul, de una compañía -La Niña Horrible- que ha alcanzado un sello propio; eso siempre es admirable. También, ir a ver el trabajo del director Christoph Marthaler, que trae la obra King Size.
Finde.