Los 10 ecocidios del 2017 en Latinoamérica

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Los 10 ecocidios del 2017 en Latinoamérica

Carlos Ruperto Fermín – Rebelión
Hoy recordaremos los mayores problemas ambientales del año 2017. Una serie de ecocidios que destruyeron los recursos naturales latinoamericanos, tras el paso devastador de doce meses llenos de sangre, dolor y lágrimas.
Cuando el dinero impone sus propias reglas de juego en el planeta Tierra, se establece un desequilibrio ecológico en nuestros territorios latinoamericanos, que se acrecienta con la inacción judicial de los organismos públicos, que son incapaces de aplicar las leyes ambientales vigentes, para castigar con celeridad los hechos delictivos presentados.

La gran delincuencia en contra de la Pachamama, es un problema multifacético dentro de las regiones latinoamericanas, ya que cada empresario, latifundista, guerrillero o político, tiene sus propias ambiciones económicas que deben ser rápidamente alcanzadas, violentando la santidad del medio ambiente y fructificando la ignorancia de sus decisiones.

Desde la laguna La Torrecilla en Puerto Rico, pasando por la serranía de Los Milagros en Bolivia, y llegando hasta la ciudad de General Las Heras en Argentina, existen terribles inconvenientes ambientales que se vienen ocultando en paquetes turísticos, en hoteles cinco estrellas y en enormes centros comerciales, que NO reflejan la realidad socio-ambiental de la geografía latinoamericana.

Por eso, explicaremos los 10 principales ecocidios visualizados en América Latina durante el año 2017, para NO quedarnos callados en el abismo de la impunidad y para alzar la voz de protesta social junto a la ciudadanía.

En el puesto número diez, encontramos el daño ambiental causado en el desierto de La Tatacoa (Colombia), por la realización de eventos masivos que provocaron un alto grado de contaminación en su impresionante ecosistema. El desierto fue usado como escenario de un alocado concierto de música electrónica y también como mirador del eclipse solar de agosto del 2017. Por desgracia la basura se apoderó del desierto de La Tatacoa, pues los visitantes arrojaron todos los residuos sólidos de comidas y bebidas alcohólicas, mientras los miles de automóviles ensuciaban la frágil arena huilense, que se ha convertido en una mercancía de lucro para los mafiosos inversionistas.

En el puesto número nueve tenemos la grave contaminación del agua que sufrió el lago Llanquihue en Chile, por culpa del continuo vertido de aguas residuales a cargo de la Empresa de Servicios Sanitarios de Los Lagos (Essal), que provocó un permanente foco de contaminación en el lago durante el año 2017 y convirtió la magia de la leyenda de Licarayén en un lamentable estuario fecal.

En el puesto número ocho se halla la tala de bosque nativo ocurrida en la Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia), abarcando un área de 600 metros de largo con tramos de hasta 15 metros de ancho. Se buscaba realizar una obra de interconexión eléctrica con cables de alto voltaje, que se encargaron de fulminar la vida de especies endémicas de plantas, como el laurel comino y el laurel amarillo.

En el puesto número siete apreciamos el derrame de 70.000 litros de aceite lubricante reciclado en Nuevo León (México). La empresa Retalsa fue la culpable de envenenar los ríos La Silla, Santa Catarina y San Juan, en un área que alcanzó los 45 kilómetros de distancia y donde las actividades socioeconómicas fueron transitoriamente suspendidas, debido a la aparición del lubricante en los afluentes y por la mortandad de los peces.

En el puesto número seis visualizamos el derrame de 5.800 galones de aceite combustible para motores (ACPM) en el municipio Simacota de Colombia, por culpa del vuelco de un camión de la empresa Parex Resources, que rápidamente perjudicó el modo de vida de los campesinos del Departamento de Santander, pues el combustible puso en riesgo los ríos La Colorada y Magdalena, que representan una fuente de agua confiable para los habitantes y animales.

En el puesto número cinco señalamos la destrucción de una parte del sistema de arrecifes mesoamericano en el pueblo de Mahahual (México) por culpa de una embarcación de la empresa de buceo “Pepe Dive Mahahual”, que irresponsablemente tiró el ancla sobre el arrecife y desprendió pedazos de coral, sin considerar la gran sensibilidad ecológica de la naturaleza azteca.

En el puesto número cuatro resalta el daño ambiental que sufrió el Parque Internacional La Amistad, entre las provincias de Chiriquí y Bocas del Toro en Panamá. La apertura de un camino hecho con maquinaria pesada abarcó un área que superaba el kilómetro de largo y se perjudicó a la diversidad biológica presente en la mencionada reserva de biosfera, que comparte su geografía con Costa Rica y que es Patrimonio Mundial de la Humanidad.

En el puesto número tres evidenciamos el lodo tóxico que se depositó en los socavones de la comunidad de San Nicolás Tlaminca (México), por culpa de las obras industriales ejecutadas para la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM). Los desechos tóxicos fueron extraídos del antiguo lago de Texcoco y contenían sustancias químicas peligrosas como cloruro, cromo, boro y carbonato. Ese lodo tóxico fue depositado en los socavones de Tlaminca, que es una zona de recarga de mantos acuíferos y que generó una emergencia sanitaria para los pobladores, quienes necesitan preservar la calidad del agua para su futuro abastecimiento.

En el puesto número dos destacan los 300 barriles de petróleo derramados en Trinidad y Tobago por la empresa estatal PetroTrin. El volumen de crudo vertido desde la refinería Pointe-à-Pierre, superó la superficie marítima trinitense y alcanzó las aguas de las costas venezolanas. Las islas del estado Nueva Esparta, las playas del estado Sucre y el archipiélago de Los Roques, sufrieron los estragos ambientales de la fuga de hidrocarburos, que atiborró de petróleo la vida de los pescadores, de los surfistas, de las tortugas marinas, de los turistas, de los manglares y de las comunidades rurales próximas al desastre.

En el puesto número uno se encuentran los 3.000 árboles talados en Venezuela por las protestas callejeras de los opositores al Gobierno. El tenso clima político que se vive en Venezuela por la crisis social ha incrementado con salvajismo los índices de deforestación en las zonas urbanas del territorio venezolano, pues los violentos opositores al régimen democráticamente establecido se han transformado en pandillas de delincuentes que talan y queman miles de árboles autóctonos para obstaculizar las calles venezolanas practicando el vandalismo de la llamada “guarimba”.

Desde que se intensificaron las protestas callejeras a principios del 2014, en Venezuela se han talado aproximadamente 10.000 árboles hasta el año 2017 y la deforestación es el mejor escudo político de los cobardes opositores venezolanos, para expresar su descontento popular asesinando con machetes y motosierras la vida de miles de seres vivos que ayudan a mantener el equilibrio ecológico de las ciudades, brindándonos sombra, alimento, sabiduría, oxígeno y refugio.

Recordemos que Venezuela es un país sudamericano que sufre directamente las consecuencias del fenómeno meteorológico “El Niño”, por lo que la prolongación de la época de sequía debido a la falta de lluvia, sumada a la sistemática deforestación que se acrecienta en el caluroso suelo venezolano, ha afectado con negatividad la sensación térmica en estados como Zulia, Lara, Carabobo, Táchira, Anzoátegui, Caracas, Aragua, Bolívar, Miranda, Barinas y Falcón.

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Los organismos policiales venezolanos se niegan a castigar in fraganti la tala indiscriminada de árboles, pese a que representa un delito tipificado en la Ley Penal del Ambiente. Sin miedo a transgredir las leyes vigentes, los opositores al Gobierno siguen cortando la madera de Venezuela y siguen deforestando el color verde de las plazas, parques, jardines, cementerios y autopistas, por lo que mientras se mantenga la crisis política venezolana continuará aumentando la crisis ambiental producto de la tala de árboles.

Además Venezuela sufre un proceso de sobrepoblación que se enfatiza por un agresivo desarrollo urbanístico, que se edifica sin considerar los estudios de impacto ambiental. Vemos que la infraestructura comercial siembra las peores monedas de egoísmo en los espacios naturales donde deberían sembrarse las mejores semillas de tolerancia, que recuperen la belleza del más bonito árbol de Araguaney y que rescaten la paz de la revolucionaria nación venezolana.

Recorrimos la hermosa geografía de América Latina y sufrimos el dolor de una cicatriz en la Amazonía, que arde con la sal enrojecida del planeta Tierra.

Es imposible soñar con la sustentabilidad de un mundo claramente insostenible. Vimos que el capitalismo salvaje compra las mejores licencias ambientales, compra el silencio de los corruptos entes gubernamentales y compra la desenfrenada barbarie genocida que impera en el siglo XXI.

Usted y yo conocemos muchísimos más ecocidios perpetrados en el año 2017, pero si nos quedamos callados y no denunciamos los problemas ambientales de nuestras comunidades estaremos siendo cómplices de las corporaciones nacionales y extranjeras, que se dedican a polucionar los territorios latinoamericanos que habitamos.

Con el poder de las redes sociales en nuestras manos ya NO hay excusas para evadir el compromiso ecológico a favor del planeta. Denunciemos los delitos en Facebook, en Twitter, en Instagram y en WhatsApp. Utilicemos las herramientas tecnológicas para el bienestar del medio ambiente, olvidando la eterna indiferencia y despertando una nueva conciencia.

De enero a diciembre y de lunes a domingo, la Madre Tierra exige respeto, amor y voluntad de cambio en los seres humanos, para convertir la amarga pesadilla ambiental del año 2017 en una luz de esperanza positiva que ilumine los caminos del 2018.

Blog del autorEkologia.com.ve


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