La manipulación de la criminología mediática y su poder – Por Dr. Eugenio Zaffaroni
Suele preguntarse si la violencia criminal existe o es una sensación. En verdad, no hay disyuntiva alguna, sino que en la realidad hay violencia criminal y también hay sensación de violencia.
Son dos hechos sociales diferentes: el primero se mide investigando las manifestaciones más crudas, que sin duda son los homicidios, conforme a las clásicas preguntas criminalísticas: qué, cómo, dónde, cuándo, quién, por qué.
El segundo se mide con encuestas y contando los minutos de TV y radio y los metros cuadrados de los diarios de mayor circulación, dedicados a la noticia roja, como también analizando el discurso de los comunicadores.
Cuando se trata de prevenir la violencia real, lo que interesa es lo primero; si se trata de trabajar sobre la sensación, lo que interesa es lo segundo.
La población en general vivencia la violencia conforme a lo que los medios le informan, porque ninguno de nosotros vivencia mucho en forma directa, sino que nos comportamos según una realidad que en su mayor parte está creada por la comunicación. No puede ser de otro modo, porque no podemos estar en Siria, en Palestina, en París, y ni siquiera en todos los barrios de nuestra ciudad. Necesariamente la comunicación crea nuestra realidad.
Pero la creación de realidad importa poder, porque determina conductas, y el poder, en síntesis, no es otra cosa que condicionar la conducta de los otros.
Sin duda que hay homicidios en nuestra sociedad, pero nadie los ve todos, sino que sabemos de ellos por la realidad creada por la comunicación, y de ella dependen nuestros temores y nuestras reacciones, en definitiva nuestro comportamiento.
En esa realidad creada puede haber más o menos homicidios que los que se producen, pueden ser presentados con mayor o menor detalle, pueden atribuirse a tales o cuales personas o grupos humanos, pueden insistirse o no en las noticias, en una palabra: siempre se crea una realidad y no sabemos a ciencia cierta en qué medida la realidad creada se acerca o se aleja de la realidad fáctica.
Por esta razón es que hay dos criminologías: una que corresponde a la realidad fáctica, y otra a la realidad creada, que es la criminología mediática.
La criminología de la realidad fáctica es la que hacemos en las universidades y se practica con las investigaciones de campo. La criminología mediática es la que hacen los medios de comunicación y, conforme a la cual, se determinan las conductas de la población.
El problema lo tenemos con los políticos que, como corresponde a la naturaleza competitiva de la política, buscan votos y, para eso, se comportan conforme a la criminología mediática. Por el contrario, prácticamente, no se invierte casi nada en la criminología de campo, no se investiga la realidad fáctica de la violencia.
Esto hace que se subestime lo que es indispensable para cualquier programa de prevención de la violencia, porque es imposible pretender prevenir lo que se desconoce: no es posible prevenir las muertes violentas cuando desconocemos las respuestas a las preguntas fundamentales: qué, cómo, dónde, cuándo, quién, por qué.
En particular en países como los latinoamericanos, donde –a diferencia de los países del hemisferio norte-, tenemos inmensos monopolios mediáticos, son éstos los que deciden la criminología mediática, por la que se orientan los políticos y la población en general.
En síntesis: en nuestros países parece no importar la criminología de la realidad fáctica (y, por ende, la prevención de los homicidios reales), dado que tanto la población como los políticos se orientan exclusivamente por la criminología mediática.
En nuestro país, la noticia roja ha disminuido notoriamente desde diciembre de 2015, de modo que el problema de la inseguridad ha dejado de ser la primera preocupación en las encuestas. Es obvio que nadie puede pensar que haya menos homicidios porque cambió el titular del Poder Ejecutivo, sino que esto sólo está demostrando el enorme poder que implica la manipulación de la criminología mediática.
* Abogado, criminólogo y escribano argentino graduado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires en 1962, doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad Nacional del Litoral (1964), ex ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y actual miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Fuente-Universidad Nacional de Avellaneda