Honduras: ¿se podía esperar otra cosa? – Por Rafael Cuevas Molina

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Honduras: ¿se podía esperar otra cosa?

Es cierto que al principio del escrutinio presidencial en Honduras hubo expectativas, pero es porque nunca aprendemos, porque seguimos creyendo que en algún momento los otros jugarán limpio, lo que significa pura y simplemente atenerse a las reglas del juego.

Pero visto en perspectiva, fuera de del calor de la contienda, ¿de dónde sacábamos esas esperanzas si todo apunta hacia otro lado, si hasta hemos podido ver la armazón del tinglado en todos sus detalles?

Es recurrente oír ahora, ya subidos en la ola del fraude, las voces que nos remiten al 2009, cuando el golpe de Estado contra Manuel Zelaya. Y es cierto, hay que remontarse al 2009 para comprender lo que está pasando ahora en Honduras; recordar la aclamación del espurio golpista Roberto Micheletti en el Congreso de la República, que lo proclamaba héroe nacional. Y luego seguir con el espectro de la represión y la violencia hasta nuestros días: los campesinos del Bajo Aguán siendo masacrados para que se expandan los cultivos de la palma africana; los periodistas, hasta número de 40, cayendo asesinados como moscas; los ambientalistas perseguidos y también asesinados hasta el increíble número de 117.

¿Y qué decir de aquellos miles de niños, 65,000 (¡65,000!) que partieron solos tratando de llegar a los Estados Unidos para huir de la violencia, del hambre, del desamparo, y que en su mayoría provenían de las barriadas inmundas de San Pedro Sula o de Tegus City (como le dicen eufemísticamente a Tegucigalpa, la capital Hondureña). ¿Y Berta Cáceres, cazada furtivamente en medio de la noche en su casa solitaria. Y su hija, asediada de la misma forma, a punto de muerte hace tan solo dos o tres meses?

Y luego las matráfulas políticas, los compadrazgos para seguir en el poder; los financiamientos ilícitos que vinculan a lo que ya es pan de todos los días, el narcotráfico y el crimen organizado; el desfalco de la arcas públicas, del seguro social, esa piltrafa que llaman seguro social y que aún así exprimen en su presupuesto para estafarlo y sacar dinero para sus campañas.

¿Cómo podría haber alguna expectativa, alguna esperanza en esas condiciones? Porque, además, ya lo hemos visto en todas partes: la democracia, esa llamada democracia es para ellos buena solo si pueden manejarla a su antojo, si el status quo queda incólume, si nos da más de lo mismo; y si no es así ¿no aplican en todas partes la misma formulita que manejan tan bien, que funciona aunque nos indignemos y protestemos?

Ahí está Lula perseguido y Dilma desbancada, señalados de ladrones sin ninguna prueba a la vista, con procesos judiciales fantasmas mientras los verdaderos ladrones, los que los mandaron de paseo y escenificaron shows en donde clamaban al cielo y ponían los ojos en blanco, están ahora fehacientemente acusados de ladrones y estafadores.

Honduras no es más que un ejemplo entre muchos otros, aunque un ejemplo terrible en el que se reconcentra esos males. Un país del Triángulo Norte centroamericano, en donde campean las mafias organizadas que han tomado el poder del Estado para saquearlo inmisericordemente como ese tal Otto Pérez Molina y su camarilla en Guatemala. Triángulo Norte en el que hay que ver incluso más atrás del 2009, ver treinta, cincuenta años atrás, aunque sea difícil ver entre el humo de la metralla, de las aldeas arrasadas, de la inconcebible represión.

Ver los miles de refugiados cruzando las fronteras, teniendo que dejar los lugares en donde crecieron; a las familias deshaciéndose; a los niños teniendo que crecer en lugares lejanos, sin arraigo, en otro idioma, buscando sustento identitario en las pandillas juveniles que luego creerán como hongos ¿y cómo no? en sociedades que no les muestran ningún futuro en el horizonte, ningún referente positivo.

Y en medio de todo esto queremos que hayan elecciones limpias, que, de pronto, digan: “muy bien, tienen razón, nos hacemos a un lado y vean cómo arreglan esto”. Somos ingenuos, o tontos, quién sabe; y digo yo, en este contexto, en Honduras ¿se podía esperar otra cosa?

(*) Escritor, filósofo, pintor, investigador y profesor universitario nacido en Guatemala. Ha publicado tres novelas y cuentos y poemas en revistas. Es catedrático e investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos (Idela) de la Universidad de Costa Rica y presidente AUNA-Costa Rica.


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