El “bitcoin”, fiebre del oro digital – Por Paul Walder
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
El “bitcoin”, la criptomoneda más popular, superó con creces los 18 mil dólares, un techo no sólo inédito para esta divisa digital sino la confirmación de un proceso que no tiene registros similares en la historia monetaria reciente. Desde marzo pasado a la fecha, el bitcoin ha saltado desde 1.257 dólares al precio actual, un crecimiento de 1.331 por ciento en sólo nueve meses.
Marzo del 2017 marcó un punto de quiebre para esta divisa, en cuanto superó el precio del oro. Desde entonces, el oro, refugio seguro para inversionistas en tiempo de volatilidad, se ha mantenido estable en tanto la criptomoneda ha saltado a las nubes, impulsada estos últimos días por su ingreso en los mercados de derivados. En una sola jornada, los futuros de la moneda digital avanzaron más de un diez por ciento.
¿Por qué genera el bitcoin tanto entusiasmo entre los grandes inversionistas y especuladores?
No estaría mal explicar qué es el bitcoin y su diferencia con otras formas de inversión, desde commodities, productos, a instrumentos nominados en diferentes divisas. El bitcoin aparece en la escena económica hacia finales de la década pasada como la primera moneda digital. No tiene un emisor conocido (como un Banco Central) y su validación se realiza entre sus usuarios a través del sistema de intercambio de datos cooperativos conocido como P2P (par a par). Como otras monedas y formas de inversión, su aceptación depende de la confianza que otorga a sus usuarios.
En un comienzo podemos identificar al bitcoin con la cultura ciberpunk, que busca en una incipiente Internet caminos para la emancipación social y económica. Cultores del software libre de código abierto, de la ciencia ficción, del anarquismo de las redes (Matrix y William Gibson), mantienen durante años a ésta y otras criptomonedas como una posibilidad para alterar la concepción del dinero y de los intercambios monetarios, como una forma de liberación de los Estados, de sus bancos centrales y del sistema financiero imbricado con los grandes poderes políticos y económicos.
El bitcoin es todo aquello, pero también una propuesta de alta complejidad y eficiencia: una serie de protocolos financieros y seguridad convierten a la divisa digital en una opción real para la inversión y las transacciones. Pese a ello, desde sus inicios fue ignorado y despreciado por el sistema financiero formal, que marginó a clientes y usuarios con posiciones en monedas electrónicas.
Así se mantuvo durante esta década hasta el explosivo crecimiento de los últimos meses. ¿Por qué hoy parece más interesante para inversionistas comprar bitcoins que dólares, yuanes, petróleo u otros commodities? En principio la respuesta parece simple: pura especulación. El bitcoin es hoy una burbuja especulativa que puede continuar con su artificial hinchazón hasta reventar. Ejemplos abundan en la historia económica, desde la fiebre de los tulipanes holandeses del siglo XVII, cuyos bulbos valían más que el oro, a la crisis hipotecaria española, la burbuja de los puntocom a finales de los años 90, a la misma crisis subprime, con los derivados hipotecarios durante la década pasada.
La cantidad de bitcoins en circulación (12,5 millones) supera en valor los 270 mil millones de dólares. Para hacernos una idea, empresas como Facebook, Johnson&Johnson o General Electric tienen una valoración bursátil similar, dimensión que sugiere un riesgo no menor para la economía tras un eventual estallido de la burbuja.
Hay, en cualquier caso, otros factores en órbita. El artificial crecimiento de los precios del bitcoin puede contener rasgos sospechosos en cuanto a la naturaleza y el objetivo de sus actuales inversionistas, desde lavado de activos hasta apuestas. Ante ello, podemos preguntarnos para qué les sirve esta moneda circunscrita a un pequeño universo, sin capacidad de convertirse todavía en moneda de cambio y expuesta a una extrema volatilidad. A esta pregunta, aún sin una sólida respuesta, podemos agregar otra: ¿Estamos ad portas de una crisis financiera de magnitudes impredecibles? ¿Son las monedas virtuales refugio de algunos visionarios?
(*) Periodista, articulista y analista chileno, licenciado en la Universidad Autónoma de Barcelona.