Venezuela: crisis de la deuda externa y viabilidad política del chavismo – Por Simón Andrés Zúñiga

874

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Desde 2006, el gobierno de Venezuela y la empresa estatal petrolera PDVSA, empezaron a endeudarse en moneda extranjera, en forma desordenada y confiando que el precio petróleo se iba a mantener a niveles altos.

La modalidad de endeudamiento asumida (principalmente bonos en dólares adquiridos en bolívares), la actuación de una banca privada con un gran poder fáctico y la inexistencia de controles de capitales, condujo al peor de los escenarios previstos: no sólo se conformó un mecanismo de fuga de capitales liderado por la banca local, sino que el gobierno no construyó la capacidad de pago que se debía disponer en los siguientes años, es decir, la previsión de los recursos financieros necesarios para sostener el pesado pago del servicio de la deuda externa (principal e intereses).

De esta forma, el endeudamiento externo público se consolida como un dispositivo de captura, privatización y exportación de la renta petrolera, por parte de sectores representativos del capital nacional e internacional. Lo que hasta entonces se había logrado con el control de PDVSA, con la precaria administración de divisas (control de cambios) y con la legislación impositiva petrolera, se perdió cuando se fomentó desde PDVSA y desde el Ministerio de Finanzas el mecanismo de la deuda externa. En poco tiempo, la acumulación de activos externos, es decir renta petrolera apropiada y fugada en cuentas en el exterior, alcanzó una magnitud tal, que le permitió a los capitalistas (nacionales e internacionales) fijar el tipo de cambio y aherrojar económicamente a la revolución bolivariana.

Esto es uno de los problemas que hereda el gobierno actual y que la permanente confrontación política no permite distinguir la magnitud del problema de la deuda externa, cuyo esquema entra en crisis cuando la economía es bombardeada por una caída significativa del ingreso externo proveniente de sus exportaciones petroleras (2014). ¡Fin de fiesta!, se desploman los precios petroleros, y llega la realidad con los cobradores tocando la puerta y sin haber asumido, el gobierno, un plan económico coherente que corresponda a la situación.

Al mismo tiempo, estrechamente relacionado con la restricción externa, se desata un ataque cambiario que, entre otros factores, coadyuva un proceso inflacionario acelerado que ya ha entrado en la terrible ruta de la hiperinflación. La caída y paralización de la actividad productiva y de las inversiones, del consumo y el deterioro del salario real, inevitablemente afectan al mayor logro del proceso bolivariano: los indicadores sociales. A pesar de los esfuerzos en mantener el gasto/inversión social y el ajuste de salario y las transferencias, y muy a pesar de la equivocada decisión de ocultar las cifras oficiales, la vida cotidiana de la calle y de los hogares reflejan una dura situación de una población trabajadora que había logrado alcanzar altos niveles de satisfacción de las necesidades básicas.

Procurando comprender la situación, se presentan algunas puntualizaciones:

1. La actual situación de insostenibilidad del pago de la deuda externa, constituye un cambio de escenario sustancialmente diferente para el gobierno y para las fuerzas involucradas en el proceso político iniciado en 1999. La táctica política del chavismo ha sido exitosa, no hay dudas que Maduro –con la propuesta de la Asamblea Nacional Constituyente- ha contraatacado eficazmente y reducido a las fuerzas políticas enemigas, que, sumidas en estertores, se muestran incapaz de articular y coronar una acción insurreccional.

2. En el plano político se ha dado una muestra de audacia, pero en el plano económico, estas capacidades dejan de brillar y, por el contrarío, no se vislumbra una salida del laberinto de la crisis económica. La política económica es una tarea pendiente, convertida en pesadilla para el gobierno y en tormento para el pueblo trabajador. Ciertamente, aún encendidas las brasas de la celebración del triunfo político sobre la oposición, emerge la punta de un iceberg de inevitable colisión: la imposibilidad de continuar con el pago de la deuda externa. Esta es una amenaza inmediata a la estabilidad política lograda y a la pertinencia de la decisión de adelantar las elecciones regionales y presidenciales.

3. La actual crisis de deuda externa requiere de un manejo inmediato, que implica una estrategia diferente a la hasta ahora sostenida: ser un buen pagador. En la abundante literatura que se produjo a raíz de la crisis de la deuda de las décadas de los 1980 y 1990, se llegó a tratar la paradoja del “buen pagador”, aquél que prioriza el pago de la deuda y sacrifica su desarrollo económico y específicamente el bienestar de la población. Hasta ahora, los gobiernos de los presidentes Chávez y Maduro ostentaban -como un gran logro- «el pagar puntualmente el servicio de la deuda externa».

4. Pero esta presunción se convierte en una carga muy pesada de cumplir teniendo en cuenta que desde 2006, se produjo un crecimiento exponencial del endeudamiento, que resulta una carga pesada ante la caída pronunciada de los ingresos petroleros y el bloqueo promovido por Estados Unidos. Hasta ahora, los argumentos a favor de esta estrategia “del buen pagador” se justificaban no sólo económicamente, sino que se trataba de evitar que el capital financiero pudiera promover acciones de embargo de activos externos ante una situación de impago. Posibilidad deseada, por demás tanto por los capitalistas locales y foráneos, enemigos del proceso político chavista. Pero llegaron tiempos nuevos, nuevas realidades –complejas y críticas por demás- y hay que revisar esta estrategia.

5. Desde el mismo momento en que el Presidente Maduro gana las elecciones de abril de 2013, los indicadores económicos anunciaban una crisis en el sector externo, pero especialmente una crisis de deuda. Y eso iba a pasar tarde o temprano, era tal la probabilidad de ocurrencia que, así el precio del barril de petróleo se mantuvieran por encima de 100 dólares por barril, más temprano que tarde se llegaría a esta disyuntiva. Las contradicciones y los desbalances acumulados, hasta esa fecha, en la economía venezolana, eran tales que, la abrupta caída de los precios petroleros iniciadas desde 2014, produjo el efecto que corrientemente se ilustra con un estanque que baja aceleradamente su nivel de agua y en ese momento empiezan a verse los desperfectos y los cachivaches acumulados en su lecho.

La cesta petrolera venezolana cerró en 2013 a 97,09 US$, cayó a 49,52 US$ en 2014 y se desplomó a 29,15 US$, al final de 2015. Esto significa que, desde 2013, perdió casi el 70%. Tal ha sido el impacto sobre la economía venezolana y sobre el modelo de crecimiento validado durante casi 15 años por el chavismo.

6. Como la cultura del halago y la propaganda ficticia habían alcanzado niveles de epidemia, ninguna de las autoridades económicas (de una institucionalidad casi desintegrada) le advierte al Presidente y le dicen la cruda verdad. Pero la realidad macroeconómica es porfiada, cruel y golpea duro: durante 2017, se hace claro que la viabilidad de cualquier política económica, y también cualquier estrategia política, pasa por evaluar la estrategia de pago de la deuda externa.

7. Es por eso que, el anuncio de refinanciamiento y/o reestructuración de la deuda hecho por el presidente Maduro, aunque casi 5 años tarde, resulta una acción acertada y pertinente. Porque ya no se puede pagar en las mismas condiciones, ya no se puede seguir siendo «buen pagador» si no se tienen reservas internacionales líquidas, y aún mas, cuando las pocas divisas disponibles las bloquean algunos de los más importantes bancos internacionales

8. No se puede obviar en el análisis que, al mismo tiempo, la estrategia de bloqueo económico promovido por Estados Unidos agrava la situación y la capacidad de negociación del gobierno venezolano.

La inminencia de la crisis de la deuda externa estaba anunciada desde el momento en que caen los precios petroleros, manteniendo este desfavorable nivel de precios por un período prolongado y sin una recuperación sustancial de los mismos. Además de este shock externo, se agrega las acciones de bloqueo que Estados Unidos viene llevando a cabo desde la administración de Barack Obama. Ambos factores se yuxtaponen y refuerzan el estrangulamiento externo de la economía venezolana.

9. Llegado el momento de anunciar el refinanciamiento/reestructuración de la deuda se tienen que considerar algunos elementos que son importantes para no caer en percepciones catastróficas (tipo “se acaba el mundo”, o “después del horizonte hay un abismo con dragones marinos”) ni extremos optimistas irresponsables (tipo “no pasa nada Señor Presidente…no hay inflación, no hay escasez, no pasa nada…»). Se tiene que tomar conciencia que el manejo del problema de la deuda pasa por comprender la magnitud del mismo y las particularidades de nuestra economía.

10. Comprender que, la gravedad de la crisis de la deuda, combinada con el proceso hiperinflacionario y la profunda paralización del aparato productivo, no sólo pone en riesgo las victoria electoral (miopía política) sino que además genera una catástrofe social donde los trabajadores sufren una depauperación brutal y al mismo tiempo las “fuerzas del mal” intentan justificar una intervención imperialista para repartirse –a pedazos- las riquezas del país, al mismo tiempo que tratan de arrasar de raíz la conciencia revolucionaria alcanzada por amplios sectores de la población.

11. Una de las primeras particularidades de Venezuela en su actual coyuntura de deuda externa, es que tiene una economía cuyo principal bien de exportación es el petróleo. Esto marca una sustancial diferencia a favor, en comparación con otros países de América Latina. Producir y exportar petróleo es una peculiaridad que se traduce en fortaleza. Venezuela tiene petróleo y otras riquezas que bien gerenciadas pueden generar, en un horizonte de tiempo corto y mediano, importantes ingresos externos.

Es decir, su economía atraviesa una critica situación de liquidez pero tiene solvencia. Con el proceso bolivariano se logró fortalecer la capacidad de controlar la propiedad y administración del recursos natural (Ley de Hidrocarburo, rescate de PVDSA). Hay que fortalecer esta capacidad de controlar la actividad, reduciendo la influencia de las plagas propias del “Socialismo Improvisado del Siglo XXI” y de la corrupción. Es importante defender a PDVSA y a sus activos, CITGO entre otros.

12. Otra particularidad del caso venezolano, es el relacionamiento externo que se fue construyendo a lo largo de los años de los gobiernos de Chávez y Maduro. La relación con China y con Rusia, son dos importantes ejemplos de esta particular visión mundial. El refinanciamiento con los rusos (cuyo monto alcanza un significativo 3.150 millones de dólares) y las negociaciones con China Popular (cuya paciencia china ha sido puesta a prueba ante los problemas que atraviesa el desordenado e indisciplinado aliado venezolano) son dos factores importantes que colocan al gobierno, en una situación de negociación inédita en comparación con otros países de la región.

13. Un tercer elemento, que debe considerarse, es que Venezuela no es la única que atraviesa por esta situación. Puerto Rico, se declaró en default en mayo pasado. No puede pagar su deuda, y luego de la devastación natural que sufrió, está atravesando un drama que ha tenido poco eco en los grandes medios de comunicación trasnacionales. Argentina, su presidente-empresario, está llevando torpemente a un endeudamiento insostenible fiscalmente, aunque sostenible sobre la sangre de las familias trabajadoras argentinas y a costa de la entrega del país. Son sólo dos ejemplos, porque hay una alta probabilidad que otros países de la región entren en situaciones de ajuste externo, por el peso de la deuda en sus presupuestos.

14. Las conexiones sistémicas de ese mundo llamado «mercado financiero internacional”, configuran una situación compleja donde el problema de la deuda venezolana, por su tamaño, por la distribución geográfica de los tenedores y por su complejidad, debe evaluarse de manera cautelosa. Por eso, dudaron si calificaban los retrasos de pago como default o no. Saben que si el problema de la deuda venezolana se disloca, esto puede causar un evento de caos, por aquello de «el aleteo de la mariposa que afecta el otro lado del mundo».

15. Uno de los indicios de esta última percepción, es que los representantes del poder financiero y los mismos gobiernos de América Latina, han guardado un aterrador silencio con la situación de la deuda en Venezuela. No han opinado nada! Saben que tienen un gran rabo de paja y no quieren acercarse a la candela. Esto, paradójicamente, puede ser una oportunidad donde lo que haga Venezuela marque la pauta, a nivel de América Latina.

16. Desde la anterior perspectiva, la discusión si hubo o no default, hasta cierto punto es inútil porque lo importante es como lo percibe el capital financiero: en una situación normal, cualquier retraso e incumplimiento es considerada falta y calificada como default, con todas las consecuencias que esto acarrea para el país emisor y para los tenedores. Pero como no estamos en «una situación normal», bien sea porque la mafia financiera percibe que Venezuela ha tenido y tiene disposición (willingness) de pago y prioriza por el pago de la deuda externa ante otros pagos, construyendo forzadamente una capacidad (capability) de pago, o bien, porque el “problema Venezuela” puede desatar los demonios en un momento donde se pronostica que la próxima crisis capitalista mundial explotará precisamente en el mercado de los bonos.

17. El desenlace de esta situación, sino mejora la restricción externa, conduce a una situación que los economistas llaman “disyuntiva”: elegir entre pagar la deuda o pagar los alimentos y las medicinas que requiere el pueblo.

18. Hay suficientes herramientas legales que amparan a un gobierno y a un país, que decidan poner por encima del pago de la deuda el bienestar de la población. Si los Estados Unidos, en unión con sus cómplices locales, continua promoviendo el genocidio de la población venezolana para lograr sus objetivos geopolíticos, ambos (gobierno y país) deben optar entre pagar la deuda externa o alimentar al pueblo. Por supuesto, sería irresponsable promover el no pago de la deuda sin advertir las consecuencias sobre el gobierno y sobre PDVSA. Pero estamos ante una situación extraordinaria, que requiere decisiones extraordinarias. Al menos el haber tenido la iniciativa frente a los acreedores es un buen comienzo.

19. Es fundamental disponer de una estimación clara y transparente del monto del endeudamiento externo. Se han difundido cifras, no oficiales, que llegan a 183 mil millones de dólares, y hasta algunos voceros oficiales han asomado que la deuda supera los 100 mil millones de dólares. Sin embargo, parece que estas estimaciones están sumando compromisos de diferentes naturaleza. Y lo que principalmente está en el centro de la discusión (y de la negociación) son la deuda pública externa, mal llamada, soberana (emitida por el gobierno) y la deuda externa de PDVSA. Ambas, posiblemente, no deben representar más de 65 mil millones de dólares. Si bien es cierto que el esfuerzo de honrar ambas deudas se relaciona con la capacidad de pago de la economía, el tratamiento jurídico de ambas es sustancialmente diferente.

20. Igualmente, es fundamental determinar en manos de quién están los bonos de la deuda, y no basta sólo su localización geográfica (Maduro, declaró que un 70% está en manos de tenedores estadounidenses) sino la naturaleza de los tenedores. A mediados de este año, algunos analistas hicieron la advertencia que una parte importante estaba en manos de fondos buitres. Es importante saber cuál es la fauna de actores del mercado financiero que están orbitando el caso de la deuda venezolana

21. Llama la atención que muchos de los que integran la comisión de reestructuración/refinaciamiento de la deuda son funcionarios sin mayores conocimientos económico-financieros, y mucho menos experiencia en temas tan delicados y de alta especialización, que deben y deberán enfrentarse a los tiburones de las finanzas globales, en condiciones por demás desventajosas. Esto representa un gran debilidad en la negociación. En Venezuela habían profesionales capacitados para sentarse en la mesa y que no se dejaran deslumbrar ni meter gato por libre por los tenedores y sus representantes. Ojalá se recurra a gente con capacidad técnica, probidad y claridad político-estratégica. Los más probables es que el gobierno tenga que contratar a asesores externos. De ser así, tendrá que tener mucho cuidado de no poner a un zamuro (zopilote, buitre) cuidando carne. Puede recurrir a profesionales latinoamericanos, que estuvieron en gobiernos progresistas (o los asesoraron en crisis similares) que conocen de la materia. Debe desconfiar de los europeos y todo lo que venga del norte

22. Finalmente, es importante señalar que el problema de la deuda externa no está desvinculado de la definición de un programa económico coherente. Pero en este punto, ya se va a cumplir cinco años sin que el gobierno logre honrar esa otra deuda (interna).

(*) Economista venezolano de la Sociedad de Economía Política Radical (SER). 

Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico

Más notas sobre el tema