Comunidades indígenas de la Amazonia peruana resisten al cambio climático

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Las comunidades indígenas de la Amazonia peruana ya han emprendido su propia lucha contra el cambio climático, en la que llevan como principales armas los recursos naturales y sus conocimientos ancestrales. Saben, en medio de la incertidumbre, que es necesario mitigar las consecuencias de este fenómeno y adaptarse.

En la Reserva Comunal Tuntanaín, un área natural protegida de casi 95.000 hectáreas, 18 comunidades nativas de las etnias awajún y wampis implementan una serie de actividades productivas para hacer frente a los principales impactos del calentamiento global: el aumento de la temperatura y las intensas lluvias que generan inundaciones.

La estrategia forma parte del proyecto EBA Amazonia, ejecutado desde 2014 por el Programa de las Naciones Unidas (PNUD) y el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP) para reducir la vulnerabilidad de los pueblos nativos ante el cambio climático, que afecta a más de 300.000 indígenas de la selva peruana.

Florinda Chumpi, una wampis de 38 años, carga con alegría una de las 60 gallinas que cría como parte del proyecto. Le extiende las alas negras y le revisa las patas. «Ahora sé cómo preparar su alimento y curarlas», dice a dpa mientras la deja en el suelo.

Desde que participa en EBA Amazonia, Chumpi ha sextuplicado el número de aves que tenía en 2016, lo que le ha permitido mejorar su alimentación y la de su familia y generar ingresos a través de la venta. «Antes tenía poco interés en criar aves. Me iba a cazar animales a los montes o a pescar. Ahora sé cómo mantener a mis gallinas. Ha cambiado la rutina de mi vida», cuenta la risueña wampis desde su cocina.

Las comunidades de Tuntanaín (23 en total) viven en medio de altos índices de desnutrición y anemia. Según la Organización de las Naciones Unidas, un 45 por ciento de los niños de la provincia de Condorcanqui, donde se instala la reserva, sufre desnutrición crónica.

Otra actividad de adaptación es la piscicultura, en la que participan cerca de 50 nativos. La tarea mezcla el enfoque indígena con la tecnología occidental, pues las comunidades han puesto en marcha en su tradicional crianza de peces un laboratorio para la reproducción de alevines (crías recién nacidas).

Los socios, como se denomina a los indígenas que participan, sacan de un estanque que construyen ellos mismos alrededor de 600 peces por año. Un 70 por ciento de la producción es para el consumo, mientras que el resto se destina a la comercialización.

«Cuando no se criaban peces, la gente se dedicaba a la tala de árboles para vender madera y conseguir dinero. Con eso subsistían y pagaban los estudios de sus hijos», explicó a dpa un especialista del PNUD que asesora a las comunidades.

Tanto la crianza de aves como la piscicultura disminuyen en la reserva la tala de árboles y la caza de animales que, según detallan los nativos, cada vez son menos vistos en los bosques e incluso parecen extintos.

Las actividades de EBA Amazonia, financiado por el Ministerio de Medio Ambiente de Alemania, no solo se basan en la crianza de animales. Los otros trabajos tienen que ver con la extracción de látex del árbol de la shiringa y el cultivo de cacao.

Geremías Apikai trabaja con la shiringa desde 2015. Al igual que otros 28 socios, el indígena awajún extrae látex de los árboles para crear láminas y cuero vegetal, con los que se fabrican vestimentas, zapatos y mochilas.

En una primera venta de láminas, Apikai pudo ganar algo más de 65 dólares, un considerable ingreso para alguien que representa a la población más pobre y altamente vulnerable del Perú.

«Voy a trabajar con la shiringa hasta que me muera. Me da mucho gusto porque este trabajo no mata el cuerpo. Los que trabajan en la (tala de) madera sí matan su cuerpo. Por eso quiero que mis hijitos y mi señora aprendan», cuenta a dpa con entusiasmo este awajún de 54 años.

El cultivo de cacao nativo es la actividad en la que más indígenas participan (cerca de 100). Con el proyecto, seis comunidades de Tuntanaín producen más de 100 toneladas de fruto del cacao al año con un método de cosecha sostenible.

Los indígenas han aprendido a seleccionar las plantas de cacao más fuertes para realizar injertos y mejorar el manejo de suelos con abono orgánico. Con la asesoría de especialistas, se han convencido de que no es necesario deforestar para obtener más hectáreas de cultivo.

«Creo que el proyecto superó las expectativas. El cambio fundamental es que las comunidades sienten que son socias y que no vienen a recibir todo lo que las instituciones les dan, sino, por el contrario, contribuyen con su conocimiento», destacó en diálogo con dpa la representante de PNUD en el Perú, María del Carmen Sacasa.

Aunque EBA Amazonia finalizará en diciembre, las comunidades se sienten capaces y motivadas para continuar con las actividades que han mejorado su seguridad alimentaria y duplicado sus ingresos económicos. El objetivo es ampliar el número de socios y estandarizar las producciones con ayuda de los guardaparques del SERNANP, un grupo de indígenas que se convirtieron en actores claves dentro del proyecto.

La lucha de los pueblos originarios para adaptarse al cambio climático ya está en marcha y no se detendrá. Según los expertos, las amenazas serán mayores en los próximos años, por lo que los indígenas necesitan reaccionar rápidamente para proteger su única fuente de vida: la Amazonia.

La Jornada

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