Perú: señalan a la ciudad de La Oroya como la quinta más contaminada del mundo

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La Oroya, en Perú, la quinta ciudad más contaminada del planeta. Allí se vive con elevados niveles de metales tóxicos en el cuerpo 60, 70 microgramos por decilitro de sangre, seis a siete veces más del límite permisible. Por encima de esa línea roja, un sin fin de enfermedades.

“El plomo lo que se hace, se absorbe y al no cumplir ninguna función se deposita dentro del organismo, en especialmente los órganos blandos y en los huesos”, explicó Pablo Marín, médico del área de metales pesados del Centro de Salud de La Oroya.

Y entonces, sin mayor aviso, el plomo ataca el corazón, el cerebro, los riñones y se manifiesta con alteraciones en el sistema nervioso central, anemia, cáncer, leucemia. Los niños, son los más perjudicados.

José de Echave, investigador de CooperAcción, señaló: “Todos los estudios realizados muestran que el 90 por ciento de los niños que participaron en el estudio, una muestra representativa de la población de La Oroya, tenían niveles de plomo en sangre por encima de lo que recomienda el organismo mundial de salud”.
Debido a este envenenamiento masivo, organizaciones no gubernamentales enjuiciaron en tribunales internacionales al estado peruano y a la empresa Doe Run, propietaria hasta el año 2009 del complejo metalúrgico de La Oroya.

“Actualmente habrá unos 3 mil casos, tres mil demandas, tres mil niños que están, que han demandado ya”, subrayó Richard Romero, gestor ambiental.

La Oroya, epicentro de este desastre irreversible, se ubica en la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes, un territorio rico en minerales, 176 kilómetros al noroeste de Lima. Es conocida como la capital metalúrgica de Sudamérica, pero también como la ciudad de plomo.

Al respecto, Tania Chancasanbampa, directora del Centro de Salud de La Oroya, refirió: “Bueno, sí es cierto, a nivel internacional se ha catalogado a la ciudad de La Oroya como la primera ciudad más contaminada del mundo, sin embargo, la empresa ya no funciona aproximadamente hace 8 años”.

La magnitud del escándalo ambiental obligó, en efecto, a cerrar el complejo metalúrgico. Y es que aquí la contaminación se elevó a niveles insospechables al punto que hasta los recién nacidos llegaban al mundo con preocupantes niveles de plomo en la sangre.

Por eso Elizabeth Casas, una madre de familia de La Oroya, que espera su segundo hijo acude a los controles médicos.

“Mi primer hijo también ha tenido su plomo en su sangre, pero ya más bien con los controles, con la alimentación ha bajado, más bien ya el nivel del plomo”, dijo Elizabeth.

Hecho que confirma Pablo Marín, médico del área de metales pesados del Centro de Salud de La Oroya: “La incidencia actualmente que se vive en La Oroya considerablemente ha disminuido la exposición de nuestros niños, también en nuestras gestantes”.

Una nueva estrategia de salud ambiental ha contribuido también a disminuir la peligrosa contaminación.

Con relación a esto, Tania Chancasanampa, directora del Centro de Salud de La Oroya, explicó que “lo que se busca es que la familia continúe con este trabajo preventivo, sobre todo, medidas, hábitos de vida saludable, lavados de manos, mejorar su alimentación”.

Es una cruzada de salud que ha tenido una respuesta positiva en cierto sector de la población.

Para otros, la contaminación es, simplemente, parte de su vida.

Para Olga Ávila, pobladora de La Oroya: “Todos estamos bien, mentiras a veces hablan, que hay niños enfermos, pero ahorita no veo”.

“Es una mentira porque las madres son descuidadas, porque a sus hijos no le atienden, por esa razón esa contaminación. Por ejemplo, mi nieta, todos mis hijos son sanos”, dijo por su parte Goya Cóndor, comerciante de La Oroya.

Por razones legales, los padres de los niños de plomo de La Oroya protegen la identidad de sus hijos, pero en zonas vecinas a este complejo metalúrgico, donde la minería irresponsable sigue contaminando, hay más y recientes casos de niños de plomo. El anexo rural de Mahr Túnel es uno de ellos.

Repetidas veces también, pobladores de otras ciudades mineras de las regiones Junín y Cerro de Pasco han llegado incluso a la capital para denunciar la contaminación de las aguas de sus ríos, lagos y medio ambiente. Ellos que literalmente respiran plomo se han encadenado frente a la sede del ministerio de salud para que el gobierno los escuche.

“Lo que queremos es que el gobierno nos diga cómo va a ser el tratamiento de nuestros niños intoxicados”, denunció Joel Nieto, poblador de Cerro de Pasco.

Es un clamor que aún hoy no es escuchado.

Por su parte, Gladys Mandujano, pobladora de Cerro de Pasco, subrayó: “En la ciudad de Cerro de Pasco los habitantes se están muriendo debido a la contaminación. Y qué provoca la contaminación. Es el estado que ha dado permiso a las empresas mineras”.

Los médicos y expertos han comprobado en el caso de La Oroya que aunque la industria metalúrgica está inactiva, los niveles de plomo en la sangre de la población, especialmente en los niños, siguen siendo elevados.

La chimenea principal de este complejo metalúrgico ya no escupe gases ni humos negros, pero la contaminación ambiental es un mal que permanece muchas veces invisible. A mi espalda, los testigos, cerros pelados y quemados por la contaminación en unas de las ciudades considerada como la quinta más contaminada del mundo.

NTEVE


Menores de Pasco y La Oroya intoxicados con metales pesados

Intoxicación con metales pesados. Un reciente informe médico reveló la presencia de niveles altos de cadmio, plomo, mercurio y arsénico en el organismo de niños y niñas menores de 15 años de Cerro de Pasco y La Oroya.

Para el análisis de los metales pesados se realizaron dosajes con exámenes de orina, sangre y cabello a 24 menores. Quince de ellos pertenecientes al centro poblado Quiulacocha, ubicado en Cerro de Pasco, y nueve de la ciudad La Oroya Nueva y Vieja, en Junín.

De acuerdo con el informe “Atención médica en Salud en ambientes asociados a minería y metalurgia a menores residentes en Cerro de Pasco y La Oroya, y situación de pasivos ambientales de San Mateo”, se superó el límite permisible de arsénico, mercurio y cadmio en orina y plomo en sangre, establecido por el Ministerio de Salud (Minsa).

“En el caso de la orina, 8 de 9 niños de La Oroya y 10 de 15 niños de Cerro de Pasco superaron el estándar de medición para arsénico de acuerdo con el Minsa (…) 3 niños de La Oroya y 9 de Cerro de Pasco superaron el estándar de mercurio (…) Mientras tanto, 4 niños en cadmio”, se lee en la publicación difundida por Red Muqui.

Fernando Osores, médico ambientalista y autor del informe, señaló que estos resultados son muestra fidedigna de intoxicación crónica. “Estos niños están expuestos a riesgos innecesarios y criminales de exposición a cuatro metales que el Organismo Mundial de Salud (OMS) ha señalado que son cancerígenos y destructores del sistema nervioso”, enfatizó.

Y es que, dentro de las principales afectaciones de estos metales se encuentra el daño al sistema nervioso, los abortos espontáneos, el cáncer al pulmón, próstata, hígado, riñón y vesícula. Esto según a la Comisión Episcopal de Acción Social (CEAS).

Peligro por pasivos ambientales

El informe mencionado también alerta sobre el peligro de los depósitos de relaves mineros ubicados en Cerro de Pasco y La Oroya, zonas donde los niños y niñas fueron detectados con intoxicación de cuatro metales pesados peligrosos para su salud.

“En Cerro de Pasco se encuentran los depósitos Quiulacocha con 115 hectáreas y 78 millones de toneladas de depósito. El desmonte Excelsior con 94 hectáreas y 50 millones de toneladas (…) En La Oroya se encuentran los depósitos de trióxido de arsénico de Vado que contiene 115, 000.00 toneladas”, reza el texto.

Lima en alerta. La publicación también detalla la situación de los pasivos en San Mateo, ubicado en Huarochirí, Lima. Además del relave Tamboraque, se identificaron otros pasivos como el relave Chinchán, Tablachaca y Antuquito. El deslizamiento de estos podría afectar a la población debido a su alto nivel de contaminación.

“Tamboraque contiene 690, 000 toneladas métricas de residuo y Chinchán, unos tres millones de toneladas producidos por la planta concentradora Casapalca. También están los depósitos de relaves de Antuquito, Casapalca y el de Yauliliaco que contiene 3.3 millones de toneladas métricas”.

Principales demandas

Durante la presentación del informe, realizado la semana pasada, se dio lugar a los testimonios de dos representantes de las comunidades afectadas. Ambos participantes manifestaron su preocupación sobre esta situación. Asimismo, exigieron la implementación de un nosocomio especializado en intoxicación.

“No tenemos un centro de salud propio ni profesionales especializados. Solo tenemos médicos generales y pediatras”, expresó Rosa Amaro, integrante del Moviento por la Salud de La Oroya (MOSAO).

La representante aseveró que a raíz de pronunciarse sobre las demandas ambientales de su comunidad está siendo víctima de hostigamiento. “Nosotros estamos viviendo bajo amenazas de matarnos y quemarnos nuestras casas por hablar de contaminación”, remarcó.

Del mismo modo, Genaro Aguilar, representante de la comunidad campesina San Antonio y miembro de la Plataforma por la Defensa y Promoción del Medio Ambiente en la cuenca alta del río Rímac, expresó que lo único que quieren es “vivir con salud y en un ambiente sano”.

Ver informe aquí

Servindi

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