Oliver Stone, cineasta estadounidense: “Pensar que Colombia será castrochavista es un raciocinio muy pobre”
Siempre será criticado y poco le importa. Lo tildan de izquierdoso y se ríe. Dice que él solo hace cine y punto. Pero es claro que la política es parte intrínseca de lo que hace. En Latinoamérica lo que más le critican es su amistad con Chávez, a quien ve como el Franklin Delano Roosevelt del subcontinente. No le simpatiza Trump, pero mucho menos Hillary Clinton. Y de Colombia tiene varias cosas qué decir. Entre ellas, que el país perdió su alma cuando Álvaro Uribe fue presidente. Así son las ideas de Oliver Stone, provocadoras y explosivas.
Su cine, como ninguno, refleja la política y el poder del siglo XX y lo que va del XXI y, adicionalmente, es sumamente polémico. ¿Por qué?
Oliver Stone: El asunto es muy simple: no estoy de acuerdo con la política estadounidense y lo dejo muy claro en mis películas. Por eso me enfoco en las situaciones que evidencian la hipocresía de la política exterior de mi país.
Se le critica su admiración por Fidel Castro y Hugo Chávez, y lo poco que cuestionó a Putin en su último documental, Entrevista con Putin (2017). ¿Un realizador no debería ser neutral?
O.S.: El problema no está en que yo sea neutral o no; el problema está en que la gente que critica mi trabajo, generalmente, no lo ve. Entonces, ¿cómo podemos tener una discusión inteligente? Ni mi documental de Castro, Comandante (2003), ni el de Putin llegaron a las grandes cadenas de televisión en E.U.; ambos se transmitieron por cable, es decir, que la mayoría no lo vio ni lo verá. En este país, que alguna vez tuvo una conciencia, no hay espacio para tales reflexiones. Y ni hablar de la prensa porque no la hay.
La gente cree que Estados Unidos es uno de los países con más libertad de prensa en el mundo…
O.S.: La prensa estadounidense es totalmente comercial y pertenece a grandes corporaciones. El profesor Noam Chomsky, intelectual de izquierda, no tiene derecho a expresarse en las grandes cadenas de televisión. Y cuando estrené Al sur de la frontera (2009), no me invitaron a ningún programa de la radio nacional. Eso, claramente, es tener una agenda.
Entonces, ¿no hay forma de ser objetivo?
O.S.: Para hacer esos dos documentales pasé mucho tiempo con Putin y con Castro. Eso, para algunos, puede hacerme proclive a la subjetividad y, para otros, a la objetividad. A mí, personalmente, no me importa. Lo que es realmente importante es escuchar con atención al personaje. ¿Objetivo?, mi culo.
A propósito de eso, ¿qué opina de que lo tilden de intelectual de izquierda? ¿Todavía cree en la izquierda y en su éxito político?
O.S.: Hoy en día el concepto de izquierda es un chiste, especialmente en mi país. Yo soy lo que soy: un cineasta, un dramaturgo que va y entrevista jefes de estado. Nada más. Lo que sí es claro es que Estados Unidos controla gran parte del mundo y que este ya no está dividido en términos de izquierda, derecha y centro. La división es simple: Estados Unidos y el resto.
Hugo Chávez apareció en dos de sus documentales, Al sur de la frontera (2009) y Mi amigo Hugo (2014). ¿Cómo ve hoy a Venezuela sin él?
O.S.: No he vuelto a Venezuela en cuatro años, desde que Chávez murió, pero sí diré algo: Chávez hizo muchos cambios positivos , su reforma fue equivalente a lo que hizo Franklin Delano Roosevelt en Estados Unidos durante la Gran Depresión. Trajo cambios grandiosos en educación, bienestar y economía, y les dio esperanza a las nuevas y viejas generaciones. Por supuesto que la revolución causó turbulencia, pero la turbulencia vino desde los más ricos.
Entonces, ¿por qué el mundo percibe lo contrario?
O.S.: Porque hay toda una infraestructura diseñada para generar ese efecto, soportada, en últimas, en Estados Unidos y en su rechazo hacia Chávez y los gobiernos que apoyan la revolución. Por eso se ha consolidado tanto el imaginario de que lo que él hizo es un fracaso. Pero ese intento de revisionismo que hay de los cambios que hizo Chávez no va a prosperar porque las dos generaciones empoderadas por él y la revolución socialista se quedarán, y la gente nunca volverá a la ignorancia, estupidez y pobreza en que estaba sumida antes.
Pero ¿cómo negar la represión que día a día muestran las noticias?
O.S.: Hoy uno ve en los medios que hay protestas y problemas de orden público en Venezuela. Sin embargo, se nos olvida que en 2002 también hubo protestas y represión cuando trataron de deshacerse de Chávez con el golpe de estado, apoyado y reconocido por Estados Unidos. Entonces, si bien los medios muestran a Venezuela como un lugar caótico, yo no estoy allá para constatarlo. Tampoco sé si Maduro tenga las mismas aptitudes de liderazgo de Chávez, no voy a criticarlo. Pero sí me causa curiosidad algo: ¿por qué Venezuela se lleva toda la atención en la prensa estadounidense y por qué no Colombia?
¿En qué sentido?
O.S.: Colombia, creo yo, ha tenido muchísimos más asesinatos que Venezuela. Incluso este año y el año pasado. Colombia es un país mucho peor para una persona pobre que Venezuela. En Colombia, hasta donde sé -y he oído esto de fuentes de primera mano- ahora que firmaron la paz con las FARC los paramilitares están matando gente otra vez: sindicalistas y profesores. Eso me hace pensar que quizás hay una historia oculta de Colombia que falta contar. Una a la que nadie le está poniendo cuidado.
¿Y le gustaría contarla?
O.S.: No sé. Solo sé que Estados Unidos ve a Colombia como un gran aliado y que Álvaro Uribe tiene mucho poder y popularidad. También sé que Estados Unidos ha apoyado a los paramilitares en cuatro países de Latinoamérica -Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador- y que probablemente esté haciendo lo mismo en Colombia. Saquen sus conclusiones.
En Colombia y otros países de Latinoamérica hay un miedo generalizado al “castrochavismo”. En otras palabras, la gente tiene miedo de que su país se vuelva otra Venezuela u otra Cuba. ¿Qué piensa de esto?
O.S.: El castrochavismo es un miedo fabricado por la prensa occidental. Pensar que Colombia será “castrochavista” es un pensamiento muy pobre; más bien deberían pensar qué hacer con todos los oligarcas corruptos que son dueños de la tierra y de la industria. Para mí esa categorización ridícula del castrochavismo no es más que una simple satanización del cambio y de la revolución.
¿A veces no siente que su cine político y social opaca a otras de sus películas como Asesinos por naturaleza o The Doors?
O.S.: Me gusta hacer cine que sea divertido y a la vez social y creo que lo he logrado. Especialmente con Asesinos por naturaleza (1994), Savages (2012) y U turn (1997), que son películas de crimen. Y todo porque la empresa criminal, uno podría decir, tiene un significado social.
¿Usted es de los que cree que a través del arte se puede salvar a la humanidad?
O.S.: No creo que la humanidad pueda salvarse. Creo que las películas son importantes pero a la vez son frágiles y jamás podrán cambiar la política estúpida de un país. Sin cine, la raza humana perderá y la política, con su falta de emoción y corazón, destruirá aún más a los países. Quizás el cine ayude a mantener el alma de mi país. Mi país necesita un alma y Colombia, también. No sé dónde quedó el alma de Colombia desde que Álvaro Uribe asumió el poder.
¿Por qué su ambigüedad hacia Trump? Le gusta o no? ¿Por qué?
O.S.: Lo pondré de esta forma: yo soy un hombre paz y creo que mi país tiene la responsabilidad de trabajar por la paz del mundo sin intervenir en otros países. En las últimas elecciones tuvimos dos candidatos: Clinton era una belicista, una intervencionista del más alto nivel y Trump, la verdad, no sé qué era. Había esperanza de que no fuera intervencionista pero siguen las guerras, los ataques con drones, la vigilancia. Nada cambió. Sus posturas son igual de estúpidas a las de Bush, pero Trump dijo algo más peligroso: que quiere ganar la próxima guerra. ¿Qué quiere decir con eso? No sé, pero deberíamos tener miedo.
¿Qué solución ve?
O.S.: Más bien, qué solución no veo. Clinton no es una solución porque en Estados Unidos no existe un partido de la paz. Y a Latinoamérica le debe preocupar que Estados Unidos es muy de derecha y cada vez es peor. Lo que debemos hacer es encontrar otra forma de buscar la paz. Todos, como humanidad.