Migrantes centroamericanos en Estados Unidos y la administración Trump – Por Rafael Cuevas Molina
Lo que ya están sintiendo los migrantes dentro de los Estados Unidos empezaremos a sentirlo también en Centroamérica, la zozobra, la incertidumbre, la crispación, las familias divididas, los llantos y la furia.
La administración de Donald Trump puso fin a la política que permitía la estadía en Estados Unidos a miles de migrantes nicaragüenses mediante el Estatus de Protección Temporal (TPS), y está revisando los casos de El Salvador, Honduras y Guatemala.
Dado el hecho que esto afecta a miles y miles de personas, se trata de una verdadera debacle social en ciernes, que puede tener profundas repercusiones en las dos partes, es decir, en Estados Unidos y en Centroamérica.
En Centroamérica ya hemos vivido en el pasado situaciones similares. Luego de la firma de los acuerdo de paz, en la década de los noventa, la deportación de miles de muchachos salvadoreños dio pie a que se iniciara el fenómeno de las maras que se ha transformado en un problema gravísimo para la región.
Los pequeños y pobres países centroamericanos no tienen capacidad para recibir a esos contingentes de población. Y no la tienen no solo por su pobreza, sino por la miopía y el cinismo de sus clases gobernantes. Hace poco, el vicepresidente de Guatemala, Jafeth Cabrera Franco -quien para mayor vergüenza fue rector de la única universidad pública del país, la Universidad de San Carlos de Guatemala-, en declaraciones a la prensa dio a entender que esos miles de compatriotas que parten en caravanas interminables, recorriendo un verdadero vía crucis hasta los Estados Unidos, se iban porque querían (poco le falto decir que se iban “para conocer”, como turistas), dejando entender que por lo tanto su posible retorno no era de incumbencia para el gobierno.
Pero esta situación se veía venir desde el mismo momento del triunfo de Donald Trump en la carrera presidencial. Las amenazas de entonces de construir un muro en la frontera con México no tenía que ver solo con los migrantes mexicanos. Para mister president todos los que están al sur del Río Bravo son mexicanos, y deben ser tratado como personas de segunda, incluyendo a los puertorriqueños, de quienes se burló y humilló cuando estaban atravesando por momentos de apremio.
Así que en guerra avisada no deberían haber muertos, pero en estas circunstancias sí los habrá, y serán los de siempre, los desamparados que han tenido que marcharse ante la falta rotunda de oportunidades en su propia tierra. Según una encuesta realizada en diciembre de 2015 para El Diario de Hoy, el 79% de los salvadoreños quieren migrar; es decir, 8 de cada 10.
Ahora, como último recurso, y ateniéndose a las condiciones de insoportable violencia que se viven en el Triángulo Norte centroamericano, muchos pedirán asilo, pero será difícil que don Trump y compañía deje ese portillo abierto para muchos.
En resumidas cuentas, lo que ya están sintiendo los migrantes dentro de los Estados Unidos empezaremos a sentirlo también en Centroamérica, la zozobra, la incertidumbre, la crispación, las familias divididas, los llantos y la furia.
Y los que sufrirán serán los de abajo, los que dejan los pueblos vacíos, los que no ven crecer a sus hijos. Los otros lucrarán, como los grandes banqueros que hacen del envío de remesas el negocio de su vida, que arman una “industria de la nostalgia” para que los de allá mitiguen la pena comiéndose algo que les traiga recuerdos del terruño, u oyendo una música que les saque las lágrimas en medio de la borrachera.
Así están las cosas en esta “dulce cintura” americana, amargas hasta nuevo aviso.
(*) Escritor, filósofo, pintor, investigador y profesor universitario nacido en Guatemala. Ha publicado tres novelas y cuentos y poemas en revistas. Es catedrático e investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos (Idela) de la Universidad de Costa Rica y presidente AUNA-Costa Rica.