La crisis de la universidad – Por Eligio Meza Padilla
Por Eligio Meza Padilla (*)
La universidad de la época medieval, así como la universidad de la época capitalista entra periódicamente en crisis. Aquí vamos a entender por crisis el tránsito de una modalidad a otra de universidad e implica un costo que necesariamente se ha de pagar. En 1968 se dio un movimiento estudiantil en diferentes países desarrollados y en otros que no alcanzaban ese grado de desarrollo; se originó ese movimiento en la Universidad de Berkeley, Estados Unidos y se generalizó a otras universidades europeas, principalmente en Alemania y en Francia, por mencionar sólo algunas. Todo el movimiento estudiantil fue una crítica al sistema capitalista y se asumía como de izquierda; algunos estaban seguros de ser revolucionarios y de remplazar a los trabajadores, otros buscaron la relación con los obreros con poco éxito. Criticaban al capitalismo y también al “comunismo” como lo representaba la URSS para muchos de ellos. Este movimiento estudiantil internacional era expresión de relaciones económicas muy mal establecidas que no satisfacían las expectativas de miles de jóvenes que se manifestaban de esa manera y de las que no trataremos aquí.
Los respectivos gobernantes de los países en donde se manifestó el movimiento estudiantil lo analizaron e intercambiaron experiencias, auxiliados por académicos y estos publicaron sus investigaciones traducidas a diferentes idiomas. Unas eran investigaciones valiosas de las que todavía hoy se puede aprender, otras alternaban resultados importantes con denostaciones sobre la universidad al grado de tratarla como una vergüenza para su país. Los gobiernos y los principales empresarios de cada país asimilaron la experiencia internacional, y tomaron iniciativas como para asegurarse de que ese cuestionamiento práctico y discursivo no volviera a suceder, porque podría ser el detonante de cambios que terminaran con la sociedad de libre empresa privada.
En 1973 surge la Trilateral con Japón, Estados Unidos y Francia (hoy toda la comunidad europea) haciendo recomendaciones de toda índole sobre partidos, candidatos y en este caso que nos ocupa, sobre la universidad a nivel internacional. En América Latina sus recomendaciones encontraron un campo fértil para aplicarlas a toda universidad pública. Se recomendó adaptar la universidad pública a las necesidades del sistema (capitalista), impulsar más a la universidad privada, desincentivar licenciaturas que no favorezcan con trabajo a sus egresados, regular el ingreso a la universidad a jóvenes sin garantía de practicar su licenciatura, etcétera.
En México la adaptación al sistema, a la modernización del capitalismo hoy en curso, se inició a partir del compromiso del Estado mexicano en 1994 con la OCDE y que tiene fuerza jurídica de ley constitucional. La misma UNAM no pudo eludir ese compromiso, fue explícito el anterior rector al acordar darle una nueva organización para vincular el conocimiento científico con la producción, después de haber asistido en el 2010 a una reunión de todos los rectores en la ciudad de Guadalajara convocada por UNIVERSIA y a otra parecida en Brasil en 2014.
El primer compromiso de la comisión de la OCDE fue disminuir el subsidio a la universidad pública, pero muchos rectores siguieron presupuestando como si ese compromiso no existiera, y hoy tenemos una crisis en la que la deuda de la universidad pública amenaza con aplastarla, si no se organiza de otra manera. Esta es, ahora, la única alternativa y parece aceptarse más por la presión financiera que por haber tomado conciencia con oportunidad. Una vez que se haya realizado esta nueva organización, irán emergiendo los nuevos administradores y protagonistas cada vez más profesionalizados que sabrán conducir la universidad pública con planeación y dentro de su propia legalidad.
(*) Investigador y docente mexicano