¿Por qué desapareció Santiago Maldonado en Argentina? – Por Daniel Cholakian 

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Por Daniel Cholakian, editor de Nodal Cultura

Tres meses atrás

Santiago Maldonado desapareció el 1ro de agosto de este año, luego de la represión de la Gendarmería argentina ante una protesta. La acción violenta se llevó a cabo dentro de la Pu Lof en resistencia Cushamen, territorio perteneciente a la comunidad mapuche, en una inhóspita zona del sur del país.

Árida y fría, la región es parte de un paisaje inmenso, donde pueden encontrarse comunidades indígenas, grupos de pequeños productores trashumantes y grandes capitalistas globales como Benetton o Lewis. Estos cuentan con millones de hectáreas, acceso privado a recursos naturales y connivencia casi ilimitada de los poderes políticos, judiciales y mediáticos de la región.

Todo lo que sucedió en relación con la desaparición de Santiago Maldonado no es ajeno a cualquier posible relato latinoamericano. Una comunidad indígena reclama su derecho histórico a la tierra que habita y con la que vive. Los dueños de la tierra, apoyados por el estado, convierten a los territorios en propiedad y explotación capitalista. En cualquiera de nuestros países, del Río Bravo a la Tierra del Fuego, las comunidades indígenas son expulsadas, expropiadas y desplazadas de los territorios en los que se desarrollaron a lo largo del tiempo.

Somos una enorme mayoría de mestizos, de hablantes multilingües, pero nos constituyó el gran relato del western y el elogio de la propiedad privada.

Santiago Maldonado acompañaba a esta comunidad mapuche en su reclamo territorial. Siete u ocho de ellos cortaban una ruta nacional, junto a la entrada a la Pu Lof. Reclamaban por la libertad del lonco Facundo Jones Huala, detenido injustamente, dos veces juzgado y absuelto. El juez federal Otranto ordenó a la Gendarmería que despejará la ruta. Hacía allá fueron casi un centenar de hombres, con camionetas, vehículos especiales, armas y equipos de comunicación. Lograron rápidamente despejar la ruta, ya que en la noche del 31 de julio se había levantado el corte. Al otro día, los gendarmes persiguieron dentro de su propio territorio a los manifestantes.

¿Por qué los gendarmes ingresaron a la comunidad si ese espacio no depende del Estado federal y por lo tanto requerían una orden de otro juez? Allí se encuentra una de las claves para comprender la historia de la desaparición de Santiago Maldonado.

La Gendarmería adujo que los miembros de la comunidad arrojaban piedras sobre sus efectivos desde su propio territorio. Lejos de retirarse y escapar al alcance de las piedras, el centenar de gendarmes avanzaron de modo violento sobre estos ciudadanos que, abandonados de todo Dios y todo gobierno, fueron siempre deslegitimados como sujetos de derecho.

¿Quién dio la orden represiva? Se desconoce a ciencia cierta, pero en todos los casos ha sido ilegal, pues no había orden judicial para ingresar al territorio de la comunidad. Las sospechas recaen sobre el jefe de gabinete del ministerio de seguridad, Pablo Noceti, quien estuvo coordinando las tareas en la zona en los días previos y en la misma jornada de represión. Tuvo reuniones con los jefes de los destacamentos de Gendarmería y se habría encontrado con grupos representativos de los terratenientes de la región. El plan era hostigar, estigmatizar y caracterizar de violentos a los habitantes de la Lof, de modo que pudiera avanzarse sobre ese territorio sagrado y vital que, habiendo sido ocupado por Benetton, fue devuelto a la comunidad en 2015.

Si todos apuntan a Noceti, lo cierto es que su jefa, la ministra de seguridad Patricia Bullrich, afirmó ante el Congreso Nacional que él apenas estaba de paso “y se bajó a saludar”. No hay dudas que lo actuado por Noceti, a quien se encubre desde hace tres meses, es parte de la política del gobierno

Los últimos 40 años

Argentina ha logrado configurar un caso excepcional en materia de justicia en relación con los delitos perpetrados por la última dictadura. Hay desaparecidos en Chile, Uruguay, Brasil, Perú, Bolivia, Guatemala o El Salvador durante las dictaduras. Y bajo regímenes democráticos, los hubo y los hay en Colombia, Honduras y México. Pero el término “Desaparecido”, referido a quien fue secuestrado por motivos políticos y cuyo cuerpo no fue encontrado, se acuñó a partir de la experiencia de lucha en Argentina.

Este año celebraron 40 de existencia dos organizaciones que trascendieron el país, pero que fueron centrales para esto: Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

En estos 40 años la sociedad argentina generó un conjunto de saberes y subjetividades en torno a la tríada Memoria, Verdad y Justicia, que la mantiene movilizada permanentemente. Cada 24 de marzo, aniversario del último golpe militar, cientos de miles de personas se movilizan en todo el país en un acto que repone casi ritualmente el espanto y la memoria, impidiendo el olvido e (re)impulsando la búsqueda de la verdad y la justicia.

Argentina busca cada día a sus desaparecidos, tanto desde la sociedad civil como desde el Estado. La memoria de la dictadura es acto y no mero gesto evocativo. Comprender la vitalidad de esta lucha es esencial para entender el enorme impacto social y político de la desaparición de Santiago Maldonado.

Los largos tres meses

Durante el tiempo en el cual Santiago estuvo desaparecido el gobierno evitó dar información, especialmente luego de una torpe y malintencionada presentación de la ministra Bullrich ante el Senado nacional. Ocultó información, minimizó la participación de su segundo (subordinado), Noceti, tanto en reuniones previas como en el mismo terreno de la represión y mintió sobre datos concretos de las acciones llevadas a cabo por la Gendarmería: falseó la cantidad de los datos de efectivos y móviles utilizados; negó el uso de armas, que luego se comprobó que llevaban algunos oficiales; situó la acción de los mismos a un espacio alejado del río Chubut, al que se supo luego llegaron al menos siete de ellos; y aseguró que ella iba a proteger a los gendarmes porque son muy necesarios para la política de seguridad del gobierno: “No voy a tirar ningún gendarme por la ventana”, afirmó.

Los primeros testimonios conocidos de testigos presenciales, coincidían en que mientras todos los miembros de la comunidad huyeron y cruzaron el río, Santiago, que no sabía nadar, no lo hizo. Se escucharon gritos de los gendarmes asegurando que “tenían a uno”. Rápidamente, según los testimonios, los gendarmes subieron un bulto a una camioneta y luego de ésta lo pasaron a un vehículo todo terreno. Al hacerlo, varios gendarmes formaron una barrera humana que impidió ver que estaban haciendo entre los vehículos. Luego los vehículos salieron de la comunidad con rumbo incierto.

La investigación, a cargo del mismo juez federal que ordenó desalojar la ruta, tomó el curso que el gobierno deseaba, y colaboró con el encubrimiento de la Gendarmería. El juez Otranto tardó semanas en ordenar el registro de aquellos vehículos, avisando previamente al ministerio de seguridad, que pidió a la Gendarmería que tuvieran esos vehículos preparados para la inspección. Eso les permitió que estos fueran lavados. Si alguna vez el cuerpo de Santiago o alguna de sus pertenencias estuvieron allí, era imposiblencontrar cualquier rastro.

La información oficial fue casi inexistente, pero el gobierno operó para distraer la atención sobre la responsabilidad de la Gendarmería a través de sus muchos medios aliados; los medios de comunicación.

Primero difundieron un video en el cual se veía a un joven con rastras en un comercio de una provincia al norte del país. Afirmaban que un camionero había dicho que lo había dejado allí y que era Santiago Maldonado. Inmediatamente el joven Francisco Maestre se reconoció en el video y explicó, a través de las redes sociales, que quien aparecía en casi todas las pantallas argentinas era él y no Santiago Maldonado.

Sin un sentido claro, más que distraer la atención, el diario Clarín publicó una nota titulada “Hay un barrio de Gualeguaychú en donde todos se parecen a Santiago”. También, según las noticias falsas difundidas cotidianamente, estuvo en un monasterio en la provincia de Mendoza, donde el sacerdote lo habría asistido; junto con un grupo de mapuches habrían atacado el puesto de una estancia y habría sido herido y probablemente muerto, ocultado por los mapuches; como aparentemente tomó algunas clases de artes marciales, se afirmó que un karateca como él no podría ser víctima de una represión sin armas de fuego; se informó de la aparición de un cuerpo con características similares en el sur de Chile, pero hasta la propia presidenta de ese país tuvo que desmentirlo; y en el colmo de las parodias, el juez mandó a allanar una peluquería en una localidad a miles de kilómetros de Chubut, pues la peluquera dijo que le había cortado unas rastras a un joven y que estaban allí, en su negocio. Más tarde una pareja dijo que en principios de agosto habían llevado Santiago Maldonado en su coche, pero lo informaron 20 días después porque estaban viajando y no le habían prestado atención a las noticias.

Elisa Carrió, diputada electa por la ciudad de Buenos Aires, con más del 50% de los votos insinuó que el caso podría ser una maniobra del kirchnerismo para atacar al gobierno y, sobre el cierre de la campaña electoral, días antes de que se encontrara el cuerpo de Santiago, afirmó que «hay un 20% de posibilidades de que este chico esté en Chile con el RIM [por RAM]»

Desarrollaron también un fuerte ataque a la familia Maldonado. Fuentes oficiosas dentro del gobierno llegaron a insinuar que Maldonado se mantenía oculto en colaboración con los mapuches, para sostener la idea de la desaparición forzada y perjudicar políticamente al gobierno frente a las elecciones legislativas. Así, la víctima era convertida en verdugo.

La falsa información, que era replicada por funcionarios públicos como si fueran indicios de verdad, conducía a instalar una hipótesis: Santiago Maldonado nunca había estado en la comunidad mapuche y si había estado se había ido de allí por sus propios medios. En el peor de los casos, estaba muerto y su cuerpo había sido ocultado por los mapuches.

Cuando ya nada de eso se sostenía, instalaron que podría ser que un gendarme se hubiera excedido y por efectos de la violencia hubiera fallecido. De ese modo habría un “exceso” y no desaparición forzada de persona.

Al mismo tiempo los mapuches se convirtieron para los medios y funcionarios en el grupo terrorista llamado RAM (Resistencia Ancestral Mapuche), vinculados a las FARC colombianas y financiados por capitales británicos. “Atrás de la RAM hay una organización inglesa”, aseguró la ministra Patricia Bullrich. La estigmatización de los mapuches fue políticamente intencionada. La estrategia sirvió a invalidar sus reclamos y hacer poco creíbles sus testimonios.

El lenguaje, que no es zonzo, es una de las principales armas del dispositivo de poder y control del Estado y sus aliados. O del poder y su estado aliado, nómbrelo como prefiera.

Mientras tanto, Gonzalo Cané, secretario dentro del ministerio de seguridad, participaba cada mañana de los interrogatorios a los testigos junto al juez e instruía a los gendarmes sobre qué y cómo debían declarar. Lo que no hizo el juez Otranto para impedir que se conozca la verdad merece un artículo cuanto menos tan extenso como éste.

A pesar de eso, la información que generaron la familia, los organismos de DDHH, muchos buenos periodistas y la propia comunidad, permitió arribar a una certeza: Santiago desapareció durante la represión ilegal de la gendarmería dentro de la comunidad mapuche.

Las redes, las calles

Rápidamente los organismos de DDHH recogieron el guante y acompañaron la demanda de los familiares de Santiago. Todas las palabras se hicieron una sola voz, recogiendo aquella experiencia de los 40 años: “Aparición con Vida YA!” fue el reclamo colectivo. Las redes sociales se hicieron eco con una pregunta excluyente “¿Dónde está Santiago Maldonado?”

La imagen de Santiago se hizo ícono y sólo replicarla cargaba el aire con la demanda. Proclive a ganar la calle, la sociedad salió a reclamar por la aparición con vida de Santiago Maldonado, desaparecido por la gendarmería. La primera convocatoria fue el 11 de agosto, donde la concurrencia se mostró profundamente dolida. Volver a pensar en la desaparición de un joven que se movilizó por una idea política era inconcebible para miles de argentinos.

La segunda marcha fue el 1 de septiembre, a un mes de la desaparición de Santiago, y convocó a cientos de miles. Esa noche, en una acción organizada por infiltrados, se desataron hechos de violencia durante la desconcentración y la policía cargó contra jóvenes que no participaron de ninguna agresión. Detuvieron personas a la salida de bares que ni siquiera estaban cerca del lugar. La represión fue violenta y el miedo se instaló nuevamente en los cuerpos. Ahora no solo había un desaparecido, estaban presos muchos jóvenes que habían ido pacíficamente a reclamar por Maldonado.

Para el 1 de octubre, día en que se cumplieron dos meses de la desaparición, la marcha fue nuevamente muy importante. Pero había temor a la represión. Muchos hijos marcharon con sus padres, muchas organizaciones extremaron sus cuidados. Desde el palco los hermanos de Santiago, Sergio y Germán, pidieron a todos desconcentrar rápido y en paz.

Esos miles de personas movilizadas, la insistencia de algunos periodistas que no dejaron de informar diariamente, y la presión de los organismos internacionales, lograron un cuadro de situación que facilitó el apartamiento del juez a pedido de la familia Maldonado.

El nuevo juez, Gustavo Lleral, cambió el enfoque, tomó medidas precisas y el 17 de octubre el cuerpo de Santiago Maldonado apareció ahogado en el río Chubut, a metros del lugar donde fue visto por última vez. Después de 78 días y al menos tres rastrillajes de la zona, Santiago fue encontrado en una zona por la que cientos de personas habían pasado desde aquel primero de agosto ¿es posible que nadie lo haya visto? ¿Estuvo allí todo este tiempo? Ojalá algún día podamos saberlo.

Los días que restan por venir

El viernes 20 de octubre se realizó la autopsia sobre el cuerpo de Santiago Maldonado. Al momento de escribir este artículo aún no hay ningún informe oficial al respecto. El juez Lleral sólo dijo al salir de la misma que “no hubo lesiones en el cuerpo, por lo menos que pudieran ser determinadas por los peritos”. Esto permitió que los voceros oficiosos y muchos funcionarios determinaran que Santiago Maldonado se había ahogado y que la Gendarmería no tuvo responsabilidad alguna en su muerte. Aunque muchos aseguran que el cadáver no estuvo allí durante los 78 días, e incluso afirman que por la profundidad del río en el lugar (cerca de un metro) era imposible que se ahogara, el gobierno y sus aliados dan por concluida la discusión y lo que ocurrió fue un mero accidente. La familia por su parte, asegura que Santiago fue asesinado. La calle volverá a ser el lugar donde los ciudadanos reclamaran ahora por Verdad y Justicia para Santiago Maldonado y su familia.

Epílogo

La tarde que encontraron el cuerpo de Santiago, su hermano Sergio y su cuñada Andrea permanecieron allí, cuidando que nadie tocara nada hasta que llegaran los peritos especializados. “Estuvimos desde las 13:00 hasta las 20:00 al lado de ese cuerpo, porque no confiamos en nadie y para que nadie le hiciera nada y que no lo tocaran. Porque desde un primer momento nos atacaron”, declararon.

Hace exactamente un año yo estaba en México, y concurrí al Congreso Latinoamericano de Antropología Forense, donde se dio un gran espacio a los familiares de las víctimas. Pude hablar con varios de ellos, todos con historias muy complejas y desgarradoras. Pero hubo un relato de una madre que me impactó como pocas historias. Ella nos contó que a varias de ellas las llamaban para darles el cuerpo de su hijx y que al verlx, se daban cuenta que no eran quien decían que era. Si rechazaban el cuerpo, los funcionarios les decían que entonces debían descartarlo, porque para ellos estaba identificado y la familia no lo quería recibir.

Algunas madres decidieron recibir esos cuerpos, darles sepultura y cuidarlos, convirtiéndose en custodios de un cuerpo que no sabía de quién era. No podía dejar su destino en manos de quien cuanto menos lo revictimizaba al privarlo de su verdadera identidad. Ellas cuidarían ese cuerpo hasta poder entregarlo a la verdadera madre.

Cuando escuché a Sergio Maldonado decir que había estado siete horas cuidando ese cuerpo, que por entonces no estaba seguro que fuera de su hermano, no pude dejar de pensar en esas madres, estos hermanos y éstos Estados que son perpetradores y al mismo tiempo encubridores.

La historia de Santiago Maldonado es parte de la historia de NuestrAmérica.

Revista Desocupado

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