Chile: nuevos cables de la CIA revelan dinero encubierto a medios de comunicación para derrocar a Allende
Nuevos cables de la CIA revelan dinero encubierto para una radio, El Mercurio y la DC
Los archivos secretos del asesinato de John Kennedy recién desclasificados en Estados Unidos, aportan nuevos datos de la colaboración de la CIA para destituir a Salvador Allende y consolidar el régimen militar. Los documentos revelan que la CIA contó entre sus agentes chilenos con, al menos, un líder DC, dos directivos de El Mercurio y un alto oficial del Ejército. También indican que la DC envió a Venezuela a tres militantes para entrenarse en explosivos y comunicaciones clandestinas. Además aportan un dato inédito: la compra de una estación de radio –US$25.000– para hostigar al gobierno de la UP.
Fueron mencionados por sus nombres de código: “FUBRIG-1”, “FUBRIG-2”, “FUERMINE-5”, “FUBARGAIN-1” y “FUPOCKET-1”. Bajo esas chapas se ocultaban cinco personalidades chilenas que actuaban como importantes agentes de la CIA poco después del Golpe de Estado de 1973, según cables de la agencia de inteligencia estadounidense recientemente desclasificados en Estados Unidos.
Dos de ellos eran directivos del diario El Mercurio, otro ocupaba una de las máximas jerarquías de los mandos militares, el cuarto era un importante dirigente del Partido Demócrata Cristiano y el quinto pertenecía al mundo político. Todos apoyaban a la CIA en la consolidación del régimen cívico militar encabezado por Augusto Pinochet.
En septiembre de 1974, luego de que The New York Times revelara las operaciones encubiertas de la CIA –a través de un reportaje de Seymour Hersh y otros que siguieron– para desestabilizar el gobierno de Salvador Allende y asistir a los generales en la toma del poder, la estación de la CIA en Santiago contactó a cinco de sus agentes chilenos para discutir las reacciones provocadas por esas filtraciones. También les preocupaba cómo mantener fuera del alcance público los secretos que compartían. La serie de reuniones se realizó entre el 8 y el 10 de septiembre y dieron paso a extensos informes enviados al cuartel general en Estados Unidos.
“La CIA financió secretamente huelgas sindicales y gremiales en Chile por más de 18 meses, antes de que el Presidente Salvador Allende fuera derrocado, revelaron fuentes de inteligencia estadounidenses”, así se iniciaba el impactante reportaje de Hersch en el The New York Times, en septiembre de 1974 (ver aquí).
En el mismo reportaje, Hersch dice que sus fuentes le informaron que la mayoría de los “US$8 millones autorizados por la CIA para actividades clandestinas en Chile”, fueron utilizados en 1972 y 1973 para proveer de fondos y apoyo logístico a los huelguistas anti Allende. Entre ellos, se cita a los camioneros que participaron en el paro nacional del sector que duró 26 días (1972), “dañando la economía chilena y provocando la primera de una serie de crisis laborales para el presidente Allende”.
En otro acápite del extenso reportaje de Hersch, se dice que parte del financiamiento de la CIA fue al diario El Mercurio, “el principal medio opositor en Chile”. Una de las fuentes de Hersch le dijo: “Era la única fuerza política seria entre los diarios y las estaciones de TV en Chile”.
DINERO DE LA CIA PARA LA DC
“FUERMINE-5”, uno de los agentes activos de la CIA dentro de la Democracia Cristiana, “tomó con tranquilidad las noticias sobre la revelación de US$9 mil para un viaje de los líderes del PDC. Mientras movía su cabeza sobre esa filtración, él cree que a menos que la revelación genere una investigación especifica no les causará problema” (ver cable).
El “viaje” fue un tour de relaciones públicas europeo realizado por líderes democratacristianos en octubre de 1973. Un “Truth Squad” –según la CIA– que incluyó a Enrique Krauss, Pedro Jesús Rodríguez, Juan Hamilton y Juan de Dios Carmona, para defender la necesidad del Golpe de Estado, y fue financiado por la agencia de inteligencia estadounidense.
En el mismo cable ya citado se lee a continuación que“Fuermine-5” cree que “los fondos que pasaron por sus manos fueron aproximadamente US$4.000, los que fueron cambiados en el mercado libre en vez de hacerlo al cambio fijado por la estación de la CIA. El siente que eso ayudará a ocultar apropiadamente la identificación incluso dentro del PDC sobre el origen de estos fondos”.
Otro de los agentes chilenos –“FUERMINE-1” – expresó su alivio en esas reuniones de que sus identidades no hubieran sido reveladas. Pero hizo ver su preocupación por el “momento excepcionalmente malo” en que aparecieron estas filtraciones. Y ello, porque según lo registra el cable desclasificado,“coincidió exactamente con la llegada de Eduardo Frei a Estados Unidos” (Frei Montalva era el dirigente máximo del PDC y ex presidente de Chile).
No solo información se compartió en esas reuniones. Hubo también sospechas. “FUERMINE-1” se preguntaba “si eso (la revelación) había sido deliberada”, reportó la CIA desde Santiago, según se lee en el cable secreto del 12 de septiembre de 1974.
“FUBARGAIN-1”, un alto oficial militar que se reunió con la CIA en Santiago el 10 de septiembre, también hizo explícitas sus sospechas:“La mayoría de los oficiales chilenos vio las revelaciones y el momento en que se hicieron como un intento deliberado de un sector del gobierno de Estados Unidos (aunque del Poder Legislativo) de dañar deliberadamente a la Junta y lanzar falsamente dudas sobre su independencia y rol en el derrocamiento de Allende” (ver cable).
Pero lo más importante fue que en esa reunión este agente reveló a la CIA la reacción del general Augusto Pinochet cuando fue informado de la filtración:“El 10 de septiembre, ‘FUBARGAIN-1’ dijo que el general Pinochet no parecía muy alterado”, pero comentó en su presencia que la filtración “parecería ser una tontera que había que hacer”.
En ese mismo cable se lee: “Por primera vez en nuestra relación con ‘Furbargain-1’ él mostró su descontento sobre el creciente sentimiento de incomprensión hacia el gobierno de Chile por parte del gobierno de Estados Unidos. Dijo que otros altos oficiales que han viajado a Estados Unidos y están más familiarizados con ese gobierno, podrían parcialmente entender las actuales actitudes y acciones del gobierno de Estados Unidos. Sin embargo, la mayoría de los oficiales jóvenes (junior) están molestos y preocupados sobre lo que ellos sienten como el fracaso de Estados Unidos de ser un ‘buen amigo’ de Chile a pesar de los importantes sacrificios realizados aquí en la lucha mundial contra el comunismo” (ver cable).
LA CIA Y EL MERCURIO
Dos de los agentes encubiertos de la CIA en Santiago que participaron de esas reuniones –“FUBRIG-1” y “FUBRIG-2” –, expresaron su preocupación por “las implicancias de los efectos de las revelaciones”.
Otro cable desclasificado, fechado en septiembre de 1974, muestra que en la estación de la CIA en Santiago compartían la preocupación de los agentes chilenos, pero por razones distintas. Según se lee en ese registro hasta ahora secreto, la inquietud se refería a los “exagerados desmentidos”hechos por El Mercurio en su cobertura sobre el financiamiento que le había proporcionado la CIA.
El descontento y la preocupación de la estación de la CIA en Santiago quedaron explícitas en el texto que se lee en otro de los cables y que también data de septiembre de 1974:
“Después de citar otras fuentes, El Mercurio concluye negando que alguna vez ha habido algún ingreso inconfesable en su historia. Los libros contables de El Mercurio fueron exhaustiva y hostilmente escrutados durante el régimen marxista sin que haya sido posible especificar irregularidades. Por lo tanto, El Mercurio rechaza con legítimo desprecio los cargos hechos por un estrecho colaborador de Mr. Kennedy y se siente autorizado a conjeturar que el ataque es fruto de la irresponsabilidad periodística o de la animosidad de los consejeros de un candidato presidencial que está detenido hace varios años en sus ambiciones por los cuestionamientos a su conducta moral de que ha sido objeto en su país” (ver cable).
Los registros de la estación de la CIA sobre la cobertura de El Mercurio, dan cuenta de la preocupación que generó su despliegue: “La respuesta de El Mercurio tendrá aquí efecto neto en el aumento de más preguntas que respuestas. Este aumento de la cobertura acrecentará la presión y el posible escrutinio de los agentes de la estación envueltos; y puede afectar a aquellos no directamente involucrados. El 13 de septiembre ‘FUPOCKET-1’ fue interpelado aquí por un reportero de Newsweek sobre su conocimiento del financiamiento. ‘FUPOCKET-1’ negó todo conocimiento sobre el financiamiento del extranjero. Detalles en una carpeta de cables separados” (ver cable).
La magnitud del impacto que podría provocar la revelación del financiamiento encubierto entregado a El Mercurio, ocupó largamente a los agentes chilenos convocados por la estación de la CIA en Santiago para esa serie de reuniones. “‘FUBRIG-2’ estaba preocupado sobre las implicancias de los efectos de las revelaciones y opinó que el sistema en Washington debería ser cambiado para evitar filtraciones”, se lee en uno de los cables (ver cable).
“Cambiar el sistema en Washington” era una pretensión osada. Al tenor de las opiniones que vierte en esa reunión “‘FUBRIG-2’, según esos registros, queda claro que el agente de la CIA en El Mercurio no era cualquier persona: “El Mercurio pudo haber tomado esta posición, porque además de su visión de derecha, la administración actual ignora el financiamiento (CIA) que tuvo lugar cuando ‘FUBRIG-2’ dirigía el show. ‘FUBRIG-2’… (tachado en el original) dijo a COS (el jefe de la estación de la CIA en Santiago) que actualmente nadie en El Mercurio sabe de ese financiamiento” (ver cable).
Pero no solo El Mercurio recibió financiamiento de la CIA: hubo también una radio en Santiago, hecho que hasta ahora se desconocía. “FUPOCKET-1”, otro agente chileno de la CIA involucrado en operaciones de propaganda, estaba visiblemente molesto en esos días con la filtración que reveló la compra de una estación de radio en US$25.000 muy poco después de la elección de Allende.“Nadie dentro de su grupo sabía que él le dio dinero por el lado para comprar esa estación de radio y no quedaron registros de su parte en el negocio”, reportó la CIA.“Tu gente necesita cambiar sus sistemas para que estas noticias no se escapen”, se quejó“FUPOCKET-1” (ver cable)
DESCLASIFICACIÓN KENNEDY
Estos cables de la agencia de inteligencia estadounidense enviados desde Santiago, están en un archivo de la CIA que lleva el rótulo “Guerra de Preparación Sicológica General: País Chile, Febrero 1973-1974” (“Psych Warfare General: Country Chile, February 1973-1974”). Allí quedaron registradas las operaciones y los esfuerzos mediáticos que hizo esa agencia en Chile y en otras naciones para presentar al nuevo régimen de Pinochet bajo un sello benefactor.
A fines de la década de 1970, el archivo de la CIA estuvo entre aquellos documentos secretos examinados por investigadores del “U.S. Congress’s House Select Committee on Assassinations” de Estados Unidos, el cual investigó el asesinato de John F. Kennedy y de Martin Luther King. Los archivos de ese comité debían ser entregados a mediados de la década de 1990, a una comisión especial establecida por el Congreso de ese país: “Kennedy Assassination Records Review Board”.
Esos voluminosos legajos son los que acaban de ser sacados a la luz pública.
Otros registros de la colección de archivos sobre el asesinato de Kennedy fueron encontrados sepultados entre los documentos secretos de la CIA “sobre terroristas anticastristas que desarrollaron estrechos vínculos con el régimen de Pinochet después del Golpe”.
Uno de esos reportes de inteligencia ocultos de la CIA, y parte de los archivos sobre Luis Posada Carriles, un histórico informante y agente cubano anti Fidel Castro que trabajó para la DISIP, la policía secreta de Venezuela en los primeros años de 1970, reportó un hecho del que hasta ahora nada se sabía. “La llegada programada a Venezuela de tres miembros del Partido Demócrata Cristiano chileno para un entrenamiento en explosivos y comunicaciones clandestinas” (ver cable).
Los tres democratacristianos chilenos debieron haber llegado a Venezuela, vía Colombia, el 9 de enero de 1973, a un centro de entrenamiento secreto de la DISIP, en el Estado de Apure, advirtió la CIA (ver cable). Según el registro, el entrenamiento era parte de un acuerdo secreto entre el gobierno democratacristiano venezolano de la época y el PDC chileno para entrenar a “un cuadro especial de activistas quienes podrían proteger a los miembros del PDC ante el evento de un golpe izquierdista antes de las elecciones parlamentarias de marzo de 1973” (ver cable).
En ese momento el presidente de Venezuela era Rafael Caldera, fundador del COPEI (Comité de Organización Política Electoral Independiente, un partido social cristiano de la órbita DC).
Los registros adicionales de la CIA, hallados en los papeles sobre Luis Posada Carriles, quien participó en la invasión a Bahía Cochinos y fue enviado por la CIA como “asesor de seguridad” a la DISIP de Venezuela, Guatemala, El Salvador y otros países, entregan más información sobre Chile. Allí se dice que otros violentos exiliados cubanos recibieron refugio seguro, entrenamiento y pasaportes falsos del régimen de Pinochet a mediados de la década de 1970. Entre ellos, Virgilio Paz, quien participó en el asesinato de Orlando Letelier y su colega estadounidense, Ronni Moffitt, en septiembre de 1976.
Basados en información proporcionada en febrero de 1976 por Posada Carriles, numerosos documentos de la CIA reportaron que uno de sus colaboradores en las acciones terroristas anticastristas, Orlando Bosch, viajaría a Costa Rica a asesinar al sobrino de Salvador Allende y alto dirigente del MIR, Pascal Allende. En uno de esos documentos se dice que el asesinato de Pascal se llevaría a cabo a cambio del apoyo “recientemente recibido desde el GOC (Government of Chile)” (ver cable).
La CIA, según esos reportes, sopesó si “revertir o detener la actividad” (ver cable). Lo cierto es que, luego de que Bosch entrara a Costa Rica usando un pasaporte chileno falso, fue detenido por las autoridades de ese país.
Todos estos documentos fueron desclasificados el 3 de noviembre como parte de la Kennedy Assassination Records Act, promulgada durante la administración de Bill Clinton, en octubre de 1992. Allí se mandató que más de cinco millones de páginas de documentos relativos al asesinato de John Kennedy (1963) en un periodo de 25 años fueran completamente desclasificadas, fijando como fecha límite el 26 de octubre de 2017.
Para enfrentar la resistencia a que fueran dados a conocer en bruto documentos operacionales sensibles de la CIA, el Presidente Donald Trump extendió la fecha límite por otros seis meses, tiempo durante el cual se ha programado la desclasificación periódica de miles de otros documentos del mismo archivo.
“Los archivos JFK están siendo cuidadosamente soltados. Finalmente habrá gran transparencia. Es mi esperanza que casi todo sea público!”, tuiteó el Presidente Trump el 27 de octubre.