Argentina | Jugar con fuego: Terrorismo y finanzas – Por Jorge Elbaum, Especial para NODAL

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El 15 de noviembre se desarrolló en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires un taller sobre «Las finanzas del terrorismo y el crimen organizado. Insumos estratégicos para evaluar los riesgos al orden institucional», organizado por la Fundación de Investigaciones en Inteligencia Financiera (FININT) con aval del ministerio de seguridad de la Nación. El “workshop”, del cual participó la ministra Patricia Bullrich, se constituyó en otro de los peldaños de la política de acercamiento y seducción, decidida por el gobierno de Macri, para congraciarse con el Departamento de Estado de los Estados Unidos. Los ejes del seminario incluyeron la relación entre el terrorismo, el crimen organizado y el mercado financiero internacional, haciendo especial hincapié en las reales y potenciales articulaciones del delito penal con el fundamentalismo islámico. Se abordaron también los riesgos del lavado de activos sin referencia explícita a la fuga de capitales ni al control de paraísos fiscales controlados por EEUU, Reino Unido y Suiza, donde gran parte de los empresarios latinoamericanos esconden sus divisas no tributadas al fisco.

Uno de los expositores más demandados del seminario fue Emanuele Ottolenghi, integrante de la Fundación para la Defensa de la Democracia (FDD), institución que tiene sede en Washington y que fue fundada después de los ataques a las Torres Gemelas sucedidos el 11 de septiembre de 2001. La FDD es financiada, desde su origen, por los denominados “fondos buitre” que entablaron demandas contra la Argentina por el pago de bonos denominados “basura”, por haberse adquirido en tiempos que Argentina se encontraba en “default”. Dicho acreedor tramitó la devolución de sus «inversiones» a valores nominales, incluidos intereses usurarios,montos que fueron efectivamente liquidados por el actual gobierno macrista, a pesar de la resolución de las Naciones Unidas en septiembre de 2015, en donde se cuestionaba el rol de los fondos usurarios y se establecían criterios más equitativos en relación a lasreestructuraciones de deudas soberanas. El mayor aportante de la FDD es Paul Singer quien participa del grupo de apoyo a la derecha del Partido Republicano y a la vez administra «fondos opacos» (que el workshop curiosamente no tematizó). Singer, además, sostiene a la entidad que estableció el premio «Alberto Nisman» en homenaje al fallecido fiscal que acusó a Cristina Fernández de Kirchner y a su canciller, Héctor Timerman. Singer es además, uno de los halcones que presiona al congreso estadounidense para anular el acuerdo de desnuclearización suscripto por Obama, con el gobierno de Irán, y el aval de China, Rusia, Francia, el Reino Unido de Gran Bretaña y Alemania.

Del cónclave realizado en la Facultad de Derecho participaron la ministra de seguridad Patricia Bullrich, el juez Claudio Bonadío, e Ilán Sztulman (embajador del Estado de Israel en Argentina) referentes de quienes se han opuesto al Memorándum con Irán aprobado por el Congreso Nacional en 2013. Dicho acuerdo buscaba darle continuidad al juicio por el atentado a la AMIA de 1994 mediante la ejecución de las indagatorias a efectivizarse en territorio argentino en Teherán (en el interior de la embajada). El objetivo prioritario del encuentro, realizado el 15 de noviembre, fue darle continuidad al proceso de adscripción de la Argentina a los objetivos de la política exterior de los Estados Unidos, alistándola al grupo de países que se encargarán de enfrentar los desafíos planteados por las –consideradas– organizaciones más poderosas del terrorismo internacional: Al-Qaeda, ISIS (también denominados Estado Islámico o DAESH) y Hezbolá. Las dos primeras vinculadas al mundo sunita wahabita, y la última, de libanesa, ligada a la tradición shiita (relacionada con la República Islámica de Irán). En una de sus intervenciones, Ottolenghi afirmó que “aparece como posible que combatientes del ISIS se encuentren refugiados en el Cono Sur” y que la “triple frontera” (entre Brasil, Paraguay y la Argentina) se ha constituido en un área de influencia de Hezbolá, “por lo que se requiere una inmediata articulación operativa por parte de las Fuerzas Armadas de la región en colaboración con EEUU.

En 1989 Carlos Saúl Menem inició su primer mandato presidencial orientando su gobierno a lo que se denominó como “relaciones carnales” con Estados Unidos. En aquella ocasión el llamado Consenso de Washington –el programa que el neoliberalismo impulsaba como parte de un Nuevo Orden Mundial— incluyó la cooperación (e intimidad) diplomática, militar y estratégica con quien originalmente había respaldado a los Talibán y a la naciente red Al-Qaeda, en su guerra contra la Unión Soviética. La colaboración entre el menemismo y el Pentágono incluyó la triangulación de la venta de armas a Irán, que a su vez permitía el financiamiento de la denominada “contra” nicaragüense, en guerra contra el sandinismo. Otro de los “acuerdos” fue la aceptación por parte de Argentina de la exigencia de EEUU de abandonar y destruir el avanzado proyecto de desarrollo del misil “Cóndor II” que tenía como objetivo estratégico brindar una protección defensiva soberana, luego de la derrota militar en la guerra de las Islas Malvinas de 1982.

El seminario realizado en el Aula Magna de la Facultad de Derecho aparece como un eslabón más en la reinstalación de aquellas “relaciones carnales” que incluyeron la pasiva subordinación a las agendas extra-regionales y los concomitantes alineamientos automáticos a situaciones de conflicto absolutamente distantes y ajenos a América Latina. Ese fue, en los años del menemismo, el contexto en el que Argentina sufrió dos atentados en los años 1992 y 1994, con más de 120 muertos y casi un millar de heridos. El 18 de septiembre de 1990, el entonces ministro de relaciones exteriores, Domingo Cavallo, anunció por “cadena nacional” (formato que asume la trasmisión por todos los canales de radio y televisión) la intervención de la Argentina en la denominada «Guerra del Golfo» contra Irak (http://bit.ly/2AgaIdC). Dicha coalición, liderada por EEUU, convirtió a la Argentina en el único país de América del Sur en formar parte de la alianza que participó en el bloqueo naval del Golfo Pérsico con 500 militares–entre oficiales y suboficiales–, dos corbetas, un destructor, un buque de carga, dos aviones de transporte y tres helicópteros. La participación estuvo motivada fundamentalmente por la necesidad de EEUU de controlar las reservas energéticas de la región.

Desde la perspectiva argentina, esos eran los costos incluidos por «integrarse al mundo”, y su potencial efecto implicaba el arribo de «inversiones de EEUU». Poco tiempo después, en marzo de 1991, Cavallo se hacía cargo de del ministerio de Economía con el objetivo de gestionar y “recibir” dichas inversiones, garantizadas por la colaboración militar en la guerra del golfo. Sin embargo, dichas “inversiones” nunca alcanzaron un estatus de «productivas», debido a que no se orientaron a la generación genuina de nuevas empresas. El ingreso de divisas tuvo el doble y paradójico carácter de enajenación de empresas del Estado y el de adquisición especulativa de empresas ya existentes, aptas para reestructurarlas y comercializarlas, y para expatriar posteriormente mayor caudal de divisas que las ingresadas.

La “apertura al mundo” lograda por el gobierno neoliberal de Menem y Cavallo se evidenció tiempo después con la tragedia de los dos atentados terroristas ya mencionados. El modelo de apertura elegido por la derecha argentina–expresado con claridad en el encuentro sobre «las finanzas del terrorismo»– abreva en el remanido objeto aspiracional de las oligarquías locales, de ser aceptados en el club de los poderosos y obtener quiméricos beneficios. Mauricio Macri viene sobreactuando su devoción geopolítica mediante diversas acciones de cooperación con Washington y sus aliados, entre las que figuran los intentos de modificación de las leyes de Defensa, de Inteligencia y de seguridad Interior, exigidas para alinear las agendas estratégicas con sus necesidades bélicas internacionales. El reclamo del Departamento de Estado se establece, curiosamente, en un contexto en el que América Latina carece de conflictos regionales, por lo que suele ser caracterizado como el territorio de paz más extenso del planeta.

Las mecanismos orientados al alineamiento de la política exterior pueden sintetizarse en seis formato de acciones y discursividades que fueron alabadas en el seminario (a) la recurrente –y forzada– asociación del narcotráfico local con formaciones militares irregulares, es decir guerrillas, (b) la (antojadiza) vinculación del conflicto de los grupos de pueblos originarios mapuches con la FARC, la ETA y el ISIS, (c) la repetida aseveración de la existencia de integrantes de grupos fundamentalistas en la Argentina, (d) la necesidad de capacitar a las fuerzas de seguridad en Israel, (e) la adquisición de tecnología militar y de seguridad al gobierno de Tel Aviv, y (f) la programación de maniobras militares conjuntas con fuerzas armadas de los Estados Unidos en la zona del Atlántico Sur.

Todos estos posicionamientos se han llevado a cabo con la expectativa de aspirar a un lugar de preferencia que –se especula– retribuirá el alineamiento en formato (otra vez) de inversiones. Sin embargo, para que esto último suceda (se encargaron de subrayar durante el seminario de “Financiación del Terrorismo”), será necesarios reducir los costos laborales para “ser más competitivos y brindarle a los inversores mejores garantíasde rentabilidad». Los dos pilares de la cooperación, afirmaron en el simposio, pueden sintetizarse en: una agenda de seguridad alineada con la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo y, en segundo término, un aporte potencial de inversiones genuinas, dependientes de la previa mutilación salarial.

La “lucha internacional contra el terrorismo” desarrollada por EEUU implica desde hace cuatro décadas el apoyo alternativo a fracciones en pugna que luego de constituirse en organizaciones beligerantes orientan su poder de fuego hacia quienes las financiaron en su origen. Eso es lo que ha sucedido en los años ´80 del siglo pasado en Afganistán cuando Estados Unidos entrenó, proveyó de armamento, asistencia militar y logística a Al Qaeda –fundada y dirigida por el saudita Osama Bin Laden–, quien luego del abandono de la URSS de Afganistán, dirigió su resentimiento contra Estaos Unidos, y los países occidentales, en el formato de una “yihad” (guerra santa) internacionalizada. Este mismo accionar se repitió en Siria, cuyos primeros grupos fundamentalistas de oposición al dictador Al Assad fueron financiados y alentados por las monarquías wahabitas de la península arábiga, en absoluta connivencia con EEUU. Otro tanto ha sucedido con la asistencia brindada a grupos chechenos en su guerra desatada contra Rusia, que devino en un importante y posterior aporte de milicianos chechenos y uzbecos a las huestes fundamentalistas. (http://bit.ly/2k4rB74)

La casi total extinción geográfica del califato (del Estado Islámico, ISIS o Daesh), que mantuvieron sus posiciones durante casi un lustro en Siria e Irak –y que estuvieron financiadas originalmente por Arabia Saudita– han sido derrotadas por la coalición conformada por Rusia, Irán, el ejército sirio de Bashar Al-Assad y las tropas libanesas de Hezbolá. Este nuevo escenario supone la posibilidad de nuevas relocalizaciones (que hoy son ajenas a la realidad de América Latina), pero que sin embargo los halcones republicanos intentan redireccionar hacia nuestras costas. Ottolenghi –referente de una organización financiada por fondos opacos, con sede en las Islas Caimán– fue explícito cuando señaló en un reportaje concedido al periódico Ámbito Financiero, que “parece muy probable que uno de estos hombres, que ahora abandonan los territorios de ISIS, regrese o llegue a zonas de Centroamérica, del Cono Sur o de Latinoamérica”.

Goethe en su Fausto describió poéticamente las nefastas consecuencias de la ambición ilusoria tramitada a través de pactos espurios con los poderosos. Al igual que Cavallo y Menem en 1990, el gobierno de Macri intenta granjearse el amor siempre esquivo del imperio, para atraer a los demonios s su «club flexibilizador de inversores». Las fantasías grandilocuentes y recurrentes del doctor Faustus lo llevan a pensar que el desarrollo de florecientes alianzas empresarias los beneficiarán para convertirse en los grandes CEOs del capitalismo trasnacional, superando las fronteras de sus compañías locales. Hasta el día de hoy, Goethe nos ayuda a ver que todas las invocaciones basadas en la inautenticidad, terminan en tragedia. Los actuales gobernantes de la Argentina debieran haber aprendido esa lección luego de los dos atentados de 1992 y 1994. No parece ser el caso.

(*) Periodista, sociólogo. Dr. en Cs. Económicas.

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