Las alternativas de Nuestra América ante Trump – Por Leandro Morgenfeld – Especial para NODAL
Las alternativas de Nuestra América ante Trump
Por Leandro Morgenfeld – Especial para NODAL
Nuestra América atraviesa una hora incierta, en el que se avizoran dos caminos en cuanto al vínculo el Estados Unidos de Donald Trump. O se imponen los gobiernos derechistas, que están dispuestos a asumir un rol subordinado frente a la Casa Blanca, aún si quien la ocupa temporalmente sostiene un discurso xenófobo, anti-hispano y crítico de los acuerdos de libre comercio, o se construye una alternativa superadora, en oposición a la prepotencia injerencista y militarista que impulsa la principal potencia imperial.
El contexto es crítico. Como bien sintetizan Francisco Cantamutto y Agostina Costantino, “ALyC ya es afectada de diversas maneras por la crisis global. La región lleva varios años de escaso dinamismo, y las expectativas sobre el 2017 no parecen quebrar la tendencia. El ascenso de gobiernos de derecha en la región, con sus respectivos planes de ajuste, está lacerando el históricamente magro mercado interno local. El bajo crecimiento de la demanda mundial y los bajos precios de las materias primas ponen en problemas las posibilidades de crecer por la vía de la exportación. Para continuar esta senda, se deberán radicalizar aún más las tendencias al extractivismo y la superexplotación de la fuerza de trabajo. No en vano varios gobiernos han iniciado reformas laborales y fiscales apuntando en este sentido. A diferencia de los ’90, no hay ahora una afluencia de fondos disponibles para la región ni gran cantidad de activos para enajenar”[1]. Estos autores explican cómo el escenario es más adverso para la región a partir de la llegada de Trump, en términos comerciales, de inversiones, de remesas y de deuda. La coyuntura que enfrenta hoy América Latina es por demás compleja[2].
A gobiernos derechistas, como los de Macri, Temer o Peña Nieto, impulsores de los tratados de libre comercio y de la apertura económica indiscriminada, alinearse con el impopular Trump les hará pagar un costo político interno más alto que con Obama. Nuestra América debe avanzar con una agenda propia, descartar las estrategias aperturistas y subordinadas a Estados Unidos. El fracaso de las socialdemocracias europeas y del Partido Demócrata en Estados Unidos, que a pesar de su prédica progresista implementaron el ajuste neoliberal, tiene que ser una lección para las fuerzas populares y de izquierda. O se avanza con una crítica radical y se construyen alternativas, o la impugnación a la globalización neoliberal será aprovechada por los líderes neofascistas[3]. Los países del ALBA, en tanto, parecen haber registrado esta situación y salieron en marzo a criticar las iniciativas xenófobas de Trump y proponer diversas medidas para contrarrestarlas[4].
Además de humillar a México desde que era candidato y amenazar en agosto con una intervención militar directa en Venezuela, en las últimas semanas su blanco fue Cuba. La política de Trump hacia la isla es quizás es el ejemplo más ilustrativo y elocuente de cómo el magnate piensa las relaciones con los países latinoamericanos. El viernes 16 de junio, desde Miami y en un acto que pareció más propio de la época de la guerra fría, el presidente estadounidense puso un freno en el proceso de deshielo iniciado en 2014 por Obama. Rodeado de lo más rancio del anticastrismo, desplegó un agresivo discurso paternalista e injerencista. Más allá de que algunas de las medidas generarán complicaciones económicas en Cuba, lo más grave es el tono. El acto, de fuerte contenido simbólico, se realizó en la Pequeña Habana, en el Teatro Manuel Artime, justamente denominado así en honor del contrarrevolucionario que fuera el jefe civil de la Brigada 2056, aquella que invadiera la isla en Playa Girón, en abril de 1961 (“Es un honor estar en un teatro que lleva el nombre de un verdadero héroe del pueblo cubano… Estamos muy honrados de que nos acompañen los asombrosos veteranos de la Bahía de Cochinos”, dijo Trump). El presidente estadounidense habló luego del vice Mike Pence, el gobernador de La Florida Rick Scott, el senador de origen cubano y ex precandidato republicano Marco Rubio y el representante Mario Díaz-Balart (un día antes, este diputado había declarado: “Trump no está con los que reprimen al pueblo cubano como estaba Obama”[5]). Calificó al sistema político isleño como una “dictadura” y desplegó un discurso agresivo, que se emparenta con su irrespetuoso mensaje de noviembre pasado, cuando falleció Fidel Castro. Ante las mil personas que colmaban el teatro, declaró: “No queremos que los dólares estadounidenses vayan a parar a un monopolio militar que explota y abusa a los ciudadanos de Cuba y no levantaremos las sanciones hasta que se liberen los presos políticos”. Se refirió al gobierno de La Habana como el “brutal régimen castrista” y destacó que “haremos cumplir el embargo”. El acto fue la puesta en escena del retorno a la política agresiva que desplegaron sin éxito Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush, Clinton, Bush Jr. y Obama, al menos en su primer mandato.
Esta agresividad registró un nuevo capítulo hacia fines de septiembre. Tras denunciar un supuesto “ataque sónico” contra diplomáticos estadounidenses apostados en La Habana[6], el 29 de septiembre la Administración Republicana resolvió reducir al mínimo la misión diplomática en la isla. Hizo volver a 21 diplomáticos, congeló el otorgamiento de visas a cubanos y recomendó que sus ciudadanos no viajaran a Cuba. El 3 de octubre, además, resolvió expulsar a 15 diplomáticos cubanos que cumplían funciones en la embajada en Washington. El secretario de Estado, Rex Tillerson, quien aclaró que de todas formas no se rompían las relaciones diplomáticas, explicó: “La decisión se tomó por la incapacidad de Cuba de dar los pasos apropiados para proteger a nuestros diplomáticos de acuerdo con sus obligaciones bajo la Convención de Viena”[7]. Cedió así, una vez más, ante el poderoso senador Marco Rubio, quien aplaudió esta medida: “La embajada de los Estados Unidos en La Habana debería ser reducida a una sección de intereses y debemos estar preparados para considerar medidas adicionales contra el régimen de Castro si estos ataques continúan”[8].
Si en otro momento se hubiera esperado una reacción conjunta de rechazo por parte de los organismos latinoamericanos como la UNASUR o la CELAC, hoy la situación es otra y, salvo los países del ALBA, no hay una respuesta conjunta. Por eso señalamos que posiciones como las de Macri son un peligro para desarrollar una perspectiva de integración regional más autónoma. Parecen haberse consolidado en los últimos meses, pero enfrentan serios desafíos internos y también externos. Como señalamos más arriba, alinearse con alguien como Trump tiene un enorme costo para las derechas gobernantes. Trump es un líder neofascista que está siendo enfrentado por mujeres, inmigrantes, afroamericanos, latinos, musulmanes, estudiantes, ecologistas, sindicatos, organismos de derechos humanos y la izquierda en Estados Unidos. Propone más poder y presupuesto a las fuerzas armadas, rebaja de impuestos a los más ricos, ataca a los sindicatos y pretende horadar los derechos laborales y cualquier regulación medioambiental (el anuncio de su salida del Acuerdo de París, por ejemplo, le granjeó duras críticas dentro y fuera de Estados Unidos). No tiene nada de progresista y cualquier comparación con los llamados “populismos” latinoamericanos es improcedente: “Para construir una resistencia latinoamericana desde la izquierda hay que confrontar con Trump, creando vínculos de solidaridad con los manifestantes de Estados Unidos. Es poco realista fantasear con una alternativa global a Trump liderada por el Papa Francisco. En la batalla contra el exponente del imperio hay que apuntalar proyectos anticapitalistas. Es la única forma de recuperar conquistar y preparar caminos hacia la igualdad social”[9].
Hace poco más de un año y medio, en la Argentina, se repudió la visita de Obama, que coincidió con el 40 aniversario del golpe de estado del 24 de marzo de 1976. Hubo que soportar el enorme embelesamiento de la prensa hegemónica local para con la familia Obama (cubrieron sus actividades como si se tratara de una estrella internacional de rock). Con Trump, la situación no será igual. Si sobrevive a las iniciativas para realizarle un juicio político y todavía es presidente a mediados de 2018, visitará la Argentina para asistir a la Cumbre Presidencial del G20[10]. Allí va a enfrentar en las calles concentraciones similares a las que se produjeron en Mar del Plata, durante la IV Cumbre de las Américas, en noviembre del 2005, con las consignas No al ALCA y fuera Bush de Argentina y América Latina. El rechazo popular tiene incidencia en las relaciones internacionales. En junio se conoció la llamada telefónica de Trump a la premier británica Theresa May, en la cual le habría anunciado el aplazamiento de su visita a Londres, para evitar las masivas movilizaciones de repudio que se estaban organizando[11].
En síntesis, Trump es un gran peligro –sus iniciativas misóginas, xenófobas, anti-obreras, militaristas, injerencistas y contra cualquier protección del medio ambiente son una señal de alarma para el mundo entero-, pero a la vez una oportunidad, por el rechazo que genera, para retomar la integración latinoamericana con una perspectiva antiimperialista y anticapitalista, y al mismo tiempo ampliar la coordinación y cooperación política con las organizaciones de las clases populares que lo enfrentan en Estados Unidos. Con Trump, a la clase dominante estadounidense, y a sus gobiernos aliados en la región, se les complica desplegar el “imperialismo moral”. Con el actual ocupante de la Casa Blanca, les cuesta mostrar a Estados Unidos como el líder de los organismos multilaterales, que cuida las democracias, el planeta y los “valores occidentales”. Como declaró Julián Assange, el líder de Wikileaks, si Obama era “un lobo con piel de cordero”, Trump es un “lobo con piel de lobo”. Expresa el afán de dominio imperial sobre Nuestra América descarnadamente. Y eso puede incrementar el rechazo a la subordinación que despliegan las derechas regionales. Ante los dos caminos posibles, aceptar el dominio colonial, subordinándose a Estados Unidos, o avanzar en la postergada confluencia de Nuestra América, sólo el segundo permitirá una inserción internacional más autónoma, condición necesaria para avanzar en la construcción de un orden social menos desigual y depredatorio.
En Argentina, si bien se consolida electoralmente la Alianza Cambiemos, también surgen perspectivas alternativas para enfrentar los nuevos desafíos que plantea Trump. El 24 de junio de 2017 se conformó en la Argentina la “Confluencia Fuera OMC”, para promover la Semana de Acción Global contra el libre comercio, que tendrá lugar en Buenos Aires, en forma paralela a la ministerial de la OMC de diciembre. En julio, se dio a conocer la primera Declaración, a la cual adhirieron más de 150 organizaciones y redes de Argentina y otros países de la región y del mundo: “Las organizaciones y redes sociales, sindicales, de derechos humanos, territoriales, estudiantiles, de mujeres, políticas, campesinas y anti-extractivistas reunidas el 24 de junio en Buenos Aires en el Encuentro Nacional contra la Organización Mundial de Comercio, llamamos a los pueblos del mundo a movilizarse en el marco de la XI° Reunión Ministerial de la OMC, que tendrá lugar en Argentina entre los días 10 y 13 de diciembre de 2017. Para ello, convocamos a realizar una Cumbre de los Pueblos en la ciudad de Buenos Aires que colabore en la articulación de la resistencia contra el llamado “libre comercio” que sólo genera políticas de explotación y expoliación de nuestros pueblos y de la naturaleza, y que avance en visibilizar y discutir las alternativas a este sistema productivo y comercial. Entendemos que la lucha contra la OMC es global y lleva una rica historia de movilizaciones y articulaciones, ya que esta institución representa los intereses de las empresas transnacionales y no los derechos ni las necesidades de los pueblos. Un hito en el proceso de descrédito ha sido la movilización de las organizaciones sociales que en 1999 pusieron en evidencia los impactos negativos del proyecto de liberalización comercial durante la reunión de la OMC en Seattle, EEUU, y que inspiró a un amplio movimiento de resistencias anticapitalistas en todo el planeta. Cuatro años después, la gran movilización popular durante la Reunión Ministerial de la OMC en Cancún también significó un avance en la resistencia contra la agenda del gran capital transnacional. Pretendemos, asimismo, que la lucha contra la OMC adopte un fuerte carácter regional, sumándose en la recuperación de nuestra valiosa historia de organización social y política contra las múltiples formas de dominio que fue adquiriendo el capital en los últimos años. La lucha contra el ALCA fue un proceso destacado de articulación continental, y la Cumbre de los Pueblos de Mar del Plata en 2005 habilitó avances importantes en la discusión de alternativas de integración. Más de diez años después, es necesario que volvamos a juntar nuestras luchas para movilizarnos contra la libertad corporativa y los privilegios de los inversionistas en la región. La libertad debe ser para las personas: la libertad de movilidad para los trabajadores, y no para los empresarios e inversionistas que especulan con nuestras riquezas sociales y naturales. En este contexto debemos discutir nuevamente la cuestión de las alternativas populares y la urgente necesidad de avanzar en proyectos que construyan nuevas formas de relaciones entre nuestros pueblos, que sean solidarias y complementarias. Comprendemos también que veinte años de tratados de “libre” comercio (TLC) en la región muestran los efectos nefastos de la desregulación y del avance de los privilegios corporativos sobre nuestros pueblos y el medio ambiente.
Frente a esto, es hora de avanzar en las alternativas sociales, políticas, económicas, feministas y ambientalistas que pongan fin a la impunidad corporativa, den primacía a los derechos humanos y garanticen la armonía con el medio ambiente. También es necesario revertir el desguace de las políticas e instituciones, como el ALBA-TCP, el CELAC, la UNASUR, que de diversos modos intentaron favorecer una mayor integración y complementariedad regional. Rechazamos la agenda de “libre” comercio y protección de inversiones en todas sus formas, sea mediante acuerdos bilaterales o inter-regionales (como el tratado entre la UE y el Mercosur, que se intenta cerrar para diciembre de este año) por medio del ámbito multilateral como la OMC o por decisión de grupos como el G-20. Proponemos avanzar en la re-articulación de las agendas y las campañas de las organizaciones sociales y políticas, tanto en nuestro país como en la región y a nivel global. Es por esto que, desde este Encuentro Nacional, realizamos un llamamiento a todas las organizaciones y pueblos de Argentina y del mundo, a participar activamente en la organización y desarrollo de la Cumbre de los Pueblos en Buenos Aires entre los días 10 y 13 de diciembre de 2017, para oponernos al régimen que la OMC impulsa a nivel global y pensar y discutir alternativas al capitalismo desde nuestros pueblos. Juntos/as, podemos construir esos otros mundos posibles”[12].
Recogiendo las mejores tradiciones de coordinación de las luchas globales, la Confluencia está llamando a recuperar el espíritu de Mar del Plata –y de anteriores batallas, como la de Seattle y Cancún-, esa lucha que se ganó hace casi doce años contra el proyecto del ALCA, con el cual Estados Unidos pretendía consolidar su dominio continental.
[1] Cantamutto, Francisco y Costantino, Agostina 2017 “Trump y su impacto en la región”, en Katz, Claudio et al Trump y su impacto en la región. Reflexiones sobre la situación económica mundial y sus perspectivas (Buenos Aires: Fundación Rosa Luxemburgo–EDI), p. 39.
[2] Crespo, Horacio 2017 “Difícil pasado, futuro incierto. Desde la política del gran garrota al proteccionismo de Trump”, en Edición Especial de Le Monde Diplomatique Cono Sur “América Latina territorio en disputa” (Buenos Aires: Capital Intelectual), junio, p. 12.
[3] Los buenos resultados electorales obtenidos recientemente por Bernie Sanders, Jean-Luc Melenchón y Jeremy Corbyn muestran la necesidad de profundizar un discurso crítico, en vez de optar por variantes centristas.
[4] El domingo 5 de marzo se reunió en Caracas la XIV Cumbre Extraordinaria del ALBA-TCP (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América–Tratado de Comercio de los Pueblos) y allí se tomaron diversas medidas para enfrentar la hispanofobia de Trump.
[5] Citado en Página/12 2017 (Buenos Aires) 18 de junio.
[6] Si bien no se acusó al gobierno cubano, el Departamento de Estado lo responsabiliza por no cuidar los diplomáticos estadounidenses.
[7] Citado en Página/12 2017 (Buenos Aries) 4 de octubre.
[8] Ibídem.
[9] Katz, Claudio et al 2017 Trump y su impacto en la región. Reflexiones sobre la situación económica mundial y sus perspectivas (Buenos Aires: Fundación Rosa Luxemburgo–EDI), p. 15.
[10] Antes, de acuerdo a lo que le prometió en febrero al presidente peruano, tendrá otro viaje a la región: en marzo estará presente en Lima, en la VIII Cumbre de las Américas.
[11] La Nación 2017 (Buenos Aires) 12 de junio.
[12] La Declaración completa, con las firmas de todas las organizaciones adherentes, y los demás materiales y documentos, pueden consultarse en la página oficial de la Confluencia: www.fueraomc.org