Guatemala: mujeres tejedoras mayas defienden su patrimonio cultural

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En 2011, Alejandra Barrillas, participante por Guatemala en el concurso Miss Universo, apareció en el escenario engalanada con lo que para el resto del mundo —y quizás para algunos guatemaltecos también— parecía un atuendo indígena guatemalteco totalmente apropiado. Sin embargo, la comunidad maya indígena de Guatemala se enojó. Resultó que el traje que vestía Barrillas, bajo la dirección del diseñador guatemalteco Giovanni Guzmán, era una forma de traje ceremonial indígena reservado exclusivamente para líderes masculinos ancianos.

La comunidad maya guatemalteca ha padecido el robo y la apropiación de sus textiles durante años, tanto por parte de corporaciones extranjeras como de diseñadores locales no indígenas. Por ejemplo, la comunidad tiene cuentas pendientes con la diseñadora Alida Boer, fundadora de Maria’s Bags, que utiliza diseños maya indígenas sin permiso y vende sus productos en línea por precios de hasta 600 dólares estadounidenses.

Mientras tanto, el Gobierno guatemalteco ha hecho muy poco por proteger los tejidos y diseños de su comunidad indígena; incluso existe un resquicio legal en las leyes de derechos de propiedad intelectual que excluyen la propiedad intelectual de los mayas. Sin embargo, esto no ha impedido que el Gobierno ni el Instituto Guatemalteco de Turismo, Induat, use los textiles y la artesanía indígena para promocionar el turismo. Este comportamiento va de la mano con la negligencia generalizada hacia los guatemaltecos indígenas, quienes forman aproximadamente el 40% de la población pero representan el 80% de los pobres del país.

La comunidad maya de Guatemala también sigue viviendo bajo la sombra de la guerra civil guatemalteca que tuvo lugar entre 1960 y 1996 y que masacró y dispersó a 200,000 mayas indígenas. Aproximadamente el 83% de las personas asesinadas durante la guerra eran mayas, y otros muchos incontables fueron víctimas de violaciones de los derechos humanos perpetradas principalmente por el Gobierno y el ejército guatemalteco. Miembros de alto rango del Gobierno durante esa época han sido acusados de crímenes de guerra, incluido el exjefe de estado, Efraín Ríos Montt, que fue condenado por genocidio.

“Nos tratan como objetos y no como seres humanos”, dice Angelina Aspuac, tejedora y portavoz de la Asociación Femenina para el Desarrollo de Sacatepequez (AFEDES). “Llaman a los turistas a visitar el país y nos usan como anzuelo. Nuestros trajes, nuestra cultura, nuestro trabajo, pero a las comunidades indígenas no les llega nada del dinero generado. Esto es lo que denunciamos con la patente”.

La patente a la que se refiere Aspuac es la pieza central de una campaña iniciada en mayo de 2016 por las tejedoras mayas en Guatemala para reclamar su patrimonio cultural. Un grupo compuesto por 30 organizaciones de 18 comunidades lingüísticas en Guatemala y liderado por AFEDES, ha interpuesto una acción legal ante la Corte Constitucional del país. Las tejedoras mayas argumentan que, como artistas, su artesanía debería estar reconocida como propiedad intelectual. Esta acción sostiene que es inconstitucional excluir las creaciones textiles mayas de la protección que otorgan las leyes de propiedad intelectual guatemaltecas.

El proyecto de ley presentado en el Congreso reconocería lo que las tejedoras llaman “la propiedad intelectual colectiva de los pueblos indígenas”, con la reforma de cinco artículos legales que rigen la industria nacional y los derechos de propiedad industrial. Busca definir la propiedad intelectual con respecto al derecho de los pueblos indígenas de controlar su patrimonio, y reconocer a las naciones indígenas como autoras para que, de esta manera, se beneficien automáticamente de las leyes de propiedad intelectual existentes. Bajo tales condiciones, las entidades que se benefician del uso o reproducción de los bienes tejidos a mano por los mayas deberían pagar derechos de autor y otorgar reconocimiento a las artistas originales.

“En este momento, no hay ningún artículo así que proteja la colectividad de la creación, y no se está valorando nuestro trabajo”, dice Aspuac, “por el contrario, ha tenido lugar la apropiación y han tratado nuestra cultura y diseños como mercancía”.

Aspuac dice que los derechos de autor recibidos como resultado de la patente serían divididos entre la comunidad. La comunidad designaría representantes para negociar en su nombre con las compañías que busquen utilizar sus diseños, y administrar la distribución de los fondos de vuelta a la comunidad. Aspuac y otras miembros líderes del movimiento quieren ver el dinero invertido en proyectos sociales como escuelas de tejido y educación para mujeres y niños.

La esperanza es que al patentar sus tejidos y diseños, la comunidad maya tendría mayor autonomía y control sobre su cultura y patrimonio, lo que aliviaría dos de los mayores retos que enfrenta: la apropiación cultural y el despojamiento. Los derechos de autor recibidos de la patente también darían a las comunidades la oportunidad de romper con el eterno ciclo de la pobreza.

Las tejedoras mayas no están solas en su lucha. En 2015, miembros de la comunidad tlahuitoltepec en Oaxaca, México, acusó a la diseñadora francesa Isabel Maran de plagiar un diseño tlahuitoltepec de 600 años. En 2013, la nación navajo en Estados Unidos presentó una demanda contra Urban Outfitters por utilizar su nombre en varios de sus productos, incluyendo los “panties hipster navajos” y el “frasco de estampado navajo”. La prevalencia de este tipo de plagio y apropiación cultural llevó a 189 delegados de las comunidades indígenas de todo el mundo a reunirse en Ginebra en junio de 2017, y formar un comité especial dentro de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) para prohibir la apropiación de las culturas indígenas en todo el mundo.

Quizás lo más importante para la comunidad maya es que una patente sería un reconocimiento de la importancia y el valor de su trabajo. Los tejidos mayas y los trajes tradicionales, especialmente el huipil, traje tejido a mano que llevan las mujeres mayas, tienen un profundo significado para las tejedoras.

“Nunca se hace un huipil porque sí”, dice Lucía, tejedora maya en la cooperativa Ut’z Bat’z de Chichicastenango.”Todos tienen un significado. Por ejemplo, en Quiche, los diseños tienen serpientes porque tienen curvas como la curva que hace la M, lo que también representa las montañas donde nuestros antepasados podían subir y observar sus alrededores. El cuello representa el sol, y las esquinas los cuatro puntos cardinales”.

Como dice Ambrocia Cuma, tejedora maya y profesora en la Universidad Tulane, “los huipiles son para mí una identidad. Son un tesoro de conocimiento porque representan las conversaciones diarias de la mujer con la naturaleza”.

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