Michelle Suárez, primera legisladora trans de Uruguay: “Debemos fomentar una igualdad sustantiva y no conformismos con una igualdad meramente formal”

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Michelle Suárez, primera legisladora trans de Uruguay

Por Carla Perelló – NODAL

“Decidí no ceder espacios”. Michelle Suárez Bértora pronunció esas palabras durante una entrevista en 2010. Su nombre resonó en las noticias cuando rompió con lo prestablecido y se recibió de abogada en la Universidad de la República: fue la primera trans en obtener un título universitario en la historia de Uruguay. Ahora, su llegada al Congreso Nacional de la mano del Partido Comunista-Frente Amplio se cristaliza como un nuevo movimiento sin precedentes en la historia del país que permite ver dos caras de una moneda: el avance en el acceso a derechos para la comunidad LGBTI y la vulneración histórica de esta población cuyas voces permanecen en los márgenes, relegadas, silenciadas y discriminadas.

“Salvo honrosas excepciones, las historias se repiten: no existe la más mínima libertad de elección en el modo de vida”, sostiene en entrevista con Nodal Suárez Bértora al referirse a la situación que viven las personas trans en su país. En Uruguay la expectativa de vida de la población trans -personas cuya identidad sexual no coincide con su sexo biológico- es de 35 años. Un censo nacional realizado el año pasado orientado exclusivamente a esta comunidad muestra más datos: de 853 personas, el 67 por ciento se prostituyó para sobrevivir y cerca del 60 no terminó sus estudios escolares básicos.

Suárez Bértora transitó un camino a penas diferente a lo esperado para su comunidad, a fuerza de voluntad. Exteriorizó su identidad a los 15 años y su familia la acompañó. Sufrió situaciones de discriminación por parte de docentes y de sus pares. Más tarde, manifestó su identidad sexual de mujer, pero transitó su carrera universitaria con nombre de varón. Encontrar trabajo era una tarea imposible, hasta que en 2010 comenzó a asesorar legalmente al Colectivo Ovejas Negras, una organización de diversidad sexual.

En 2013, antes de que el Frente Amplio asumiera el gobierno, comenzó a participar políticamente. “Si bien mi participación dentro de un proceso eleccionario no iba a cambiar los avatares políticos, sí iba a traerme la tranquilidad de conciencia de no ser una mera espectadora”, dice. Entonces fue autora de la Ley de Matrimonio Igualitario. Comenzó a tejer la historia de manera colectiva.

Dijo que su principal objetivo al asumir su banca será buscar debatir y aprobar la Ley Integral para Personas Trans, cuyos puntos principales son la reinserción educativa y laboral para el colectivo y garantizar el acceso a la salud, ¿por qué consideraron esto importante?

Se consideran importantes por la situación que vive la población trans en nuestro país. Por ejemplo, cualquier ciudadano uruguayo tiene una expectativa de vida mayor a los 70 años, mientras que para la población trans es de 35 años, esto nos muestra las enormes dificultades que existen para este sector, como si fuera una ciudadanía de segunda. Esto se debe a que la mayoría de las historias de la población trans está cortada casi por la misma tijera. Vemos cómo personas que a muy corta edad -entre los 13, 14, 15 años- manifiestan su identidad de género, una identidad que no coincide con su genitalidad ni con su nombre y sexo registral, algo que lleva a la expulsión del seno familiar en la mayoría de los casos. Son menores de edad que llevan el estigma y la discriminación de ser mujeres y varones trans que van quedando excluidos del sistema sanitario y del sistema educativo, que terminan acorralados y encuentran como única forma de sobrevivencia el trabajo sexual. Salvo honrosas excepciones, estas historias se repiten: no existe la mínima libertad de elección en el modo de vida. Por lo tanto, con la ley se buscan posibilidades para que puedan tener una reinserción a través de algunas herramientas como serían los fondos dedicados específicamente a becas de estudio. También se busca que sean garantizados todos los productos necesarios para que las construcciones identitarias, como es la reasignación de sexo, las hormonizaciones y los cambios morfológicos sean prestados por el sector público y por el privado. No como sucede actualmente donde las prestatarias de salud pueden defenderse y no dar el servicio. Estos no son meros cambios estéticos, sino que son verdaderas construcciones de identidad. Esa es la razón por la cual estos puntos se consideran esenciales, se trata de las primeras herramientas de acciones afirmativas para la población trans en Uruguay.

Hizo referencia a la situación de exclusión de las personas trans y el hecho de que muchas realizan trabajo sexual para sobrevivir: ¿Cuál es su opinión respecto de la reglamentación de la prostitución en Uruguay? Hay datos que muestran que la mayoría de las personas trans se prostituye y aproximadamente el mismo porcentaje no finalizó sus estudios básicos. 

Lamentablemente la Ley 17.515 que regula el estatuto del trabajador sexual no ha podido hacer carne en la población y no se ha podido regularizar con la normativa que se desarrolló para poder obtener la seguridad social. Si bien es el primer país latinoamericano que regula el trabajo sexual que además contempla el acceso a la seguridad social, esto se ha convertido casi en una letra muerta. Algo que muestra que las normas para su eficaz funcionamiento no necesitan solamente de su existencia, sino que tienen que ir acompañadas de un profundo debate social que instale la discusión en la cotidianidad de las personas y que, al mismo tiempo, se desarrollen políticas públicas sustentables en el largo plazo que empoderen a la población beneficiaria y que, por supuesto, monitoreen la aplicación práctica. Lamentablemente es una norma que se podría utilizar de una manera muy interesante, pero no funciona como corresponde.

¿Qué otros desafíos considera que existen para la comunidad trans y LGBTI en su país?

Creo que Uruguay ha hecho un enorme avance en los últimos diez años en lo que tiene que ver con la consagración de derechos. Esto obviamente va de la mano de un concepto mucho mayor sobre qué sociedad queremos tener para que sea más igualitaria, más democrática y menos discriminatoria. Pero la defensa de los derechos humanos no sólo tiene la pata de consagración de derechos o de prevención ante la posible violación, sino que hay una tercera pata que está un poco olvidada. Una vez que tenemos un derecho humano vulnerado violentado ¿cuál es la esfera de protección?, ¿cuál es el resarcimiento para esta víctima? ¿de qué manera se le pueden dar vías de reparación rápida? En Uruguay ese aspecto vinculado sobre todo con situaciones de discriminación está sumamente olvidado, dejado a la intemperie. Si bien tenemos normas de lucha contra toda forma de discriminación, lamentablemente están convertidas en mecanismos administrativos. No tienen poder de conminar y mucho menos de emitir fallos vinculantes. Por otro lado, tenemos normas penales, pero la mayoría de las situaciones de discriminación se detecta en ámbitos laborales, educativos, donde realmente la persona no pretende el procesamiento de alguien, sino que por lo general lo que pretende es poder transitar por esas instituciones en paz o no perder su empleo o no ser acosado. Entonces, tenemos que buscar la instrumentación de reformas en la legislación antidiscriminación para dar verdaderas respuestas y evitar el vacío legal. Se trata de fomentar una igualdad sustantiva y no conformismos con una igualdad meramente formal.

En otra entrevista dijo que no se hubiera avanzado si la izquierda no hubiera estado en el poder en el Uruguay, ¿cuál es su lectura sobre lo que sucede en América Latina y el Caribe respecto de los derechos LGBTI?

Nosotros no podemos dejar de lado que el avance en derechos para la diversidad sexual se ha dado de la mano de tres gobiernos de izquierda, y no creo que sea una mera coincidencia. Considero que los elementos de discriminación atraviesan de manera transversal nuestra sociedad, que no importa la clase económica ni el nivel cultural o social, sino que se manifiestan en todas partes. Esto ocurre porque todos fuimos criados performáticamente bajo los mismos estereotipos y bajo los mismos prejuicios y, por lo tanto, cargamos un bagaje enorme de preconcepciones de lo que es femenino-masculino, hombre-mujer, maternidad-paternidad, que muchas veces influyen en nuestras opiniones que pretendemos técnicas cuando en realidad esconden verdaderas opiniones morales. A pesar de todo esto, la izquierda ha sido un factor fundamental con sus mayorías parlamentarias para permitir un avance en derechos humanos donde se ha hecho foco en la diversidad sexual y en la postergación en derechos que ha tenido históricamente. Ahora, esta cuestión de qué es lo que va a pasar con los vientos políticos, fue lo que me llevó a participar orgánicamente dentro del partido que hoy está en el gobierno, el Frente Amplio. Entre 2010 y 2013, actué desde la sociedad civil, asumiendo un rol más independiente y técnico. Pero a partir del año preelectoral, tomé una posición orgánica. Es que, si bien mi participación dentro de un proceso eleccionario no iba a cambiar los avatares políticos, sí iba a traerme la tranquilidad de conciencia de no ser una mera espectadora del proceso colectivo. Francamente nadie tiene una absoluta seguridad porque las normas pueden ser siempre derogadas o modificadas. Por eso, es tan importante la ideología que respalda los cargos dentro del parlamento: para que no tengamos retrocesos e involuciones en procesos que han llevado tantas décadas de trabajo.

Y en este contexto, ¿qué significa para usted ser la primera abogada trans y la primera senadora trans en Uruguay?

Con respecto a ser la primera senadora trans, creo que esto me genera las mismas sensaciones que lo que me generó ser la primera abogada o la primera egresada universitaria trans. Por un lado, me siento muy honrada de pertenecer al órgano más representativo de la democracia uruguaya, pero creo que eso delata una situación de vulneración histórica de la población trans y me animo a decir que también de las mujeres en general. En Uruguay las mujeres son más del cincuenta por ciento de la población, sin embargo, la minoría de los cargos representativos o decisores están en poder de mujeres. Y la situación se agudiza muchísimo más para las mujeres trans. Pero creo que se ha comenzado un proceso de franca sensibilización y de evolución en la conciencia colectiva en nuestro país. Por ejemplo, hace muy poco tenemos una vicepresidenta mujer. Estas circunstancias son muy interesantes, nos hacen avanzar muchísimo, pero son procesos donde hay símbolos. Tenemos que ver si se transforman en un proceso más profundo, de verdadero cambio, donde empecemos a deconstruir muchísimos mecanismos de discriminación que tenemos naturalizados.


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Asumió Michelle Suárez, la primera senadora trans de la historia uruguaya

A las 10 de la mañana del martes 10 de octubre, Michelle Suárez se convirtió en la primera senadora trans en la historia de Uruguay.

Suárez, quien pasó a ocupar transitoriamente la banca de Marcos Carámbula por la lista 1001, dijo que su paso al Senado «forma parte de un proceso de sensibilización que ha tenido la población uruguaya respecto a las temáticas que tienen que ver con diversidad sexual y con la población trans como población vulnerable».

«Por los mismos hechos, dichos, formas de sentir y de pensar que en alguna época de mi vida fui hostigada, perseguida y sancionada, hoy en día por muchos soy aplaudida», agregó la senadora y dijo que eso «significa que ha habido un cambio positivo».

Asimismo, recordó que su asunción como senadora no quita que gran parte de la población trans tenga que enfrentar serias dificultades. «Las oportunidades que tal vez yo en este momento puedo tener a muchísimas de mis compañeras trans se les hace imposible, porque no tienen el ejercicio de la libertad para poder optar en su realización personal y para llevar adelante la vocación y los sueños que yo pude llevar adelante», afirmó.

«El fortalecimiento del estado de derecho termina siendo la única arma de defensa del ciudadano de a pie», dijo la senadora frenteamplista.

Según Suárez, «esto conlleva a que si se quieren ampliar las esferas de derechos tiene que combatirse una serie de injusticias sociales». Dentro de ese cambio, la senadora destacó el rol del Parlamento como instrumento para combatir «las injusticias sociales» y para que los más postergados «no tengan una mera igualdad formal y tengan en realidad una igualdad sustantiva».

«En todos estos conceptos lo que subyace es cuál es el proyecto de sociedad en el que queremos vivir todos. Eso implica elegir entre trabajar por sostener la sociedad que tenemos o buscar una que sea más igualitaria, más democrática y menos discriminatoria. En lo personal, creo que es claro que voy por la segunda», concluyó Suárez, y despertó los aplausos en las gradas.

El Observador

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