Atilio Pizarro (Unesco): “No estamos formando bien a los maestros”

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Una de las tareas que tiene Atilio Pizarro en la Unesco es manejar las grandes bases de datos sobre educación que envían los ministerios de América Latina. A partir de lo que sugieren esas estadísticas, debe pensar cuál es la mejor estrategia para mejorar los niveles de la región. A menudo, su grupo hace sugerencias sobre políticas públicas luego de hacer detallados diagnósticos.

Este chileno, jefe del área de planificación y evaluación para América Latina y el Caribe en educación, estuvo de paso por Colombia, donde asistió a la XV Asamblea de Empresarios por la Educación. En conversación con El Espectador, asegura que Colombia debe formar mejor a sus docentes y usar los datos que genera para tomar mejores decisiones. Además, advierte que los gobiernos deben evitar dejarse llevar por los resultados de los ránquines.

América Latina es la región más desigual del mundo, ¿cómo está afectando esa realidad la educación?

De todas las maneras. Eso hace que sea una de las regiones más segregadas. La enorme diferencia de ingresos entre ricos y pobres hace que cada vez más haya escuelas donde van ricos y otras donde van pobres. Es una segregación que tiende a generar sistemas de burbujas, sobre todo en los niños más ricos. Muchas veces no saben cómo enfrentar la realidad. Por el contrario, cuando generas una integración social, hay un mejoramiento sustantivo de quienes tienen capital cultural menor. Y los que tienen más capital social, aprenden qué vive un joven en condiciones vulnerables.

¿Hay algún ejemplo de un país donde esa segregación se esté superando?

Los países que tienen menor nivel de segregación, son los más igualitarios. Uruguay, Costa Rica y Argentina son un buen ejemplo, aunque este último ha estado empeorando sus niveles de igualdad. Eso se ve reflejado en los resultados: Uruguay y Costa Rica siempre se ubican en los lugares más avanzados de estados de aprendizaje. Aunque eso también está asociado a las condiciones materiales: infraestructura, docentes y remuneraciones de los docentes.

América Latina se enfrenta a un momento político de muchos cambios. ¿Puede afectar el futuro de la educación de la región?

Sí. Tiene que haber continuidad en las políticas. En educación los cambios toman tiempo. Y se requieren miradas integrales desde la primera infancia hasta la educación superior y el mundo laboral. No hay que pensar en cómo mejorar la educación superior o primaria, sino hay que pensar en cómo mejorar el sistema educativo. Esa mirada requiere políticas de más largo plazo. Pero, infortunadamente, nuestra región es una región donde más cambios de Ministros de Educación hay. Rotan muy fácilmente. Entonces hay muchos cambios en las políticas que, además, deben ser intersectoriales. Eso requiere una madurez política y social muy grande.

En esas bases de información que maneja la Unesco, ¿qué deficiencias identifican?

Hay varias. Una de las principales es que en prescolar hay pocos docentes certificados para formar a los niños más pequeños que son los tienen necesidades educativas más especiales: requieren educación, cuidado y atención. Solo el 63 % de los docentes están certificados para cuidarlos. Respecto a la educación primaria, entre el 4 % y 5 % de los niños están fuera de las escuelas. Eso son 3 millones de niños. Generalmente eso sucede por vulnerabilidad, discapacidad, aislamiento geográfico o porque pertenecen a étnicas indígenas. En educación secundaria, hay un gran problema: los jóvenes sienten que están recibiendo una educación que no necesitan. Hay muy poco interés en la educación y hay mucha deserción.

Si usted fuera el ministro de Educación de Colombia, ¿en qué centraría sus esfuerzos?

En que prevalezca una mirada sistémica. Tiene que haber una mirada más integral. Aunque, de acuerdo con nuestros estudios, deben reforzar la formación de docentes. La gran mayoría están formados para ejercer un área de especialidad como matemáticas o lenguaje, cuando deberían tener una mirada más integral y generar competencias a los estudiantes que vayan más allá de estas habilidades básicas. También es fundamental todo lo que tiene que ver con las tecnologías de la información y comunicación (TIC). Si bien ha habido políticas para estimular el uso de computadores en la escuela, deben hacer énfasis en la manera como se está usando, en el tiempo de uso y en qué se usa. Es decir, hay mucha inversión, pero no están evaluando los efectos que deberían tener.

Es decir, ¿que no estamos formando bien a los profesores?

Hay muchas deficiencias en su formación inicial. Además, hubo un período donde aparecieron muchas universidades privadas ofreciendo carreras de pedagogía sin estándares nacionales y sin regulación estatal. Tiene que haber un marco normativo. La formación de los docentes es un factor clave; es el alma para mejorar la educación. Tienen que pensar en cómo atraer a los jóvenes a estudiar educación; tratar de que sea una carrera atractiva.

En esa recopilación y gestión de datos sobre el sector educativo, ¿qué tan bien está haciendo la tarea Colombia?

Es un tema complejo, porque hay varios mecanismos para recopilar estadísticas. Muchos de los datos que recopilan los ministerios de Educación provienen de las escuelas. Son las que entregan la información, pero los mismos directores de los colegios no saben cómo usarla, no la usan para tomar decisiones. Nuestros estudios sugieren que la evaluación, sacar un buen lugar en un ranquin, se está convirtiendo en un fin. Pero la evaluación es un medio que se puede utilizar para mirar detalladamente qué es lo que está ocurriendo en el sector y sacar conclusiones de las políticas. En cambio, hay muy poco uso de los datos para tomar decisiones.

En resumen: recopilamos muy bien los datos, pero no sabemos usarlos.

Exactamente. Hay un gran desafío muy grande en ese aspecto. La otra dificultad es que los que generan información muy pocas veces conversan con los que generan políticas sobre educación. Tienen que conversar entre los distintos acores. Desde la Unesco, hemos hecho talleres en los que juntamos evaluadores con planificadores y a veces ni siquiera se conocen.

A veces parece que la educación es un tema marginal en la política…

Sí. Nuestros dirigentes hablan sobre su importancia, pero no se preocupan por ella. Todos hablan del valor de la educación, pero invierten más en vías públicas. Hay que entender que la educación es un factor clave para todo lo demás. Se le da un valor, pero no el suficiente. Pero no es solo una responsabilidad del Estado. Es compartida con las familias, el sector privado y la sociedad civil.

En pruebas como las PISA nos solemos comparar con otros países, pero varias de nuestras escuelas pertenecen a contextos muy diferentes. ¿Cómo hacer para lograr un equilibrio?

Insisto: la evaluación no es un fin. Estas pruebas a gran escala no tienen por qué ser un fin. Lo importante no es un ranquin. Las evaluaciones dicen muchas cosas. No hay que hacer énfasis en el lugar que ocupa un país en el ranquin, sino en los elementos que pueden estar explicando los resultados de aprendizaje. Esas pruebas producen muchos datos, en los que se puede hacer investigación, pues muchos de esos análisis muestran dónde hay que invertir. Eso requiere mucha madurez por parte del país para debatir, analizar con todos los actores y decir “no importa, estoy en el último lugar, pero cómo profundizo acorde con el contexto sociocultural de mi país”.

¿Qué le recomendaría al próximo presidente de Colombia?

Que hay que desarrollar políticas de aseguramiento de calidad. Esas requieren más integralidad. No se trata de decir que voy a hacer una reforma curricular o que voy a mejorar la educación de los docentes. Necesitan una mirada integral. Hay que preguntarse cuál es el tipo de persona que quiere formar el país. Hay que hacer evaluaciones permanentemente para ver si nuestras políticas están cumpliendo con las expectativas del tipo de persona que queremos formar.

El Espectador 

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